Ellos están felices y divorciados: «Tras dos separaciones y 7 hijos, me siento libre. No digo que no a ningún plan»

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M.MORALEJO

Son los solteros de oro de Vigo. Hay vida más allá de las rupturas matrimoniales. Y si no, que se lo digan a esta pandilla: «Ya nos conocíamos de antes y a medida que nos fuimos separando, nos fuimos encontrando», dice Alejandro Fontán

28 may 2024 . Actualizado a las 16:36 h.

Son siete y se llaman los solteros de oro, «por lo de la serie Las chicas de oro». Y lo son porque, como ellas en la ficción, han logrado vivir la vida a su manera. Están contentos y divorciados, aunque reconocen que es duro pasar por una separación matrimonial. Pero una vez superada, viven una especie de segunda juventud en la que pueden entrar y salir a su aire, hacer todo tipo de planes y conocer a mucha gente que se encuentra en su misma situación. Y es que la de los separados es una legión en auge. Cada vez son más. En Galicia se formalizaron el año pasado 4.286 rupturas matrimoniales, es decir, que hay 8.572 personas que vuelven a estar singles y no tienen que rendir cuentas de lo que van a hacer. Eso sí, todos destacan que eso no implica desatender sus obligaciones familiares ni a sus hijos. Todo lo contrario. Pero, ahora, tienen más tiempo para ellos. Y se nota.

Alejandro Fontán es uno de los pesos pesados de este grupo. Él reconoce que, al contrario de lo que a muchos les pueda pasar, siempre tuvo libertad para salir a tomar algo cuando estaba casado: «Claro que con consentimiento de la pareja. Los viernes eran sagrados. Pero si me decía que no se podía, por cualquier cosa, pues no salía, evidentemente». Con esto, lo que quiere explicar es que nunca se sintió descolgado cuando se divorció, algo que es también muy común en el resto, porque él ya salía antes y conocía a gente. Así que no le resultó difícil crear un grupo con el que hacer planes. Además, la mayoría de estos chicos de oro ya eran viejos conocidos: «Nos conocíamos anteriormente. Algunos del fútbol, otros del barrio... Y a medida que nos fuimos separando, nos fuimos encontrando». Fue así cómo formaron este grupo inseparable, que se mantiene fiel a quedar los viernes y que Alejandro los va presentando: «Pues mira, son Marcial, Moncho, Ramón, Nito, Miguel, Arturo, Pepe y yo». Explica también que, a pesar de que alguno tiene pareja de nuevo, eso no les impide seguir quedando.

Además, los nuevos integrantes siempre son bien recibidos. «Me pasó un montón de veces que algunos amigos me preguntaban si podía venir algún conocido suyo porque se había separado y se había quedado un poco descolgado. Y claro, sin problema ninguno. Muchos vienen, salen con nosotros, y luego tardan tres o cuatro meses en buscar su rumbo y su vida», explica Fontán, que reconoce que el núcleo duro permanece intacto desde hace unos siete años, justo cuando él se separó.

El caso de Alejandro es muy particular. Porque acumula dos divorcios. Con el primer matrimonio tuvo dos hijas y con el segundo, que duró 30 años, cinco descendientes más. «Además, mi exmujer trabaja conmigo. Bueno, en realidad, empezó una vez que nos separamos, porque antes no trabajaba. Nos llevamos fenomenal. ¡Hombre! Tenemos cinco hijos... Pero sigue mandando igual que antes», bromea este empresario del textil en el hogar.

Como una rosa

Si se le pregunta en qué momento vital se encuentra, él responde que en el mejor: «Estoy como una rosa». Además de su trabajo y los quehaceres familiares, los fines de semana son sagrados. En parte, porque ya tiene a los hijos criados. Antes no era así: «Cuando me separé de mi segundo matrimonio, el mayor de esa relación tenía 22 años y la pequeña, 12. En diez años tuvimos cinco hijos». E insiste en que la cita de los viernes es impepinable: «Siempre quedamos para tomar unas cervezas y luego hacemos la misma ruta. Salimos sí o sí. Pero si alguien tiene algún compromiso con la pareja, pues no viene, claro. Y luego a mí tampoco me importa salir solo otro día, porque en los sitios que voy hay un montón de gente conocida. Quiero decir que estoy metido en el rollo y si no veo a una amiga, veo a un amigo, o incluso a alguien, que he visto cinco veces por la noche y ya lo saludo, y ese día que él está solo y yo también empezamos a hablar».

Explica que esta segunda juventud no es exactamente igual que cuando tenía 25 años, pero siente que tiene una libertad total. «Tras dos divorcios y 7 hijos, yo ahora me siento libre. No digo que no a ningún plan que me apetezca hacer. Me siento con libertad de quedar con un amigo, con una amiga o de no ir con nadie. Voy aquí o allá. Donde me lleve el viento. Pero es verdad que lo primero son los hijos». Porque aunque son mayores, le gusta estar pendiente de ellos: «Siempre necesitan algo y hay que estar ahí. Para eso estamos». Eso sí, si puede se apunta a un bombardeo. «Si hay alguna fiesta que me guste, voy. No me refiero a fiestas de rock and roll, tabaco y whisky. No, no. Me refiero a conciertos. Si toca fulanito en tal sitio. Decimos: ‘¿Vamos?’ Pues vamos», añade, mientras comenta que no son los únicos divorciados que salen en pandilla por Vigo: «Hay muchos grupos de chicas. Ellas salen mucho más juntas. De hombres, así que salen los viernes, contaditos con la mano. Pero de mujeres, un montón».

En cuanto a las relaciones sentimentales, Alejandro da a entender que ahora mismo está muy bien como está. «Claro que se liga. ¡Y no queremos ligar mucho! Con las de mi edad o un poco menos, de 50 o 55 años». Eso sí, reconoce que apenas ha usado las redes sociales: «El otro día me metió en Instagram mi hija que vino de Inglaterra y ni lo uso. Yo tengo WhatsApp, que es para el trabajo, y ya me llega. Es que si encima tuviera Tinder, apaga y vámonos...». Él es más de moverse en el campo de batalla, es decir, en el cara a cara: «Yo voy de frente, pero a hablar. Veo muy frío ligar por las redes sociales. No me gusta. Prefiero estar en el barro. El cara a cara. Y, venga, a recibir negativas. Y, a lo mejor, te sale bien y empiezas a hablar con esa persona y luego quedas como amigo. O te ves un día y otro...»

Alejandro y su pandilla suelen frecuentar los mismos sitios. «No vamos a locales donde haya mucha chavalada. Preferimos ir donde haya una media de 35 a 55 años. Nosotros tenemos un poquito más, pero no pasa nada, porque le damos ambiente», bromea. Uno de sus locales de referencia es, sin duda, A Mina. Es el punto de encuentro de estos solteros de oro para empezar la noche de los viernes. Pero, a veces, Alejandro también va a las sesiones de First Date, extraoficial, el primer miércoles de cada mes: «Pero nunca me dieron un posavasos. Bueno, el otro día recibí uno», que es donde las posibles parejas escriben sus mensajes si hacen match.

Y es que Alejandro todo se lo toma con buen humor: «Seguro que cuando nos ven en pandilla, más de uno dirá: ‘Aí veñen’. Jajajá. Habrá gente que diga eso. De hecho, una chica que está ahora con uno de la pandilla no quería salir con él porque teníamos mala fama. Y ahora se da cuenta de que la gente largaba sin saber», comenta. Claro que sí, que digan lo que quieran.