Niñofobia, ¿un fenómeno al alza en Galicia? «Sí que existe un recelo hacia los niños»

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El rechazo hacia los niños ya es algo más que una sensación de los padres. Un sociólogo, un alojamiento para adultos y varias inmobiliarias explican las claves del fenómeno: «Aún no está muy estudiado por qué la gente tiene un perro y no un hijo»

21 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No es algo tangible ni cuantitativo. Más bien, una sensación que acompaña a muchos padres que aseguran que las acciones más rutinarias y aparentemente anodinas se convierten en una auténtica odisea. Aparcar en una plaza contemplada para familias o que, al menos, tenga el espacio suficiente para sacar del coche a los niños con toda su artillería es prácticamente inviable. Lo mismo que encontrar un párking con ascensor o a gente civilizada que le dé prioridad a la sillita del bebé en los centros comerciales —la tienen, al igual que las embarazadas, los usuarios de edad avanzada y los que se desplazan en silla de ruedas—. Dar con un cambiador para poder hacer algo tan básico como ponerle un pañal limpio al bebé en cualquier establecimiento de hostelería es algo así como hallar un trébol de cuatro hojas. Cuentan muchas familias que las miradas acechantes, como esperando a que el niño cometa una atrocidad reprochable, se suceden de forma alarmantemente habitual a la hora de sentarse en una terraza, de extender la toalla en la playa o de ocupar el asiento de cualquier transporte público.

Del mismo modo, de vez en cuando trascienden noticias en Galicia que avivan la polémica. Recientemente ocurrió con un anuncio de un piso en alquiler cuyo propietario no admitía niños en A Coruña. También con un restaurante de A Costa da Morte que en su propia página de reservas advierte que, si los menores de 12 años no van a estar en todo momento sentados en la mesa con sus padres, mejor que estos se abstengan de reservar. Cabe plantearse qué está pasando. ¿Es la niñofobia realmente un problema presente en Galicia, o solo una sensación producto de una sociedad cada vez más polarizada?

«El prestigio social de tener un hijo se ha hundido como consecuencia de un proceso de individualización en el que se ha pasado a considerar a los niños como algo privado y de responsabilidad exclusiva de los padres, en lugar de como algo público», explica Luis Ayuso, catedrático experto en sociología de la familia, parejas y sociedad digital, que indica que ahora tenemos muchos menos hijos que antes, «por lo que estamos menos acostumbrados, y eso da lugar a que en ciertos círculos levante rechazo. Se conciben como problema de los padres, y no se tiene conciencia de que los niños no son solo hijos de los padres, sino que también son hijos de la sociedad. Y hacen ruido, lloran, se pelean... lo que supone la crianza».

Luis Ayuso, catedrático experto en sociología de la familia, parejas y sociedad digital.
Luis Ayuso, catedrático experto en sociología de la familia, parejas y sociedad digital. ÁLEX ZEA

CIUDADES PARA ADULTOS

«Las ciudades —continúa— no están enfocadas a los niños, que cada vez tienen un contexto menos favorable. Pensamos en potenciar la movilidad sostenible, como ocurre con los carriles bici, y la de las personas mayores, porque son más numerosas, pero no en ellos. Incluso las viviendas son cada vez más pequeñas».

Precisamente el acceso a la vivienda, uno de los principales problemas de la sociedad moderna, puede llegar a complicarse incluso más cuando se busca piso como familia con menores a cargo. «No es habitual, pero sí que está flotando por ahí. Un profesional bajo unas reglas de ética, decoro y demás nunca debería publicar un anuncio en el que se prohíben niños. Esas cláusulas no se pueden estipular, son casi estigmas sociales. Aunque sí que es cierto que eso de las condiciones particulares es un poco eufemismo, porque el perfil se elige en base al criterio del propietario», señala Alexandre Álvarez, de Procesos Inmobiliaria, que coincide con el resto de las consultadas en que, sobre todo, se trata de una cuestión de seguridad jurídica desde que con la nueva Ley de Vivienda las familias con menores pueden declararse en situación de vulnerabilidad.

Alexandre Álvarez, de Procesos Inmobiliaria.
Alexandre Álvarez, de Procesos Inmobiliaria. ANGEL MANSO

«El problema son las dificultades que encuentra, cada vez más, el arrendador frente al arrendatario. La parte débil termina siendo el primero. Antes, el niño se veía más como un posible foco de desperfectos en la vivienda; ahora, es como un lastre a la hora de deshacerte del arrendatario, si tienes que alzarlo por impago. Si este inquilino no me paga, el ayuntamiento dice que tiene un problema de vulnerabilidad, entran los servicios sociales, el juez falla a favor del inquilino, y tengo yo el problema», indica Juan Arrojo, gerente de la inmobiliaria Fontela 2000, que en abril fue noticia al anunciar un dúplex en A Coruña con la siguiente condición: «No se aceptan mascotas, ni menores».

«Es verdad que algún cliente en casos puntuales te puede decir que no quiere niños, igual que hay quien te dice: ‘No quiero a una persona en silla de ruedas porque me raya el parqué’. Me pasó una vez», indica José Núñez, de la inmobiliaria Metrópoli, que apunta que estas situaciones se dan, entre otras cosas, por una demanda disparada en las ciudades gallegas: «Hoy en día el propietario puede escoger, pone un anuncio y elige entre los candidatos. Eso hace diez años no pasaba. Alquilabas a quien te quería el piso, y dabas gracias de que te lo alquilasen para no tenerlo vacío dos meses más». Lo que más se encuentra, dice, son personas de edad avanzada que quieren curarse en salud: «Hay mucha gente mayor que es un poco más reacia y te dice: ‘Es que me van a rayar las puertas, me van a pintar las paredes…’. Y tú les respondes que no es un problema, porque para eso hay unas fianzas y unas garantías». Alexandre Álvarez puntualiza, además, que lo que se estila es alquilar con seguro de protección de impagos, con lo cual la operación está más respaldada desde el punto de vista económico. «Lo triste es que cada vez más nos vamos a la parte de los números a la hora de decantarnos por un inquilino u otro», afirma.

El ocio también ofrece cada vez más alternativas sin niños. Es el caso de El Abuelo de Arcos, una casa de turismo rural con mucho encanto que dispone de siete dormitorios dobles para parejas mayores de 18 años. Sin embargo, en el espíritu de este negocio no hay en ningún modo rechazo a los niños. De hecho, el perfil mayoritario en este alojamiento son, precisamente, padres.

Fredi, propietario de la casa de turismo rural para adultos El Abuelo de Arcos.
Fredi, propietario de la casa de turismo rural para adultos El Abuelo de Arcos.

«Alojamos solo adultos porque básicamente es un sitio muy tranquilo, donde el tipo de habitación está pensado para parejas y no tenemos cabida para camas supletorias. Es una finca también un poquito especial y tiene varios desniveles, por lo que puede ser algo peligrosa para los niños, igual que la piscina, que es infinita. Pero, sobre todo, lo principal es por la tranquilidad. Nuestro perfil mayoritario es el de clientes que tienen hijos, pero que cogen unos días para reconectar en un sitio en el que, ya que no traigo a mis hijos, no me molesten los de los vecinos que tengo alrededor. Se van con las pilas otra vez cargadas para casa», explica Fredie, su propietario, que tampoco aloja mascotas: «El de los animales es un tema más especial, no le gustan a todo el mundo, hay alérgicos; y luego, la decoración y el enfoque de la casa no están pensados para mascotas».

El de los perros es, sin duda, un asunto espinoso cuando toca hablar de niñofobia. Pero si bien cada vez es más fácil que un local de hostelería tenga bebedero para ellos, es innegablemente complicado encontrar un cambiador para bebés en un cuarto de baño. «Hemos proyectado esa emocionalidad en los animales. El perro tiene una vida media de 13 o 14 años y nos dan menos problemas que los niños. Además, tendemos a parejas menos estables, y el hijo te ata mientras que el perro, no. Y si lo hace, tiene fecha de caducidad. El hijo en circunstancias normales te va a sobrevivir a ti. El fenómeno lo vemos claramente, pero no está muy estudiado por qué la gente tiene un perro y no un hijo», señala Ayuso.

También brillan por su ausencia las políticas poblacionales y familiares en nuestro país para el sociólogo. ¿Cómo es posible que habiendo un problema demográfico tan grave no se prioricen las facilidades tanto para tener hijos como para criarlos? «No se hacen este tipo de políticas porque se consideran conservadoras. Todavía nos recuerdan a los premios de natalidad del franquismo, que en realidad eran solo simbólicos, pero la cuestión se ha instrumentalizado políticamente. Y hay una escasa conciencia de lo que esto va a suponer», asegura el catedrático, que confirma que lo necesario es hacer políticas de juventud.

¿CUESTIÓN DE RECURSOS?

«No tenemos políticas para los jóvenes. Sin entrar en ideologías, hay que intentar que se emancipen pronto y que establezcan relaciones de pareja estables, que son las que mayoritariamente suelen tener hijos, aunque también sea posible la maternidad en solitario. En definitiva, necesitamos políticas en las que se vea tener familia como algo positivo, y no solamente seguir incidiendo en lo complicado que es», analiza Ayuso, que defiende que el tener hijos se ha dejado al devenir de las familias: «Todo el mundo debería poder elegir si quiere tenerlos o no. El drama en España es que hay mucha gente que quiere y no puede, por una cuestión económica. Y lo mismo pasa con los tratamientos de fertilidad. Como hablamos en el Congreso Nacional de la Sociedad Española de Fertilidad, que tuvo lugar el pasado mes en A Coruña, los tratamientos tienen que impulsarse desde el sistema de salud público y sin lista de espera. No puede ser que solo pueda tener hijos quien tenga dinero». La cuestión cultural también pesa. «De la misma manera que hemos implantado que hay que hacer deporte y llevar una dieta sana, tenemos que transmitir la idea de que hay que ser padre pronto. Y plantear políticas de conciliación, porque los trabajos son precarios», añade.

Por el contrario, el ser humano continúa individualizándose con niños cada vez más precoces y abuelos menos implicados, «gente mayor que dice: ‘Oye, tus hijos son tuyos, cuídalos tú, que tengo 70 años, me quedan 20 y quiero vivirlos bien’. Pero esa generación que ahora habla así, sí se benefició en su día de que sus padres cuidaran a sus hijos mientras ellos trabajaban y vivían. El proceso de modernización tiene una cara b, que es la deshumanización», concluye. Y de él deriva, también, el rechazo a los niños.