Manu Velasco, maestro y escritor: «Tiene que cambiar la prueba de acceso a la universidad, porque la ley prepara para lo contrario»

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Manu Velasco, maestro de primaria autor del libro «Educar con las otras TIC»
Manu Velasco, maestro de primaria autor del libro «Educar con las otras TIC»

«En España no hay leyes educativas, sino venganzas electorales», dice este maestro, referente en educación, que aboga por echar el freno, respetar la diversidad de ritmos de cada niño e intentar que ninguno se quede atrás

09 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Para Manu Velasco, la educación tendría que ser como un bufé libre donde se cocina lo que necesita cada alumno. Pero para describir el actual sistema educativo habla de un plato de lentejas, donde estas legumbres se pueden entender como los exámenes o los libros de texto: «Claro que nuestro sistema educativo tiene que tener esas lentejas, pero nadie las come cinco días por semana», reflexiona. Y propone que ese plato, y también la educación, se enriquezca: «Si nuestros alumnos son diversos, así deberían ser nuestras maneras de enseñarlos y evaluarlos, diversas». Este maestro berciano (Toreno, León, 1982) es referente de la educación primaria en España y América Latina; escribe todos los meses en Cuadernos de pedagogía, revista clave en el sector, y ha escrito varios libros sobre su manera de ver la educación. El último, editado por Grijalbo, es toda una declaración de intenciones: Educar con las otras TIC (tiempo, interés y cariño). 

—Usas muchas siglas para explicar tu punto de vista, ¿Qué buscas con ellas?

— Me permiten dar sentido a la forma que tengo de entender la educación, a través de metáforas o con siglas. Creo que así las ideas pueden llegar mejor al resto de personas. Pienso que para entender conceptos o teorías difíciles necesitamos que nos las simplifiquen al máximo. 

—Eres maestro en activo, pero cada vez tienes más compromisos fuera del aula, ¿cómo consigues compaginarlo?

—¡Robándole horas a la noche! Es cierto que tengo muchos frentes abiertos y todos me apasionan. Pero sigo con los pies en el aula, para mí eso es lo principal, seguir con mis alumnos, este año como tutor de quinto de primaria en el colegio Santa Teresa de León. Me muevo mucho por conferencias, tengo mis blogs, los libros… De momento, lo hago todo con muchas ganas y mucha pasión, aunque también soy más selectivo. 

Porque lo que más te aporta es tu trabajo en el colegio...

—Sin duda, es lo que le da sentido a todo. Si no estuviera allí, no me atrevería a escribir lo que escribo ni a subir a un escenario y dar esas charlas hablando desde la experiencia. Creo que los docentes necesitan experiencias reales, no teorías que luego son difíciles de aplicar cuando vas a la clase. 

—Hablas de la falta de empatía y desconfianza que hay hacia los niños, ¿harían falta más escuelas de adultos?

—Necesitamos pararnos y dedicarnos tiempo para trabajar en equipo; es cierto que no hay conciliación y muchas veces nuestras familias no tienen ese tiempo que necesitan para educar bien a sus hijos, ponerse al día y acompañarlos de manera adecuada. Por eso es importante que desde las escuelas establezcamos lazos de unión, que nos ayudemos; la familia y la escuela tienen que ir en la misma barca, si no lo hacen, los perjudicados son los niños y eso no nos lo podemos permitir. 

—Pero a veces es complicado con el ritmo de vida actual…

—Es cierto, no nos dedicamos tiempo a nosotros mismos, a nuestro círculo familiar. Me da la sensación de que muchas veces esperamos a recibir un gran golpe de la vida para realmente valorar lo importante, y no hay que esperar a que llegue ese golpe que nos abra los ojos. Tenemos que abrirlos ya. 

—Muchas veces explicas aspectos educativos con términos culinarios, ¿te gusta cocinar?

—Cada vez me gusta más y sobre todo guisar a fuego lento, como guisaban nuestras abuelas, para aumentar la riqueza y el sabor de la comida. Si educamos a fuego lento también aumentamos la riqueza y el sabor de nuestra educación. No hay que forzar aprendizajes, hay que respetar la diversidad de ritmos de cada alumno, intentar que ninguno se quede atrás. Y para eso necesitamos guisar a fuego lento, respetando la singularidad de cada persona y dándole a cada uno lo que necesita en cada momento. 

—Pero luego están las pruebas iguales para todos, las evaluaciones…

—Nadie nos obliga a evaluar a todos por igual y enseñarles a todos lo mismo. Cambiar la evaluación es fundamental y no es una cuestión de moda o de innovación, es una cuestión de justicia, es un derecho fundamental. Debemos dar a cada alumno lo que necesita, como en la comida, cuidando que esa dieta sea sana y equilibrada, supervisándola bien.

—Aprender y aprobar. ¿Están tan alejadas estas dos palabras?

—Deberían ser sinónimos, pero muchos niños que aprueban realmente no se quedan con nada de lo memorizado, y otros que retienen mucho más van más justos de notas. Por eso es tan importante enriquecer nuestra forma de evaluar y ampliar nuestra concepción de prueba de evaluación, que tiene que ir más allá del típico examen tradicional que nos han hecho como alumnos toda la vida. 

—¿Y cómo hacerlo si al final todo está encaminado a una nota de acceso?

No tiene ninguna lógica que cambie la ley educativa y se les exija en secundaria un tipo de desarrollo de competencias, si luego se la juegan todo a un examen escrito. Lo que tiene que cambiar es esa prueba de acceso a la universidad, porque la ley promueve y prepara para todo lo contrario. Eso se tiene que coordinar.

—¿Es este tu libro más reivindicativo contra el sistema educativo?

—Puede ser, porque hablo de lo que he vivido después de más de 20 años en el aula, y es cierto que cuando tienes un micrófono en mano hay que aprovechar para decir lo que no está bien. Parto de la idea de que en España no hay leyes educativas, sino que hay venganzas electorales y esto no puede ser, que estemos sometidos a este baile de leyes que nos perjudica a todos; un baile que nos hace elegir constantemente entre dos pes: papeles o personas. 

—¿Qué hacer con la burocracia?

Me he dado cuenta de que si quedan 20 papeles sin rellenar, tienes eso, 20 papeles; pero si quedan 20 ojos sin ver, tienes diez corazones sin atender. Lo primero siempre será la persona. También reivindico que es necesario bajar las ratios, aumentar el profesorado y escuchar la voz de la comunidad educativa. 

—Si te lo propusieran, ¿aceptarías el reto de mejorar la ley educativa?

—Ya he tenido alguna propuesta, pero no me he sentido ni con las ganas ni preparado. En estos momentos me toca aportar mi granito de arena desde el aula. En cualquier caso, creo que en esos puestos hace falta gente que tenga la experiencia en los centros educativos, es fundamental que haya pasado por las clases, que haya vivido lo que vivimos día a día los docentes. 

—Leyéndote es sencillo visualizar el aula ideal de primaria, ¿cómo adaptarlo a secundaria?

—No tengo experiencia en educación secundaria, pero sé que es una etapa en la que cuesta mucho establecer ese vínculo cercano de confianza. Son edades complicadas, pero la base de todo sigue siendo la misma, intentar motivarles y darles diferentes propuestas. En cualquier caso, es una etapa que merece un libro aparte. 

—Hablando de innovación: abogas por respetar los tiempos, pero la tecnología nos pisa los talones.

—Más vale poco para aplicar que mucho para adornar, no tenemos que ir al ritmo de la tecnología. Es más, muchas veces la tecnología disfraza de innovación cosas que no lo son, y eso sí que me preocupa. Caemos en la trampa de la pirotecnia tecnológica, metodológica, pedagógica... Hay que saber que nuestras clases no son mejores por la tecnología que utilicemos, sino por el aprendizaje que en nuestros alumnos generemos. Creo que la tecnología en educación debe utilizarse con propósito, con un sentido común y para enriquecer, nunca para distraer. 

—Pero hay una preocupación general con la irrupción de la inteligencia artificial.

—Estamos muy preocupados por el progreso de la inteligencia artificial y yo estaría más preocupado por el retroceso de la inteligencia natural. Un docente tiene que saber seleccionar, cribar y ver qué herramienta puede ser interesante para desarrollar la competencia digital de nuestros alumnos de forma adecuada e ir a por ella. 

—¿Y fuera del aula? ¿Cómo controlar el uso de todos esos dispositivos?

—Los niños deben tener buenos amigos para que se olviden del móvil cuando estén con ellos y creo que conseguirlo está en nuestras manos como adultos. Estamos muy preocupados por cómo utilizan la tecnología y muy poco por cómo la utilizamos nosotros. La mejor asignatura no es ni Lengua, ni Historia ni Geografía, se llama Ejemplo; nos quieren tanto que hasta copian lo que hacemos mal. Y eso es muy preocupante, el ejemplo que les estamos dando con los dispositivos no es nada bueno.