María, 30 años: «Con 1.100 euros en Bali vivo de lujo, en una villa con piscina y como todos los días fuera»
YES
Esta gallega dejó un trabajo y toda su vida en Pontevedra para salir de su zona de confort, encontrar la libertad que no tenía laboralmente y hacer crecer su negocio de gestión de redes sociales. Sin duda, ha conseguido todo
20 ene 2025 . Actualizado a las 17:37 h.Hace casi un año que las piezas del puzle encajaron para María y su pareja. «Fue amor a primera vista», dice esta gallega de O Grove, que en unos días cumplirá 31 años. Cuando aterrizaron en Bali entendió que era el sitio perfecto para quedarse, porque tenía todo lo que estaba buscando. A su novio le salió una oferta de trabajo en Asia —podía elegir dónde asentarse—, y ella también quería dar el salto y apoyarlo en esta aventura, así que buscaron un país que les encajara lo que deseaban: un estilo de vida relajado, naturaleza, mar... Valoraron otras opciones como Australia o Nueva Zelanda, porque veían que muchos nómadas digitales se asentaban allí, pero cuando encontraron Bali no hubo debate alguno. Fueron a probar, y todavía siguen allí. «Es que ya no hubo prueba, fue definitivo», apunta María, que se dedica a la gestión de redes sociales tanto de empresas como de particulares.
Su trabajo lo puede desarrollar desde cualquier parte del mundo, una libertad que ansiaba cuando dejó su anterior puesto en una empresa en Galicia. «Me sentía muy atada a un horario, a cumplir unas expectativas, unos objetivos, y lo que quería era tener más tiempo para mí, poder organizarme como yo quiero y emprender mi propio proyecto», indica. Aunque María soñaba con una agenda en blanco que moldear a su antojo, la transición no fue sencilla. «Me resultó bastante complicado, porque yo vengo de trabajar toda la vida a las órdenes de alguien, tenía muy estipulado lo que había que hacer cada día al llegar a la oficina, a qué tenía que dedicar mis horas... Fue difícil adaptarme a ser yo la que me marco lo que hacer cada día, teniendo que cumplir, obviamente, unos objetivos que yo me pongo, porque, al final, quieres escalar en el negocio y llegar a la mayor gente posible, pero al no tener ese estímulo al que estás acostumbrada, no es sencillo».
A la hora de buscar casa, eligieron una villa con dos habitaciones para poder tener una pequeña oficina o sala de reuniones, por si alguno de los dos necesita en algún momento un espacio seguro en el que poder trabajar.
Sin embargo, otra ventaja de no tener una oficina fija es que cada día puede elegir un lugar de trabajo en el que sentarse, y sentirse a gusto, para desarrollar su jornada. «A mí me gusta mucho trabajar en las cafeterías —asegura—. Me inspira un montón estar rodeada de personas que, al igual que yo, son nómadas digitales, conocer gente nueva, hablar para ver a qué se dedican, incluso crear sinergias». No tiene un horario cerrado, lo va adaptando según sus necesidades, pero al trabajar con empresas españolas debe adaptarse un poco para que sus clientes no tengan que contactar con la persona que les asesora en redes a un horario extraño, ni ella trabajar a una hora poco productiva.
Tiene una rutina establecida —gimnasio, desayuno y trabajo— que es flexible a las necesidades y los planes que surjan. «Si me apetece hacer surf y ese día hay buenas olas, o me sale un plan diferente, por ejemplo, ahora vinieron unos amigos de Galicia a pasar la Navidad —ellos estuvieron en agosto en España aprovechando una boda que tenían—, yo organicé y adelanté todo el trabajo para poder estar días sin tener que coger el ordenador. Voy intentado organizarme como puedo, si tengo reuniones por la tarde, la mañana la tengo más libre, y si no tengo, pues trabajo toda la mañana», cuenta María sobre la diferencia horaria de siete horas que hay entre España y la isla de Indonesia.
Lo de Bali ha sido un flechazo, sin embargo, para ella, Galicia sigue siendo el «mejor sitio del mundo». «Si algún día me planteo estar un poquito más asentada, para mí es el sitio ideal. O Grove y Pontevedra me encantan, pero, como te decía antes, yo dejé un trabajo, necesitaba escapar un poco de todo mi entorno y reinventarme, salir de mi zona de confort, y aquí encontré todo. Al final, soy de mar, y en Bali lo tengo, es un entorno muy natural, la gente que está aquí es superamable, te ayudan en todo, te acogen... Además, es una isla en la que viven muchos nómadas digitales, y ese fue el punto por el que pensé que este era el lugar perfecto para quedarme. Tenía muchísimo que ofrecerme, y sobre todo, todos los requisitos que yo quería en el sitio que me fuera a instalar», cuenta María.
MUCHOS SEGUIDORES
Empezó a contar su vida en Bali en las redes sociales para vender sus servicios digitales, y acabó siendo la puerta a la que llaman muchos extranjeros cuando deciden asentarse en este país del sudeste asiático. «Como tengo una cuenta con tantos seguidores, mucha gente me habla, y si vienen, a lo mejor nos tomamos un café. De hecho, una chica se vino gracias a un vídeo mío a vivir a Bali, y ahora es mi amiga. Me parece que es muy fuerte. Cuando me lo contó se me removió algo». Dice que parece un chiste cuando cuenta que su pandilla balinesa está formada por catalanes, vascos y gallegos. «Me parece un poco cómica la casualidad de que seamos justo esos», apunta. En este año que llevan en Bali también han conocido a muchos locales, «gente muy amable, que siempre está dispuesta a hablar contigo, que te recomienda sitios...», pero con los que no suelen quedar con tanta frecuencia. Primero, apunta, por la barrera del idioma, «porque no te entiendes realmente bien», aunque dice que nos sorprendería el nivel de inglés que tienen los balineses, «mucho mejor que el de los españoles, incluso las personas mayores se manejan bastante bien»; y segundo, porque algunos de los vecinos con los que han estrechado lazos viven en Amed, a tres horas en moto de ellos, y eso dificulta que se vean con frecuencia, aunque mantienen contacto por WhatsApp.
En uno de los vídeos que María ha subido a las redes sociales expone las diferencias entre Galicia e Indonesia. «Vivía en Pontevedra, probablemente una ciudad con unos precios por debajo de la media de España, y aunque ahora en Bali, mis gastos son similares, la diferencia está en la calidad de vida. Vivía en un piso de menos de 100 metros cuadrados, y aquí vivo en una villa con piscina, puedo permitirme comer y cenar todos los días fuera de casa, algo que en España, en general, es impensable». «Tengo un nivel muy superior al de España —continúa—. Más o menos me gasto 1.100 euros al mes, en los que incluyo el alquiler, el gimnasio, las comidas, la moto, la gasolina... Dime tú si con ese dinero te da para vivir así en cualquier sitio de España. Por lo que pagas por un piso en el centro de Pontevedra, aquí tienes una villa con piscina, con servicio de limpieza, de mantenimiento, wifi incluida, agua, solo tienes que pagar a mayores la electricidad. El resto está todo incluido». ¿Como vivir en un hotel 365 días? «Exacto, lo único que no tengo bufé libre». No parece un problema, ya que explica que se come «muy, muy bien» por un módico precio. «No como en Galicia obviamente, porque para mí la comida gallega es la mejor del mundo, pero tienen locales de diferentes nacionalidades de una calidad excelente». Tanto que no compensa, explica, ir al súper a por los ingredientes para hacer pasta, ya que un plato de carbonara «impresionante» cuesta entre 6 y 7 euros. Ellos desayunan, comen y cenan todos los días fuera. Ya tienen fichados los restaurantes en los que se come más sano, para poder cuidar un poco la dieta, algo difícil de gestionar cuando no se cocina en casa. Además del supermercado, dice que otra cosa que llama la atención es el precio de los gimnasios.
Únete a nuestro canal de WhatsApp
NUEVOS DESTINOS
Tanto ella como su pareja, que se dedica a temas de inversión, ocupan gran parte de la semana en trabajar, pero tampoco quieren desaprovechar la oportunidad de descubrir todos los rincones de la isla o países que ahora tienen a tiro de piedra. «A veces me pongo cinco o seis días a tope, para dejar tres días más libres, cogemos el ordenador y la mochila, y nos vamos a recorrer la isla. La gente piensa que Bali es muy pequeño, pero en realidad es muy grande, no te da tiempo a conocerlo todo en un viaje de 15 días», indica María, que confiesa que uno de los lugares que más le gusta es Amed, «un destino al que probablemente no vayas, si no eres amante del buceo, porque queda totalmente a desmano de los sitios más habituales a nivel de turismo». «Es un pueblo pesquero —apunta— muy bonito, tiene mar, montaña, vistas al punto más alto de Bali, y lo que hay debajo del mar es increíble. También la isla de Nusa Lemongang, todo el mundo está acostumbrado a tener la mítica postal de Bali en Nusa Penida, que es un símbolo ya de las fotos, pero en cambio esta otra isla, que es más pequeña pero tiene mucho encanto, es de mis sitios favoritos aquí».
Su intención es hacer del sudeste asiático su campamento base para seguir llenando la mochila de experiencias. Ya han viajado a Japón y Malasia, y en su agenda figuran Tailandia y Filipinas como próximos destinos. Aunque tiene claro que Bali es una etapa que necesitaba vivir, se visualiza, sin duda, volviendo a casa para asentarse y formar una familia. «Yo no me imagino seguir creciendo lejos de Galicia. Para mí esto es una etapa, muy bonita, pero una etapa», explica María, que confiesa que lo que más echa de menos es la comida. «A mí el marisco me encanta. Una buena nécora, el pulpo... También los embutidos, aquí no es tan bueno y es caro. Comprarse un trozo de queso es un lujillo».