Sergio Meijide practica «slackline» a varios metros de altura: «Mi meta es caminar por el cielo»

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GONZALO BARRAL

Este gallego es de emociones fuertes. Con una empresa a su cargo, sabe lo que es pender de un hilo, pero ha preferido convertir esa sensación en su deporte favorito. Una disciplina que te enseña a no quedarte quieto nunca y a no tener miedo

31 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En las mañanas claras de Santa Cristina hay un ser humano, mitad pájaro, mitad hombre, al que todos los paseantes, corredores y ciclistas de esta playa del municipio de Oleiros (A Coruña) se quedan mirando embelesados. Se llama Sergio Meijide, camina por las nubes y no es funambulista, sino empresario (aunque dirigir un negocio hoy en día te pueda hacer sentir en la cuerda floja en demasiadas ocasiones).

 Este coruñés de 42 años practica slackline, un deporte de equilibrio no muy conocido en Galicia, pero muy seguido en otras latitudes. Consiste en caminar sobre una cinta elástica fijada entre dos puntos. Sergio descubrió esta disciplina deportiva «hace cinco años». «Un día, de casualidad, vi un vídeo en internet de una persona haciendo esto encima de un lago. Era tan bonito y tan idílico, que me impresionó muchísimo. Me compré una cuerda de iniciación y me fui al lugar donde suelo veranear, en Portomiño (O Rosal). Allí coloqué la cinta entre dos árboles y me puse a machacar el ejercicio hasta que aprendí a caminar un poquito en equilibrio. Lograba mantenerme de pie y caminar algo. Después llegó la pandemia y, cuando nos dejaron salir, volví a probar y ya me enganché a este deporte. Me compré una cuerda más larga y me empezó a gustar, sobre todo, por el juego mental de las alturas», dice.

Y es que, explica Sergio, para ser un buen slackliner lo más importante es la cabeza. La concentración. «Tener la capacidad de controlar el miedo es lo primero. Si no, da igual lo que tú quieras hacer. Si estás pensando: ‘Me voy a caer, me voy a caer, al final te caes'. Una vez llegas arriba, cuando estás empezando, es lo que suele ocurrir. Pero, en el momento en que eres capaz de abstraerte y logras dejar ese pensamiento a un lado, te liberas y puedes mantener el equilibrio. Yo me pongo música para concentrarme y estar tranquilo».

No solo de la parte mental vive el equilibrista. También hay que estar fuerte de pierna, de abdomen y de todo, lógicamente. «Porque utilizas cualquier músculo del cuerpo, así que todo tiene que estar trabajado. Y la respiración también es muy importante», señala. Prefiere hacerlo descalzo y elige los días de calma chica, porque el viento dificulta el tema. «Mientras colocas la cuerda y todo el equipo, ya vas entrando en calor, porque el montaje tiene su técnica y la cinta hay que tensarla, por ejemplo. Esta que traigo hoy es de 70 metros de largo, pero tengo otra de 30 y tengo una de 100».

Deseosos de preguntarle si se ha caído muchas veces, enseguida nos despeja la duda. «No, ni nunca me he hecho daño». Él suele entrenar sobre la arena y a una altura de unos cuatro metros (que en su caso baja hasta el metro y medio en el centro); pero, a veces, lo hace sobre el mar y, otras, en la zona arbolada que está junto a la playa. «Un día, en el eucaliptal de Santa Cristina, me puse a aprender una de las modalidades que existen dentro de este deporte, el trickline, en la que se hacen trucos y piruetas. Estaba aprendiendo a botar y me caí. Claro, subes unos 4 o 5 metros de altura, te pilla con la inercia y te puede pasar. Pero me caí con las manos en el suelo y no me hice mucho daño». Después está el highline, una modalidad digamos más extrema que se practica en parajes increíbles, como montañas y acantilados, donde uno se sube con un arnés de seguridad enganchado con otra cuerda. Sergio ha tenido el placer de probarlo en varias ocasiones y reconoce que es espectacular. «He hecho varias veces highline, pero no he conseguido caminar. Es que, claro, ahí el juego mental va mucho más allá, porque tu cuerpo está pensando todo el rato que te vas a morir».

Charlamos con él un sábado de marzo sobre las 10 de la mañana. Estamos en plena bajamar, sopla algo de viento (poco), y Sergio, que vive cerca, ha decidido salir a entrenar. Su estampa caminando por las alturas, con la ría de Santa Cristina y A Coruña al fondo es impactante. Pareciera que está suspendido en el aire. Mucha gente que pasa por delante piensa que trabaja en el circo, pero lo cierto es que los funambulistas suelen caminar por un alambre fijo y es bastante distinto a esto. «Yo no tengo nada que ver con el circo. En realidad, esto es un deporte y me gusta porque es muy completo físicamente». 

SOBREPONERSE AL MIEDO

Reconoce que esa lucha mental constante del slackline le ha ayudado en otros órdenes de la vida. Cuando estás ahí arriba, nunca puedes parar. Si te quedas quieto, te caes. «Ese hecho me parece muy metafórico de cómo es la vida real». Sabe que el éxito consiste en estar siempre en movimiento y en tener actitudes creativas y proactivas. «Este deporte es una lección de vida. Te enseña a no quedarte quieto nunca, y a no tener miedo», añade. Y qué curioso. En su compañía, Forest Panels, venden suelos y parqués, pero a él lo que le gusta es estar por las alturas.

Si hay un consejo que a él le hubiese gustado que le dieran cuando empezó en esto es «que lo disfruten y que intente abstraerse del miedo todo lo que puedan. Cuanto antes se quiten esa sensación de encima, antes conseguirán disfrutar de este deporte. Afróntalo con otra perspectiva». Nos despedimos. Su última frase es «ojalá este reportaje sirva para que alguien se anime a practicar el slackline». «Mi meta es caminar por el cielo», confiesa Sergio Meijide. Starway to heaven, que diría Led Zeppelin. Su escalera descansa sobre el susurro del viento.