
Como durante muchos años en Galicia los ríos fueron cloacas a los que tirar la basura externa e interna, las ciudades que habían convertido los suyos en el eje de la vida tenían un encanto comparativo adicional. En el caso de París, el Sena destilaba poesía y misterio, y una biblioteca entera de referencias sugerentes que asomaban al cruzar alguno de sus maravillosos puentes o escrutar sus orillas, consideradas Patrimonio de la humanidad desde 1991. En esos márgenes, por ejemplo, se ubicaban los garitos en los que Tamara de Lempicka era la reina de las juergas más comentadas de la época y hasta el año 1923 el cauce y sus aguas era el refugio climático natural de los parisinos que se sumergían para contrarrestar los veranos a veces tórridos de la capital. Pero a partir de ese año 23, el Sena dejó de ser apto para el baño por culpa de una contaminación creciente que la ciudad no fue capaz de resolver. En principio hasta ahora.
1.600 millones de euros ha invertido Francia en devolver la salud al Sena. Convertir el río en uno de los escenarios de los Juegos Olímpicos ha sido uno de los grandes reclamos de la organización, con esa foto de la alcaldesa Anne Hidalgo saliendo de las aguas, en una versión parisina del famoso baño de Fraga en Palomares. Pero la gran maniobra de la organización va camino de convertirse en el gran fiasco de la edición, con un río que se resiste a cumplir los estándares de calidad y decenas de deportistas que además de gestionar la presión de una cita deportiva de este alcance se irán a la cama con el temor de amanecer como Gregorio Samsa.
El mundo está lleno de ríos cuyos avatares cambiaron la historia. En la Galicia reciente, la contaminación del Arnoia disparó el descontento de un grupo de vecinos de Allariz. Era 1989 y tras meses de conflicto la villa emprendió un nuevo rumbo que solo cinco años después la convirtió en ganadora del premio Europa Nostra por la ejemplar rehabilitación de su casco histórico y del entorno del río.
Hay otro río cerca de Allariz con una buena historia. Los romanos lo llamaron Lethes, fluye por España y Portugal y desemboca en Viana do Castelo. La leyenda le concedía el poder de borrar la memoria a todos los que lo cruzaban. Según las crónicas, el general romano Décimo Juno Bruto desmontó la tradición en el año 138 antes de Cristo. Aunque puede que finalmente no fuese una leyenda.