Marianna, de Viveiro al círculo polar ártico: «Tardé cuatro días y cogí cinco aviones para recorrer 7.478 kilómetros y ver a mis padres»

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PEPA LOSASA

Las visitas de la viveirense Marianna Sozonova a sus padres la obligan a hacer planes estilo Marco Polo  para llegar a Cherskiy, un lugar gélido, que en invierno solo conoce la noche y en verano siempre hay luz

24 jul 2024 . Actualizado a las 13:59 h.

Tengo a mis padres a veinte minutos en coche. Incluso si quisiese ir andando de Viveiro a Cervo, según san Google serían unas cuatro horas caminando. Aunque un caso reciente en A Mariña que llamó la atención fue el de un ciclista que fue de Ribadeo a Gijón... ¡y llegó antes que el tren! Ahora, hay que armarse de paciencia si a uno no le queda más remedio que gastar cuatro días y coger cinco aviones para ir de un punto a al b. Es la odisea de la viveirense Marianna Sozonova. Un total de 7.478 kilómetros separan Valcarría de Cherskiy, donde están su padre Iván Sozonov (76 años), que comparte fecha de nacimiento y nombre con su nieto y fue piloto de expediciones al círculo polar ártico, algunas sobre cambio climático, y su madre Ekaterina Sozonova (70), con ramas familiares de los boyardos Burnashov (es rusa y ucraniana). Su hija es de un pueblo yakuto yakuto, túrquico que conforma el mayor grupo autóctono de Siberia, habitantes del llamado «polo del frío». En el siglo XVII se descubrió oro allí, atrayendo a numerosos rusos a la región. Marianna enseña orgullosa fotos de su tierra. ¡Alucinantes! Me evocan a la cultura esquimal, sobre todo las estampas pescando la familia en un lago congelado. En otras, ella, rifle en mano, aparece cazando. O subida en la moto de nieve. O con sus padres junto a una cabaña con invernadero y paneles solares. Rodeada de un paisaje único y especial. El manto blanco de la nieve alrededor parece perpetuo y cegador. Declara ella: «El clima es horroroso. Cuando me fui de allí esta vez, la temperatura era mucho mejor que aquí, porque en verano el sol está las 24 horas. No hay noche durante unos tres meses. Pero en el invierno, siempre es noche. En las despejadas puedes ver estrellas enormes y la aurora boreal, que es preciosa... ¡Y no es verde! Es multicolor. Es muy bonito». Situado al nordeste de Siberia, el termómetro allá se desploma en la temporada fría hasta un verdadero infierno, pero inverso: gélido. Su localidad natal acogió en su momento 15.000 habitantes; ahora se redujo a unos 2.500, lamenta Marianna: «Después de la Perestroika empezó a abandonar la gente el lugar; se quedó en nada. Se marchaban para ir a ciudades grandes como Moscú o Yakutsk. Hay muchas nacionalidades: yakutos, dolgany, evenky, eveny, yukagiri...». Con su hijo Iván ya está trabajando el contacto con sus raíces, a través de los cuentos, señala. Para que no se pierdan y el apego a la tierra más al norte continúe.

Marianna Sozonova, flanqueada por sus hermanos y sus padres Iván y Ekaterina, con los que estuvo 40 días en su último viaje de visita a su tierra natal: Cherskiy
Marianna Sozonova, flanqueada por sus hermanos y sus padres Iván y Ekaterina, con los que estuvo 40 días en su último viaje de visita a su tierra natal: Cherskiy

SE MARCHÓ A LOS 17 AÑOS

Ella dejó su pueblo con 17 años: «Cuando terminé el bachillerato me fui para seguir estudiando a Yakutsk y después a Moscú, primero arte y teatro. Lo dejé y pasé a turismo. Me gustaba y me interesaba todo, pero descubrí que viajar y trabajar con turistas son cosas diferentes». La búsqueda de un camino propio en su vida la fue alejando de su tierra natal, a la que volvió de visita hace 20 años, recuerda, pero ya no con idea de «vivir permanentemente». Antes de la pandemia, sus padres realizaron el viaje que evoca la gesta de Marco Polo desde la otra punta del continente euroasiático hasta la nuestra, en el 2020: «A mi padre no le gustó el clima de Galicia por ser muy húmedo, pero sí que le gustó por bonito. Y lo que más, los vecinos de Valcarría, que son muy buenos. A mi madre no le gustó cómo cortan aquí el pan, porque lo hace en lonchas finitas finitas. El pescado sí, de buena calidad. Para ellos es complicado volver, por edad y porque el viaje es muy largo. Si a mí me cansa, imagina a una persona de 70 años». La diferencia horaria es de 11 horas. Su hija está «tranquila» pese a la distancia: «Estoy acostumbrada, mi mentalidad es diferente y en todos los sitios estoy a gusto». El WhatsApp permite hoy conexión casi al instante.

Por otro lado, la guerra en Ucrania ha tenido un efecto inmediato en la última planificación de Marianna para ir ver a sus padres, obligándole a dar más vuelta de lo habitual: «Las fronteras entre Rusia y Ucrania están todas cerradas. Pensaba viajar a través de Finlandia, pero tampoco se puede. Tuve que pasar por Turquía. Así, me fui de Oviedo a Orly-París, de Orly-París a Estambul, de Estambul a Moscú (con retraso de diez horas), de Moscú a Yakutsk, la capital de Yakutia, donde pasé una noche en casa de mi hermano y aproveché para ver a amigos y familiares. Después, a las cuatro de la madrugada me fui al pueblo de mis padres. En total, cinco aviones y un montón de horas de viaje, pero no las calculé. La ida fue mucho más fácil, no sé si era por la energía de querer ver a mis padres». A la hora de pagar billetes de vuelos se topó con trabas relacionadas con las sanciones: «Menos mal que aún tenía la tarjeta rusa».

Para Marianna Sozonova subir a un avión es coser y cantar: «Cuando era pequeña, aún no sabía andar y ya viajaba con mi padre. Me llevaba a todos los lados, a pueblos lejanos. Yo ya estaba preparada. Además, allí por tierra es mucho más complicado viajar porque hay muchos lagos. Si vas por carretera, de Yakutsk a mi pueblo se tarda una semana. ¡No imaginas cuánta superficie hay!». El recibimiento paternal fue al estilo gallego: «Preparan un montón de comida y sacan los platos típicos». Cita una morcilla de ciervo y un pescado congelado en lonchas finas, la stroganina. Le encanta Viveiro, donde quiere quedarse «más tiempo» sin descartar volver a su tierra en el futuro. «Pero... ¿cómo llevo a mi marido español? ¡Se me congela a menos 70 bajo cero! Para mí el frío no es problema, pero David... En verano bueno, pero ¿qué va hacer allí en invierno? Pobriño», sonríe.