Jessica y Rafa se casan tras 17 años de relación a distancia Galicia-México: «Ao principio foi moi duro, agora cando nos vemos non hai diferenza» 

YES

Jessica y Rafa.
Jessica y Rafa. cedida

Un amor de Mazaricos a Veracruz... Llevan 17 años manteniendo la llama por Skype y WhatsApp. «Primeiro viña el unha vez ao ano, despois xa foi sendo un fifty-fifty. En cada viaxe, el traía a alguén ou eu levaba a alguén para México...», cuenta la parte gallega de esta pareja que le ganó a la distancia

17 abr 2024 . Actualizado a las 17:58 h.

Galicia y México recortaron en Compostela ocho mil kilómetros de distancia un mes de enero. Y fue una distancia que sentirían, día a día, durante 17 años Jessica y Rafa tras aquel verano en el que se dijeron adiós en Santiago.

Esta pareja, que está en línea desde aquella primera despedida, se conoció estrenando el año 2007. Rafa se había mudado ese curso, con 21 años, de Xalapa (Veracruz, México) a Santiago como estudiante de Derecho, en el marco de un convenio bilateral entre universidades en su tercer año de carrera. Jessica entraba, a sus 18, en el primer año de universidad y se dio la casualidad de que vivían en la misma residencia de estudiantes. «Así foi como nos coñecemos, un día na cociña, por outro chico que viñera con Rafa. Ao empezar a falar, pareceume moi caballeroso e que tiña moita conversación. O que máis me gustou foi a súa forma de falar», comparte Jessica de su chico, que cada vez que aterriza en Lavacolla sabe distinguir, afinando el oído en el aeropuerto, a los que son gallegos de los que no. Por el acento. 

Rafa y Jessica estrenaron el 2007 una relación de cinco meses presenciales y 17 años de distancia que acabarán en boda esta primavera. Se darán el «sí, quiero» a finales de abril, despejando la incertidumbre que marcó el inicio de la pareja. «En maio do ano que nos coñecemos, Rafa díxome: ‘É mellor que nos distanciemos un pouco, porque se non ímolo pasar moi mal cando marche'. E eu: ‘Que me estás contando? Non me quero separar de ti! Díxenlle que podiamos intentalo a distancia e el estivo de acordo».

Jessica siempre fue «de pensar en el presente», sin cábalas de futuro. Y Rafa despegó de vuelta a México aquel junio de su primera despedida con una pena inversamente proporcional a sus expectativas sentimentales. «Ao principio foi duro, tiñamos idades complicadas, había inseguridades. Discutiamos moitísimo», recuerda Jessica. Estuvieron un año sin verse, pero online estaban muy a menudo, usando «todos los medios posibles: e-mail, SMS, Skype...». Y como podían se iban apañando. Cuando ella se levantaba, él se iba a dormir tras recibir su llamada. La distancia, que en el reloj marca siete horas de diferencia, la fueron suavizando y sincronizando con la conexión diaria, que podía ser una llamada, videollamada, chateo... o una carta. ¿Cuál puede ser la espera por una carta? «Aínda agora, mes e pico. O pasado novembro mandamos as invitacións para a voda e algunhas chegaron a México despois de toda a tempada de Nadal!».

El escepticismo fue la nota dominante en las familias, que tampoco se pronunciaban demasiado. «Ás veces estaba de baixón, e dicíanme: ‘Ti non podes estar así...', pero eu tiña moi claro que quería estar con el», revela Jessica.

Del skype al WhatsApp

La distancia nunca fue para ellos el olvido. El primer encuentro tras un año sin verse en persona se mezcla en el recuerdo con otros. Los primeros reencuentros de esos lustros de pareja a 8.000 kilómetros tenían lugar una vez al año. Primero venía él a verla, «despois xa foi sendo un fifty-fifty e comezaron a ser dúas, tres, catro veces ao ano». La calidad de la conexión fue mejorando, también en medios. «Ao principio, cando nos encontrabamos tras meses sen vernos, sentiamos algo raro! As comunicacións non eran o que son... Cando nos viamos e falaba, notaba a súa voz distinta. Agora, podo dicir que cando nos vemos en persoa, non hai diferenza, é como se nos tivésemos visto onte, tan normal», dice Jessica.

Rafa vive en Xalapa (Veracruz). Jessica, con su madre y su hermano en Mazaricos. Ninguno de los dos tenía, cuando empezaron a quererse, experiencia en relaciones a distancia («nin case en relacións, pois cando comezamos eu tiña 18 anos!», matiza ella). Pero el camino se fue haciendo con ayuda de Skype y luego de WhatsApp, e involucrando cada vez más a las familias. «No sentido de: ‘Agora vou levar á miña nai comigo para que coñeza o lugar onde vivides'. En cada viaxe, el traía a alguén ou eu levaba a alguén para México!», cuenta Jessica.

¿Grandes diferencias entre la familia gallega y la mexicana? «Hai diferenzas culturais, si, pero tanto Rafa como eu somos moi familiares. Os dous estamos moi unidos ás nosas familias e elas encaixaron ben!». No es lo de menos.

Cada vez que se ve, la pareja aprovecha para viajar a otros destinos que amplíen el mapa de sus amores. De Galicia, él se queda con todo (pulpo, zorza, empanada...), en especial con Compostela «e a xente de aquí».

Aunque son más de morder el presente que de saborear posibilidades de futuro, este abril no habrá despedida, ¡sino boda! Este amor a la mexicana afianzará su compromiso en Galicia arropado por las familias de los novios.

¿Matrimonio a distancia? Pues no... Jessica tiene previsto irse a vivir a Xalapa en verano. Así que la despedida (temporal) será de Galicia, que llevará a la ciudad de Hernán Cortés el acento máis riquiño.

 

La pareja con su hijo, nacido el Día del Libro.
La pareja con su hijo, nacido el Día del Libro.

 

Marta y Jaume tienen un hogar y dos casas: «Cada vez que estamos juntos son vacaciones»

Se conocieron en una boda en Barcelona, se hicieron novios en París y no cambian su relación por nada. «Somos una familia como las demás, quizá no la estándar. La única diferencia es que estamos empadronados en sitios diferentes». Su estado es «el flechazo»

 

Cada 23 de abril es especial para Marta y Jaume, más que por Cervantes y la fiesta de los libros, por el cumpleaños de su pequeño Jaumet, que nació con dos casas, una en Pontevedra y otra en Barcelona. Sus padres viven, desde hace once años ya, una relación (en estado de «flechazo») a caballo entre provincias a mil kilómetros de distancia. Este amor, por lo que se ve tras la prueba del implacable señor tiempo, no cede al peso de las circunstancias.

«Nos hemos conocido así, y así funciona. Creo que quizá tenemos los dos miedo de que de otra manera no sería igual... Yo no soy capaz de decirle que deje su vida allí para venir a vivir conmigo. No quiero que esté mal, que deje nada. Y yo tengo mi trabajo aquí [en la Administración local], y aquí soy feliz. Cuando me conoció, dijo: ‘Voy a cuidar de mi padre siempre'. Y yo dije: ‘Por supuesto, ¡y yo del mío!'», relata Marta.

Viajemos a la prehistoria de esta pareja. A 1998. A ese curso en el que Marta se fue de Erasmus como estudiante de Educación Social a Dublín, donde conoció a Rosa, de Aranjuez, con la que mantuvo el contacto una vez que acabó la aventura irlandesa. Rosa la invitó a su boda en enero del 2013. En el enlace, celebrado en Barcelona, fue donde Marta se cruzó con Jaume, que era el primo mayor de la novia. Él la vio en el hotel donde se alojaban para el evento y no fue capaz de pasar de largo. «En la boda, me dijo: ‘Voy a ir a verte el próximo fin de semana a Madrid', y yo contesté: ‘A Madrid ve si quieres, ¡pero yo vivo en Galicia!, jajaja'». A los tres días que pasó Marta aquel enero en Barcelona les sucedió ese febrero una fugaz escapada de Jaume a Pontevedra. Él quería alojarse en un hotel, pero ella le abrió las puertas de su casa. «Llamé a Rosa para contárselo y le dije bromeando: ‘¡Voy a esconder los relojes por si acaso'... Ella dijo: ‘¡Es mi primo!'». En el primer vuelo a Galicia que hizo Jaume para verla, Marta fue a buscarlo al aeropuerto de Vigo. Tomaron ella un café y el un ribeiro a golpe de mediodía. «¡Y me trajo un reloj por haberle invitado a casa!», ríe Marta.

«Yo no creo en las relaciones a distancia [fue de lo primero que le dijo ella a él]. Quiero verte todos los días». Y Jaume replicó: «Yo te diré ‘buenos días' todos los días». Once años después de aquella declaración de principios, Jaume le sigue mandando a Marta cada mañana un «buenos días». El WhatsApp ayuda. También el hecho de que desde el principio vieran lo suyo de esta manera: «Solo estamos a una hora y media». Vuelan. Siempre que viene, Marta va a recoger a su chico al aeropuerto. Como el primer día. «Y ahora somos dos, el niño y yo», matiza.

Pero antes de que Jaumet llegara al mundo como la más espabilada de las rosas el día del Libro del 2018, la relación se fue tejiendo en la distancia. Al año de conocerse, Marta y Jaume fueron de vacaciones a París. En la ciudad de la luz el catalán le regaló un anillo y le propuso noviazgo. Y hubo un «sí» pese a las reticencias iniciales de la gallega sobre las perspectivas realistas de mantener el vínculo.

«Yo no creía en las relaciones a distancia... Hoy, me compensa todo el tiempo que paso con él, es que no noto que no esté. Estamos juntos todos los días»

Hay parejas que conviven y no se ven o se evitan, parejas que la rutina deshace entre el confort y la pereza, y parejas que en la distancia crecen y ganan seguridad, encaje, fortaleza. Cada siete días tienen por norma verse. El resto, se ven y hablan de otra manera. ¿Y la distancia no amarga ni pesa? «No. Me compensa todo el tiempo que paso con él, es que yo no noto que no esté. Estamos juntos todos los días», afirma Marta. Cada mes, él viaja a Galicia tres fines de semana, y Marta y Jaumet vuelan uno a Cataluña. Esa es la pauta.

La distancia fue quizá una luz de emergencia, pero no ha sido un obstáculo para la pareja, que en el 2016 se casó en Pontevedra. En octubre de aquel año, una tarde soleada más propia de la primavera mediterránea, sonaron campanas de boda en la Peregrina. Hubo expectación, tres días de boda entre despedida de los novios y boda a la gallega (con 140 invitados, la mitad de Galicia y la otra mitad de Cataluña), pero no pedidas de mudanza ni grandes cambios a la vista de la pareja. Marta recuerda que, aprovechando un viaje que el padre de Jaume hizo a Galicia la Semana Santa previa, los novios dieron la exclusiva en una comida familiar. Fue en el momento del postre. «Lo primero que preguntó mi padre al decirles que nos íbamos a casar en otoño fue: ‘¿Y dónde vais a vivir?'. Jaume respondió: ‘Marta en Pontevedra y yo en Barcelona, como siempre'».

¿No han cambiado las cosas con el correr de los años o por el hecho de tener un hijo? «Yo ahora estoy mejor que al principio —piensa Marta—. Muchísimo mejor. Cuando estamos los tres, es especial, ellos dos se dedican mucho a jugar. Pero eso lo hacemos cuando está papá... Cuando no está no hacemos puzles, sino otras cosas. Es diferente».

El pequeño Jaumet, que cumplirá este 23 de abril 6 años (y es uno de los nueve Jaumes que residen, según el INE, en Pontevedra), conoce y comprende la situación «desde el principio».

«Nuestro hijo sabe que tiene dos casas, que nosotros estamos en Pontevedra y que su padre vive en Barcelona porque tiene allí su trabajo y cuida al abuelo»

ENTRE DOS «TERRAS»

«Él sabe que tiene dos casas, que su padre vive en Barcelona por motivos laborales y personales», debido a su trabajo y al cuidado del abuelo, del que el niño ha heredado el nombre. Todo lo relativo a Jaumet sus padres lo deciden juntos (desde el colegio al que va al momento merienda) y «¡hay gente incluso que no sabe que Jaume no vive aquí!». Hace poco se enteró, por ejemplo, el vecino del quinto... Será por esa cadencia de verse cada siete días y por la costumbre que tiene la familia de salir a comer por la rica Pontevedra.

Cuando él no está en Galicia, ella no puede ir al gimnasio, sus tardes son para su hijo. Pero si Jaume está, hay más margen de movimiento para Marta. A ella la ayudan puntualmente con el niño sus padres y su hermana, y dice que suele organizarse sin problema. Tener un hijo no fue cosa del azar, sino una decisión meditada entre la parte catalana y la gallega de esta familia con un hogar y dos casas.

Jaumet nació en Pontevedra, pero cuando solo contaba 15 días ya se fueron los tres en tren a Barcelona «la mar de contentos». De terra a terra. Y así siguen... Lo que no saben decir es hasta cuándo. Porque la convivencia está en el horizonte de la pareja.

«Vamos cumpliendo años y los viajes nos van cansando...», expone Marta, que entiende que las cosas pueden cambiar dentro de un tiempo. Se irá viendo. De momento, nada que lamentar. «Insisto en que no creía en las relaciones a distancia y, a día de hoy no cambio la nuestra por ninguna otra. Creo que lo tengo todo. Tengo los nervios y el hormiguillo de ver a mi marido cada vez que estamos un tiempo sin vernos y tengo la independencia cuando no está. A mí siento que no me falta nada. Tengo una relación como cualquier otra. Yo cada vez que estoy con Jaume, estoy de vacaciones. Son siempre días diferentes, especiales», valora Marta.

Hay gente que se gasta el dinero en un coche o en una estupenda semana de vacaciones, alega. Ellos van y vienen de vuelta. Barcelona es su ciudad de vacaciones. Y son una familia «como las demás». «La única diferencia es que estamos empadronados en sitios diferentes. Somos la misma familia en un sitio y en el otro», refuerza Marta, que confiesa que este reportaje es una sorpresa para Jaume que comparte con su hijo.

Jaume llegará a Galicia este sábado, cumpliendo con la ley de la costumbre de los fines de semana. Y mañana correrá el medio maratón Vigo-Baiona. Es lo previsto. «Te deseamos toda la suerte del mundo», es el mensaje de Marta para él. Su intención con esta sorpresa es decirle: «Estoy feliz, feliz de que se hubiera lanzado, de que lo hubiera intentado y de que se hubiera arriesgado el día de la boda de su prima Rosa, siendo el primo mayor, al que todos siguen y tienen respeto».

Si Jaume dijo sentir un flechazo al verla la primera vez, Marta siente que viven, tras once años de relación a distancia sin que se noten distancias, en «estado de flechazo».

Los dos tienen claro que «estar juntos no depende de los kilómetros físicos». «Estamos juntos siempre, todos los días. Somos diferentes, pero nos complementamos, nos ayudamos, nos respetamos, nos cuidamos. Realmente, como él dijo siempre, estamos juntos en el día a día», subraya Marta, que por Jaume se enfrenta al menos un par de veces al mes a su enorme miedo a volar.

Boig Per Tu es su canción, esa que acompañó a la novia en la entrada a la iglesia de la Peregrina hace ocho años y que para Marta no dejará de sonar.

Quizá no son «la familia estándar, la más habitual». Son una familia que, en la distancia, lleva desde el 2013 construyendo un hogar en dos comunidades, en dos casas. Y que hace que el pequeño Jaumet sea (por el abuelo materno) del Real Madrid en Pontevedra y en Barcelona del Barça...

¿Qué funciona en una relación a distancia? 

  • PAUTAR LOS ENCUENTROS. Cada pareja debe decidir la regularidad con la que quiere verse para mantener a tono la conexión, señala Marta Parella, autora de «Eres el amor de tu vida». La frecuencia depende de la pareja. «Igual todos los días no es necesario, pero el tiempo compartido es importante», aporta la psicóloga y sexóloga mariñana Raquel Graña.
  • ¿UN CONTRATO? Más que un contrato, «son necesarios esos pactos que toda pareja debe hacer», dice Parella. «Hay que planificar y pautar las visitas. Son los pequeños pactos los que permiten un equilibrio: si es una relación cerrada o es abierta, qué metas tenemos a largo plazo o cómo vamos a resolver los conflictos», amplía.
  • ¿DÓNDE PONER EL FOCO? En el contacto, en mantenerlo, dice Graña. «Cada una de las partes lo lleva de manera diferente. No podemos invalidar lo que siente el otro o hacer una sobregeneralización», dice la autora del canal Íntimas Conexiones. Comprender al otro es clave. Comer juntos online (o sincronizar el momento comida-cena) puede ser una idea.
  • UN ERROR COMÚN... es una comunicación insuficiente, según las terapeutas. La conexión emocional es la clave. No expresar lo que necesito y me preocupa de la relación causan el deterioro de la pareja. «Hay que ser claro con las expectativas», dice Parella.
  • FUTURO CONJUNTO. Se puede flexibilizar la relación sobre la marcha, pero es importante, subraya Raquel Graña, «tener un proyecto conjunto de futuro».