Elena Irureta: «Nunca he tenido miedo a no recibir papeles por mi edad»

MARTA REY / S.F.

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La actriz asegura estar «colgadita» del móvil y haber tenido mucha suerte como intérprete. Ahora, la vasca da vida a Fernanda en su nuevo filme, «Quién es quién, y hace balance de su trayectoria profesional. «El premio que más emoción me ha hecho ha sido el Goya de mi sobrino Telmo», confiesa

29 nov 2024 . Actualizado a las 13:39 h.

Hablar con Elena Irureta es sinónimo de pasar un buen rato entre risas. Cercana, humilde y enamorada de sus sobrinos, la actriz se consagró dando vida al personaje de Bittori en Patria, ha trabajado con directores, de la talla de Julio Médem e Icíar Bollain y pasa su tiempo de descanso en Zumaia —Guipúzcoa—, el pueblo donde nació. Ahora la vasca estrena Quién es quién, una comedia familiar en la que interpreta a Fernanda, una abuela que tendrá que vivir en el cuerpo de su nieta.

—Por lo que veo, te lo has pasado como una niña en el rodaje de «Quién es quién»...

—La verdad es que sí, nos hemos reído muchísimo. Entre el equipo de actores que había y la pequeña Sofía Otero, que diga lo que diga o haga lo que haga es tronchante, me lo pasé genial.

—¿Es difícil trabajar con niños?

—No, en absoluto. Sí que es cierto que, por ejemplo, en la última película que he hecho, la niña tenía 1 añito y a esas edades es complicado porque se cansan y lloran cuando no les toca. No les puedes pedir que actúen con esa edad porque son muy chiquitines. Pero en este caso, con Sofía, fue maravilloso. Ya no solo actúa bien, sino que es una cría encantadora y divertida. Allí donde esté Sofía, está todo el mundo contento y riéndose de las salidas que tiene.

—Sé que has tenido una infancia muy feliz. ¿Qué momentos o cosas te hacen sentirte niña otra vez?

—Me hacen sentir niña los niños de casa. Ahora mis sobrinos están teniendo sus propias familias y tienen hijos de todas las edades: una de 1 año, otra de 3, otro de 6... Cuando estás con ellos te ponen a su altura y quieres que te cuenten cosas, que jueguen contigo y que te dejen entrar en su mundo. Tanto mis hermanos como los amigos de nuestra cuadrilla jugábamos bastante y por eso creo que todos hemos tenido una infancia superbonita, con unos padres que se enrollaban también muchísimo. A mi madre le gustaba jugar con nosotras y recordamos con mucho cariño esa parte de nuestra vida. Cuando nos acordamos de ella, decimos: ‘¿Os acordáis de todo lo que saltaba a la cuerda?’. Siempre estaba ahí. Ahora mis hermanos y yo estamos enamorados de los pequeños. Si no los veo en una semana digo: ‘Uy, que no los he visto y ya ha pasado mucho tiempo’. Necesito quedar para verlos.

—¿Tienes algo en común con Fernanda, el personaje que interpretas?

—No lo sé... la edad, supongo [risas]. Al final escriben un personaje y tú tratas de parecerte lo máximo a él. Pero te diría que no soy la típica abuela. De entrada ya no lo soy porque no tengo hijos ni nietos. Tengo muchos sobrinos y andan todos por aquí a vueltas, pero no es lo mismo. Poco tengo que ver con Fernanda, creo.

—«Bro, cringe, random»... ¿Cómo te llevas con el lenguaje moderno?

—Mis sobrinos no lo usan, pero Salva Reina lo ha tenido que utilizar con su personaje en la peli. En mi caso yo no tengo ningún problema. El bro es el bro y seguimos adelante, no pasa nada [risas].

—En «Quién es quién» vemos a padres e hijos enganchados al móvil. ¿Cómo es tu relación con el WhatsApp?

— Oye, es que estamos colgadísimos del móvil. La verdad es que yo también noto que estoy bastante colgadita [risas]. Salgo a la calle a lo que sea sin él y digo: ‘Ay, no he cogido el móvil’ y ya me parece que me falta algo, que no estoy completa y que no van a poder contactar conmigo. Es una necesidad que me estoy creando con los años y veo que a mi alrededor es lo mismo. Voy hasta al cine con el móvil, apagándolo claro. Por el hecho de estar operativos, nada más salir de la sala, es como que hay que encenderlo. Y no hablamos de algo que afecta a los jóvenes, hablamos de todo el mundo. Cuando voy a Benitos, un pueblo de Ávila donde viven unos amigos, estoy súper a gusto porque no hay cobertura.

—¿Intercambiarías tu cuerpo con alguien al igual que en la película?

—Uf, no, déjalo, déjalo. Bastante tengo con el mío. Tiene que ser muy complicado verte en el cuerpo de otra persona, ni me lo imagino. Ya trabajo tenemos con aguantarnos a nosotros mismos [risas].

—Y cosas del destino, tú le entregaste el Goya a tu sobrino Telmo Irureta y él acaba de entregarte a ti el Premio Zinemira...

— Así es. Cuatro días antes me comentó que tenía que entregar un premio y le dije: ¡Ay!, ¿no será a mí? Me haría mucha ilusión’, pero me decía que iba a entregar el premio de actor revelación. Le pregunté si sabía quién me lo entregaría y no me decía nada. Luego me llevé una sorpresa enorme porque no me lo esperaba [risas]. Tengo que decir que el premio que más emoción me ha hecho es el Goya que recibió mi sobrino y además entregárselo yo. Porque desde los 8 años decía que iba a ser actor y yo siempre le insistía en que era muy difícil y con su condición más todavía, por lo que debía pensar en otros planes. Y así lo hizo. Estudió Magisterio en inglés, luego Pedagogía... Pero después de terminar las carreras se fue a la escuela de interpretación y preguntó si podría recibir clases. Allí le dijeron: ‘Bueno, si tú no te pones limitaciones, no te las vamos a poner nosotros’. Pensaron que iba a aguantar una semana y aguantó los tres años como es debido. Se puso a trabajar nada más terminar y la verdad es que no ha parado. Ahora mismo actúa en el María Guerrero con una obra que está teniendo mucho éxito. El lunes voy para allá a verlo porque tengo muchas ganas. Estoy tan orgullosa de él...

—En 1996 estrenaste «Hola, ¿estás sola?». Te ha tenido que gustar la experiencia de rodar junto a Icíar Bollaín porque has tripitido...

—Guardo muy buenos recuerdos de esa película. Icíar vive en Edimburgo, pero cuando viene a Donosti nos vemos. Nos llevamos superbién y es una gozada trabajar con ella porque como es actriz tiene más recursos y cuando te pide algo al dirigirte, sabes lo que te está pidiendo. Hay directores que te piden cosas raras como alguna vez me ha tocado: ‘Tienes que llorar de emoción, pero ¿te podría caer la lágrima en el ojo derecho mejor que en el izquierdo?’ Pues como no me ponga la lágrima ahí directamente... Son cosas de ese tipo, tonterías. Da gusto trabajar con gente que te conoce y que sabe lo que puedes dar. Cuando se duda en términos de dirección se empiezan a repetir las tomas, a explorar desde otros puntos... Cuando concretas, hablas y lo ensayas, es todo más sencillo.

—¿Te ha dado miedo que por la edad no te hubiesen dado papeles?

—No, nunca, y mira que he vivido toda mi vida así. Desde joven sabía lo que era este trabajo y nunca me ha dado miedo, porque siempre he tenido la sensación de que esto me gustaba mucho, pero que podía ser cualquier otro trabajo también. A mí no me ha dado miedo trabajar en nada, siempre he pensado: ‘Si no tengo trabajo como actriz, será haciendo camas o en lo que sea’. He tenido abierta durante 22 años una casa rural en Zumaia que ha estado ahí de fondo de armario, por lo que ha habido trabajo. Me sorprende seguir tanto tiempo aquí, porque sé que somos muchos actores y tengo que agradecer el que hayan creído en mí y que todavía me sigan llamando.

—Entonces los deseos se cumplen...

—¡Ya te digo! Aunque no sé si todos se acaban cumpliendo... Tengo compañeros que son grandísimos actores y que probablemente tenían los mismos deseos y no les han salido las cosas como querían. Que la gente siga contando contigo es tener mucha suerte. El otro día comentaba con las directoras de casting: ‘Mira, ni son todos los que están, ni están todos los que son’, porque somos mucha gente. Hay actores que lo harían muy bien y no tienen casi ni la posibilidad de hacer un casting porque o no tienen representantes o no les conocen. No es fácil. Cuando todo marcha y tienes gente que te apoya y te representa como en mi caso, te sientes afortunada.

—Y el papel de Bittori en «Patria» te llegó a una edad madura...

—Sí, claro. ¿Sabes qué pasa? Que algunos papeles son más conocidos que otros. En la EITB empezamos a trabajar desde muy jóvenes y la verdad es que no me ha faltado trabajo nunca. Cuando me dicen: ‘¿Cómo te sientes por el éxito de tal proyecto?’. Yo respondo que me encanta que tengan éxito las cosas que hago. Llevo viviendo de este oficio unos 43 o 44 años y me siento afortunadísima en ese aspecto porque me parece muy difícil. Me parece un sueño.

—Muchos te conocen por ese personaje, pero para mí siempre serás la bruja de Victoria en «Los Misterios de Laura»...

—Oye, mucha gente recuerda a ese personaje. Me dicen lo mismo: ‘Mi hijo tiene guardada la serie porque le encanta’ y terminan hablándome de Victoria. Es que nunca sabes, porque haces personajes distintos y a unas personas les tocan unos y a otras les tocan otros. Es lo bonito, ¿no? A veces miro para atrás y digo: ‘Ay, madre, ¡cuántas cosas he hecho!’ Pero es que claro, soy muy mayor [risas].

—Es que has interpretado hasta a Paloma Rocasolano, la madre de Letizia Ortiz...

—Me ha tocado hacer de todo: de monja de clausura, de policía, de hostelera... Con el papel de Paloma Rocasolano me decían: ‘¿Pero qué tiene que ver contigo?’ Pues, bueno, tenemos poco que ver, pero tenemos la misma voz, talla de ropa, peso... [risas].

—¿Qué te queda por hacer?

—Seguro que quedan muchos papeles...