Virginia del Río: «El día que cumplíamos 39 semanas juntos, dejé de notarlo»

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Esta periodista perdió a su hijo Uriel justo al final de su embarazo. Seis años después ha escrito un libro para ayudar y acompañar a familias que pasen por lo que ella pasó

05 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Este libro es la amiga que me hubiera gustado tener a mi lado cuando perdí a mi hijo». Solo es uno de los muchos mensajes que recibe Virginia del Río (Cádiz, 1977) a través del blog Tengo una estrella, esa ventana que abrió en internet en el año 2018, meses después del 23 de enero, el día que el corazón de su hijo Uriel dejó de latir dentro de ella, a las 39 semanas de vida. Arrancó ese blog con la necesidad de servir de apoyo a todas las personas que pasaran por una situación tan traumática como la que sufrió ella, «para que ninguna se sintiese tan sola como me sentí yo aquella tarde en la que, ya vestida con el camisón de hospital y mientras me cogían la vía, miraba a la nada con la vista perdida pensando cómo era posible que aquella desgracia solo me hubiera ocurrido a mí». Porque además, al inmenso dolor imposible de describir con palabras que produjo esta situación, se sumó el gran desconocimiento de lo que le estaba pasando: nunca había oído hablar de la muerte perinatal, el término médico para definir la que se produce desde la semana 22 de gestación hasta los 28 días después del parto y que afecta a miles de familias cada año. Concretamente, en España fallecen alrededor de 2.000 bebés, según datos publicados por la Asociación Umamanita.

« El libro es una ventana al futuro que existe, aunque parezca mentira, después de haber vivido la muerte de un hijo»

Ahora, seis años después, ya se siente preparada para dar, además de apoyo, esperanza; y ha presentado La habitación de Uriel, un libro escrito desde el corazón con el que intenta abrir «una ventana al futuro que existe, aunque parezca mentira, después de haber vivido la muerte de un hijo». Editado por Carambuco narrativas, es un relato inmensamente personal y sincero en el que habla de todo lo que vivió y la gente que la acompañó, pero también de las situaciones que podrían haberse evitado, por las que cree que no debería pasar nadie en su situación. «Ahora estoy preparada para dar esperanza a los demás, para poner en contexto la historia, el camino hacia la supervivencia», explica por teléfono; porque, sobre todo, es una mujer valiente y optimista que aprendió a seguir viviendo, a pesar de hacerlo con el inmenso poso que le dejó la muerte de Uriel, cuando su vida en común no había hecho más que empezar.

EL EMBARAZO IBA BIEN...

Ya desde el principio del libro deja claro que lo que cuenta en él no se acerca ni de lejos a lo que vivió en todo este tiempo, pero intenta acercarse para narrar la historia «de cómo sobreviví al caos que supuso la muerte de mi hijo y cómo aprendí a vivir de nuevo después», escribe. Y no podía empezar de otra manera que explicando la niña que fue, que soñó con ser madre desde que era pequeña, y de los procesos por los que pasó para lograrlo, después de cuatro inseminaciones anteriores sin éxito, un ciclo más que hubo que cancelar por hiperestimulación ovárica y una fecundación in vitro. El embarazo fue bien, la última visita a monitores previas al parto también, «pero el día que cumplíamos 39 semanas juntos, dejé de notarlo».

El día que decidió contar su historia en internet la repercusión fue enorme: primero en sus redes sociales, después con la apertura del blog y, a raíz de aquello, con intervenciones y entrevistas en medios de comunicación. Se asombró de la gran cantidad de gente interesada en escuchar a una mujer que hablaba sobre el duelo perinatal y, a la vez, sentía satisfacción al poder rendir homenaje a su hijo y a todos los bebés fallecidos en las mismas circunstancias: «Empezaba a rescatar algo bonito de todo el caos y el desastre», cuenta en su libro. Y lo sigue haciendo seis años después: «Todos los días recibo cuatro o cinco mensajes, hay algunos que hasta una docena, de mujeres que me cuentan que les acaba de pasar, que se han sentido comprendidas al leer mi libro… Mujeres que llegan a mí buscando lo que buscaba yo entonces y no encontré», reflexiona. Hasta ahora, ha podido compaginar con su trabajo de guionista la gestión de esta bitácora que se ha convertido en imprescindible entre un colectivo —que, aunque pequeño en las estadísticas, es importante— ; sin embargo, en los últimos meses ha concluido una formación en duelo con la que ha decidido profesionalizar este servicio de acompañamiento al que se quiere dedicar de manera exclusiva en un futuro cercano.

«El libro está centrado en el duelo por la muerte perinatal, pero creo que puede ayudar a cualquier persona que sufra la muerte de un ser querido», subraya. Un duelo que define con una simpleza que cualquiera puede entender, pero con una crudeza que estremece: «Es despedirte de la vida de antes, que ya no es la de ahora; es recoger todos los pedazos rotos y cargar con ellos, sin saber si podrás recomponerlos; es aprender a caminar de nuevo, cuando pensabas que ya sabías volar; es un sentimiento que tiene que encontrar de nuevo un lugar en tu historia».

En la de Virginia del Río juega un papel fundamental su familia, que la acompañó, la abrazó y sufrió con ella durante todo el proceso de duelo; con los que aprendió que «nadie olvida a alguien que quería y ha muerto porque los demás dejen de mencionarlo, porque reconforta ver que no eres la única persona que les recuerda o les echa de menos». Porque Uriel sigue presente tanto entre los que ya vivían cuando murió, como los que llegaron después; y porque «hablar de él no solo me ha ayudado a sanar a mí, nos ha ayudado a sanar a todos», explica en su libro.

EMPATÍA DE LOS SANITARIOS

Un año después de abrir el blog, recibió una invitación para participar en el primer curso multidisciplinar de formación en casos de muerte perinatal para profesionales sanitarios que se hacía en España. Habló ante ginecólogos, enfermeros, matronas y psiquiatras y, pese al dolor que aún sentía al relatar su experiencia, recuerda que se sintió iluminada por la conexión que todos sintieron con su dolor y su historia.

A día de hoy, sigue en contacto estrecho con este colectivo: «Recientemente recibí un mensaje de una enfermera que me dijo que acababa de leer mi libro y que lo tuvo muy presente en la muerte de un paciente». En estas ponencias trata de explicar cómo el cariño y la empatía de los profesionales sanitarios preparan al paciente para el camino del duelo que empezarán cuando abandonen el hospital. «¿Qué cuesta llamar al bebé por su nombre, sobre todo si acaba de morir?», les pregunta. Porque leer en un informe palabras como feto o legajo de criaturas abortivas hace mucho daño. También lo hace el no poder inscribir a un hijo en el libro de familia, un gesto sin implicaciones legales, pero que ayuda a visibilizar un drama que sigue siendo tabú.