Americanos y rusos en busca de su gran boda europea

Sara Cabrero
Sara Cabrero REDACCIÓN / LA VOZ

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A este lado del mundo, los enlaces son más especiales. Eso es lo que piensan muchas parejas del otro lado del charco que, sin tener ningún vínculo con el Viejo Continente, no dudan en movilizar a toda su familia para celebrar aquí su día más especial

20 jul 2024 . Actualizado a las 14:04 h.

Allá por el 2002 las nupcias europeas se convirtieron en toda una obsesión al otro lado del charco. ¿La culpable? Mi gran boda griega, aquel mítico largometraje escrito y protagonizado por Nia Vardalos que conquistó el corazón de millones de espectadores que la convirtieron en la película más taquillera de aquel año.

Más de dos décadas después, eso de casarse en el Viejo Continente sigue teniendo un punto de exotismo que ha logrado ya convencer a un buen puñado de americanos —y también de rusos— que se decantan por poner tierra de por medio y dar el sí quiero lejos (muy lejos) de su hogar.

La cultura, la estética, la forma de entender los casorios y, sobre todo, la gastronomía son razones más que de peso para que cada año parejas procedentes de países como Estados Unidos y Rusia decidan hacer las maletas, montar a sus familias y amigos en un avión, recorrer miles de kilómetros para celebrar un enlace que en sus países de origen sería impensable.

Dentro del sector este fenómeno se conoce como destination weddings que consiste, básicamente, en parejas que vienen a casarse a un lugar determinado sin tener ninguna vinculación aparente con dicho emplazamiento: «En Galicia no hay muchos casos, pero hay compañeras wedding planner que están especializadas solo en eso, que el 80 % de su negocio son este tipo de bodas. Estas suelen estar situadas en las zonas de la Costa del Sol y en la Costa Brava y hacen eventos para americanos o rusos que tienen un alto poder adquisitivo y que vienen a casarse aquí porque comen fenomenal», explica Marta Rivadulla, fundadora de la empresa de organización de bodas y eventos El Sofá Amarillo.

La gastronomía es una razón, pero hay muchas más. Tal y como relata esta experta, en España o en Italia (otro de los países que consiguen encandilar a los novios) las bodas duran casi medio día, mientras que en sus países de origen se alargan como mucho durante cinco horas. La cultura que rodea aquí estos eventos, tan cuidados con todo lujo de detalle, también llaman mucho la atención: «Su percepción estética de las bodas europeas es muy alta. Les gusta mucho los vestidos, la decoración floral, la iluminación, el concepto que tenemos del cóctel, de la cena y del baile posterior...».

Pero detrás de todo esto también hay un importante concepto económico. Porque casarse en España, en Portugal o en Italia es muchísimo más barato que repetir la escena en suelo americano. «En Estados Unidos, la misma boda, con los mismos servicios y proveedores contratados puede llegar a costar hasta cuatro veces más que aquí», resume Marta Rivadulla. Las facturas de conceptos como las flores se reducen en nuestro país a la mitad, también los honorarios de las planificadoras o incluso los menús: «Por sorprendente que parezca, les compensa trasladar a todos sus invitados hasta aquí porque van a tener una boda mucho más especial por un precio mucho más reducido de lo que les costaría allí», explica la fundadora de El Sofá Amarillo.

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Marta y su equipo saben lo que es organizar un evento de este tipo. En el 2021 ayudaron a Maddie y Adam a sellar su amor en una Abadía del siglo XII en pleno corazón de la Ribera del Duero. Americanos y residentes en Londres, su amor por España les hizo decantarse por nuestro país para vivir uno de los días más especiales de sus vidas. 

Galicia también enamora

En Galicia también ha resonado algún acento americano. En Tomiño, por ejemplo, celebraron su boda con ciertos aires neoyorquinos Cristina y Adrian. En las venas de ella corría sangre gallega. Hija de emigrantes gallegos que en los años setenta decidieron salir a buscar el sueño americano, ella (nacida al otro lado del charco) nunca renunció a sus raíces y, llegado el momento de pasar por la vicaría, no dudó en hacerlo en la tierra de sus antecesores. Aquí montaron una boda de ensueño las chicas de El Sofá Amarillo: «Ella quería que su boda tuviera marisco gallego, su banda de música y que la ceremonia fuera en la iglesia de su pueblo, esa en la que había hecho la comunión», relata Marta Rivadulla.

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Otro de los destinos que está ganándose un hueco en esto de las bodas internacionales es Portugal, donde gastronomía, clima y paisaje también forman una tríada perfecta. Precisamente este fue el lugar que escogió Marissa Forrest para casarse con su marido Ben. Ella, californiana, él, londinense, su único nexo de unión con la ciudad lusa fue que ambos quedaron prendados de ella en uno de los viajes que realizaron y no dudaron en que ese debía ser el lugar. «Nos encanta la comida, las vibraciones de la ciudad, la gente... Cuando empezamos a pensar dónde nos podíamos casar, Lisboa surgió inmediatamente en nuestras mentes. Además, vimos que había un vuelo directo desde San Francisco, por lo que mi familia y amigos podrían venir fácilmente a la boda. ¡Y el vuelo era bastante asequible!», explica esta novia que celebró hace unos meses su boda europea.

Londres también quedó descartado puesto que, tal y como explican, era extremadamente caro para lo que ellos buscaban. Y el tiempo tampoco decantaba la balanza a su favor: «Quería tener la garantía de un buen clima y en el Reino Unido eso es imposible; da igual si es verano que invierno».

También acabó encandilando a esta pareja la forma que tenemos en este lado del mundo de entender las bodas: «En Estados Unidos, las bodas empiezan a las seis de la tarde y, como mucho, se alargan hasta las once de la noche. También hay límite en las bebidas, porque solo se ofrece cerveza y vino o hay que pagar por cada bebida a mayores que se toman los invitados. Nuestra boda tuvo barra libre y eso allí es impensable porque, además, es realmente caro», cuenta Marissa que, además, tira de calculadora para poner negro sobre blanco algunas de las cifras que analizaron antes de tomar su decisión: «En California, probablemente tendríamos que haber gastado el triple o incluso más para tener la misma boda que tuvimos en Lisboa. Siento que para tener comida de alta calidad, un buen servicio y otros detalles como las flores y demás, en Estados Unidos tienes que pagar una verdadera fortuna».