Elena Jiménez, profesora de ballet: «Hay alumnos que mejoran en matemáticas haciendo danza. Ayuda muchísimo»

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Mario Poyato

Mientras daba clases en su academia, demostró que algunos estudiantes que no eran tan buenos con los números entendían conceptos bailando que no asimilaban en clase. Fue así cómo pudo compaginar sus dos grandes pasiones

02 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Elena Jiménez vive entre la danza y las matemáticas. Esas han sido sus dos grandes pasiones desde que era muy pequeña y lo siguen siendo ahora también. Dos mundos que, aparentemente, no tienen nada que ver, pero que ella ha podido demostrar que no es así. Todo lo contrario, aunque parezca mentira.

«Desde pequeña siempre compaginé los estudios con la danza, pero nunca pensé en dedicarme profesionalmente, aunque se me daba bien. Sabía que era un mundo difícil y siempre tuve claro que, además de bailar, tenía que estudiar. Pero la danza me la he tomado siempre muy en serio, a pesar de que no la veía como una profesión», dice. Fue así cómo se matriculó en Telecomunicaciones por no desaprovechar la gran nota que tenía en selectividad: «Pero no me gustó, me cambié a Matemáticas, que era realmente mi pasión.

Más tarde descubrí que están muy relacionadas con la danza. Y mientras estaba estudiando, seguí bailando muchísimo. Tres o cuatro horas diarias. Acabé la carrera en plena crisis e iban a cerrar la escuela donde estaba bailando. Mi pareja de entonces me animó a cogerla, porque yo ya daba clases a los niños más pequeños. Lo pensamos y dijimos: ‘Vamos a intentarlo’».

Fue así cómo se convirtió en la directora de Eszena Danza, mientras se formaba en el Conservatorio Superior de Danza para tener un mayor conocimiento sobre cómo dar clase. «Los dos primeros años nos costó muchísimo, pero a partir de ahí ya teníamos una metodología que emplear. Y todo fue mejorando. Decidí hacer un proyecto de fin de estudios de danza y matemáticas, porque empecé a ver que tenían muchísima relación. Vi que en las coreografías se utilizaba mucha geometría, que eso es más obvio. Los círculos, las líneas, muchos dibujos geométricos...; pero luego también se utilizan muchas combinaciones aritméticas. Un coreógrafo muy conocido, George Balanchine, lo hacía incluso a propósito. En plan: ‘Cojo a 12 personas y todas las combinaciones que pueda hacer entre esas 12 durante la coreografía’. Vi que la danza se inspiraba mucho en las matemáticas», indica.

En Estados Unidos

Tanto le impresionó que decidió aplicarlo también a sus clases. «Es muy interesante cómo puedes enseñar Matemáticas a través de la danza. E hice unas sesiones basándome en otras que se habían realizado antes en Estados Unidos y en el Reino Unido. Son muy novedosas. Los niños estudian conceptos matemáticos como la probabilidad, pero también las progresiones aritméticas, geométricas, y es una forma de que muchos tengan más interés por las matemáticas y le vean una aplicación más práctica. Que cobren más sentido», comenta. Además, el resultado no pudo ser más satisfactorio: «Lo probé con niñas de mi escuela pequeñitas, de 8 a 9 años, y luego estuve también en el Instituto Cervantes de Madrid con niños de secundaria, y la verdad que muy bien. Me lo decían los profesores, que alumnos que no eran tan brillantes en clase de Matemáticas mejoraron con estas sesiones, se veía que entendían conceptos que en clase les costaban más. Dio muy buen resultado y son sesiones que pueden ayudar mucho a niños que no están tan motivados, porque en un papel les cuesta más». Está claro que es una manera de la que entren por los ojos, nunca mejor dicho. «Hay muchos alumnos míos que me dicen que a ellos también se les dan muy bien las matemáticas. Y si lo piensas, en clase de danza estás acostumbrado a realizar combinaciones de números constantemente, a dibujar la geometría en el espacio... Y claro, luego llegas al colegio o al instituto y lo ves todo más fácil. La danza ayuda muchísimo, y hay alumnos que mejoran en esta asignatura haciendo danza. Yo tampoco sabía antes por qué se me daban tan bien, hasta que me di cuenta de que las estaba practicando constantemente», explica.

Mario Poyato

A Elena Jiménez le hubiera gustado seguir profundizando en esta nueva metodología, pero reconoce que el día a día en la escuela le absorbe mucho tiempo, porque, además, están logrando grandes resultados con algunos de su alumnos. Como Claudia Ávalos que, con apenas 15 años, ha sido seleccionada por una de las mejores academias de ballet del mundo: la Royal Ballet School de Londres. O Miguel Rojo, que también fue seleccionado por la Joffrey Ballet Schooll de Nueva York. O Adela Barbón y Sara Estades, a las que también escogió el Ballet Nacional.

Elena explica que la danza está «cogiendo un poco más de auge», y todo gracias a las redes sociales: «La gente se pensaba que bailar era una ñoñería, pero al ver a la gente hacer esa piruetas, esos giros, esos saltos..., se han dado cuenta de que realmente son deportistas de élite, que además expresan. Y eso nos ha permitido que la gente conozca un poquito más la realidad del ballet». También le gustaría desmontar mitos, como, por ejemplo, que se les exige a los alumnos tener una delgadez extrema. «En la antigua enseñanza sí que eran mucho más exigentes, pero ahora eso se está cuidando mucho más en todas las escuelas. Por ejemplo, Claudia Ávalos fue ahora en enero a una escuela alemana y se fijaban mucho en el peso que tenía, pero para todo lo contrario, para que no estuviera demasiado delgada. Eso está cambiando mucho. Se mira mucho la salud del bailarín. Si tú estás formando a alguien, quieres que te dure tanto mentalmente como físicamente. Y se sabe perfectamente el peso que debe tener un bailarín para soportar toda la carga de horas que necesita de entrenamiento», cuenta.

35 Horas a la semana

Lo que no ha cambiado es el esfuerzo y el sacrificio que los bailarines tienen que dedicarle a la danza y explica que, mientras estudiaba la carrera, ella le dedicaba 35 horas semanales. «Claro que tienen que tener unas condiciones físicas mínimas, pero podría hacer danza más gente de la que se cree si le dedican trabajo y horas. Pero hay que sacrificar esas horas en una época muy complicada, que es la adolescencia. ¿Va a preferir un adolescente dedicarle 5 o 6 horas diarias a la danza, además de los fines de semana, frente a salir con sus amigos? Es complicado. Tienes que trabajar mucho y no solo físicamente, sino que también requiere mucha concentración». Y encuentra otra similitud con las matemáticas: «Es igual que, si quieres ser un buen matemático, no te sirve solo con ir a clase, sino que luego tienes que estudiar en casa. Con la danza pasa un poco lo mismo. Tú vas a clase, pero luego imagínate que necesitas tener más fuerza en los pies, pues eso luego tú lo tienes que trabajar en casa, y no todo el mundo está dispuesto a emplear ese tiempo». Pero eso no significa que no puedas vivir de tu pasión. Con esfuerzo todo se consigue. Que se lo pregunten a Elena, que ha logrado compaginar sus dos grandes pasiones.