Carmen, propietaria de la tienda más antigua de A Coruña: «Entré a comprar pimienta y compré el negocio»

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ANGEL MANSO

«Yo ya me adelanté siete años a Yolanda Díaz», asegura esta gallega que era visitadora médica, pero el azar la ha convertido en una empresaria de éxito

09 nov 2024 . Actualizado a las 11:03 h.

No siempre es un familiar quien recoge el testigo. De hecho, la tienda más antigua de la ciudad de A Coruña, Azafranes Bernardino, no está gestionada por la familia original. Carmen Pico, que lleva siete años al frente de este establecimiento de 1800, entró un buen día como clienta y salió de allí con la sucesión apalabrada. «Yo era visitadora médica. Fui al local de la calle Galera a comprar pimienta y compré el negocio», relata ella, que es la actual propietaria junto con su hijo y su nuera del emblemático establecimiento, que trasladó a la calle San Andrés para disponer de más espacio para el escaparate y el mostrador. Allí está la tienda, pero la fábrica continúa en su emplazamiento original, donde la montó Bernardino Sánchez hace dos siglos tras llegar en burro a la ciudad desde Puente Genil, y donde siguen utilizando la misma maquinaria que él manipulaba entonces.

«A la dueña le quedaban dos años para jubilarse, y me dijo que no encontraba relevo. Yo pensé: “Cerrar este negocio de tantos años con tanto futuro...”. Entonces, le dije: “Cuando se jubile, me llama”. A los dos años, me llamó», cuenta ella. Y vaya si tuvo relevo. Tanto que Carmen quiere abrir más tiendas, una idea que aplazó por la pandemia, pero que no pierde de vista. «La idea es expandirnos y trasladar la fábrica a un polígono, para tener más capacidad y poder crecer. Ya hemos pasado de tres a ocho empleados», indica la actual propietaria de un negocio que triunfa como nunca. «La calidad es selecta y sigue siendo familiar. Vendemos a casas, restaurantes, pulpeiras, tiendecitas pequeñas... Esto no tiene marcha atrás». El azafrán sigue siendo el punto fuerte, «porque encontrar uno en hebra, que sea español y que esté envuelto y envasado a mano ya no lo hace nadie». También el pimentón despunta, «porque es siempre de la cosecha del mismo año y solo lleva la pulpa, por eso se usa hasta para hacer las matanzas», dice.

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Aun así, de cuando en vez va lanzando productos nuevos que siempre prueban antes sus clientes habituales, que son quienes tienen la última palabra. «Ahora arrasa la sal picante, que se utiliza para todo: carne, pescado, pasta arroz, postres... Lleva sal negra del Himalaya con un poquito de cayena», dice Carmen, que también ideó mezclas para hacer hamburguesas, paella y pescado, y acaba de lanzar cuatro salsas nuevas. A sus 60 años, asegura que el cambio de rumbo profesional que dio a los 53 fue todo un acierto. «Yo pasé del lado oscuro al de las plantas, y estoy encantada», afirma Carmen, que se zambulló en el mundo de las especias a la vez que en el empresarial: «Yo ya me adelanté a Yolanda Díaz hace siete años. Cuando cogí esto, se hacía turno de mañana y de tarde. Yo dije: ‘Si hacéis tanto porcentaje más al año, trabajáis de 8 a 15. Tenemos en la fábrica a Julio, diseñador gráfico; a Marina, que trabaja muy bien el azafrán, y a dos comerciales que venden por fuera a negocios de hostelería». Bernardino tiene cuerda, por lo menos, para otros cien años.