Mona Ordena, organizadora profesional: «Evita los maratones de limpieza, no son sostenibles»

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La coach de orden y bienestar Mona Minelli.
La coach de orden y bienestar Mona Minelli.

Mona Minelli ordena... y ayuda a otras madres emprendedoras a barrer el caos. Hace 17 años, embarazada, se separó, se quedó en paro y dio un gran giro personal y profesional. «No hagas maratones de limpieza, ni impongas a cada miembro de la familia qué tarea debe hacer», aconseja esta experta en orden consciente

31 ene 2025 . Actualizado a las 15:18 h.

Esto es para ti si crees que habría orden en casa si no tuvieses hijos. Si tiendes a acumular abrigos en una silla. Si cada domingo por la mañana toca maratón, pero no de correr, sino de limpiar. Si además quieres tener una casa vivible, que sea bonita y funcional «al tiempo que refuerzas vínculos familiares», esta madre emprendedora te puede ayudar a planificar y hacértelo más fácil.

Lejano para Mona Minelli queda aquel olímpico 92 en que, si tocaba comida familiar, estaba pendiente de las arrugas de las camisas de su pareja de entonces y le decía: «Ponte otra cosa, porque si vas sucio o con la camisa sin planchar, delante de tu familia la culpable soy yo». Contra esa mentalidad de «las mujeres lo hacen todo en casa, porque siempre ha sido así» decidió pelear esta experta en orden y bienestar que se dirige de modo particular a madres emprendedoras que lidian con el caos.

Mona se separó cuando estaba embarazada de su hija y en paro. Tras la ruptura, se fue a vivir con sus padres. «Ahora lo pienso y digo: ‘¡Madre mía, qué campeona!’. En aquel momento, no podía pagar un alquiler. Al cabo de un par de años, cuando mi hija ya tenía 2, me volví a mi piso y mi padre me ayudó a reformarlo», cuenta.

Mona no deja de ver la parte buena de la dificultad. «Si estás viviendo sola con tu hija, todo recae en ti, pero ‘aquí mando yo’, no hay interferencias por parte de nadie. Mi hija y yo éramos una unidad. Me fue fácil enseñarle a ordenar ¡y me di cuenta de que poco remedio tenía yo!», revela.

Mona tiene en un cajón aparte el recuerdo de su hija de pequeña lavándose las manos en el bidé, porque no llegaba al lavabo. «Cerraba el grifo con el antebrazo para no mojarlo porque me lo había visto a mí. Y yo pensaba: ‘Si luego va a tener la edad del pavo, hay que empezar ya’. Y empezamos por pequeñas cosas, como vaciar el carro de la compra, que fuese ella a por el arroz si estábamos en el supermercado... Pequeñas cosas que me di cuenta de que muchas mamás no hacían. Los niños son capaces de hacer cosas enseguida. Un niño es muy fácil que te ayude; nunca te va a decir que no, porque no lo toma como una tarea, sino como una forma de jugar».

En el 2008 nació su hija. Y en el 2010 Mona comenzó a ordenar. Pero no al azar, sino de manera consciente. Vivían las dos en un entresuelo pequeño, con poca luz natural. Un día, Mona cogió las témperas de su hija y se le ocurrió pintar con flores la galería, bastante oscura, de su hogar. «Quedó tan bonito que me sirvió de inspiración para ordenar el espacio. Puse las garrafas de agua en una estantería para liberar el suelo, de modo que pude poner el tendedero en la galería para disponer de más espacio libre en la cocina, donde puse la mesita de juegos de mi hija. Así fue cómo conseguimos estar las dos juntas, cada una a lo suyo», resume. En aquella época crítica en la que dio el giro para aprender a optimizar recursos en el diminuto espacio de su casa, Mona trabajaba a turnos, «con desorden en el dormir».

«NO SOY DOÑA PERFECTA»

Lejos de rendirse, se reinventó. Decidió centrarse en lo pequeño, en esas rutinas en las que tenía margen de opción. Decidió que su hija y ella cenarían juntas a diario, o que si iba a la compra no iba a dejar a la niña con la abuela para resolver en tiempo récord. «Si había que hacer la compra o cualquier recado, mi hija venía conmigo. Lo que hacía lo hacía con ella porque, si no, duplicaba tareas. Así me propuse hacerme la vida fácil», explica.

«Las cosas no se desordenan solas. ¿Por qué dejas algo ahí y no en otro lugar? —plantea—. Si no trabajas tu desarrollo personal, tu orden interno, el orden que consigas fuera no será sostenible».

Poniendo orden «sin ser doña Perfecta» jamás, Mona tiene hoy la vida que soñó: «Estoy casada con un hombre maravilloso y logré hacerme la vida más fácil. Me denomino hacedora de sueños. Lo principal para cumplir un sueño es sentirte capaz. Si piensas ‘no va a ser’, no será. Yo, cuando quiero algo, hago lo que está en mi mano para cumplirlo, en el orden físico y en la planificación de mi vida. Y en esto es muy importante el trabajo de desarrollo personal».

Al conocer a su marido, decretó qué quería en un hombre. Check mental. «Es importante saber qué quieres para manifestarlo después. Conseguir lo que te propones no solo requiere fuerza de voluntad, sino poner y ponerte límites, o saber decir que no, para no desviarte de tu objetivo. Cuesta decir que no, porque es fácil sentirse mala persona». En ese sentimiento influyen, dice, «las constelaciones familiares», esa dinámica terapéutica que favorece el autoconocimiento analizando qué roles y relaciones se establecen en el ecosistema familiar. Poner orden tiene que ver, compara Mona Minelli, con encontrar la aguja en el pajar. «Yo soy la que busca la aguja, y voy sacando las briznas», señala la emprendedora que fue wedding planner.

«Supe ya de adulta que tenía TEA y TDH. ¿Qué pasa si no sabes que tienes discapacidades? Que te buscas la vida»

Mona ordena (y esa cualidad convertida en profesión titula su cuenta de Instagram) tras atravesar el camino del caos al orden, que tuvo su dificultad. Fue diagnosticada de adulta de TEA (trastornos del espectro autista) y TDH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). «Yo soy del 74 y de pequeña era un despiste con patas. Era un desastre con suerte, ¡porque a veces perdía cosas que al poco tiempo encontraba! Una vez salí de mi casa, justo al lado había bar. Un bar que tenía un poyete ancho. Me paré un momento, dejé las llaves en el poyete y me fui. Me fui al cole y al llegar pensé: ‘¿Qué he hecho con mis llaves?’. Como tengo un pensamiento muy secuencial, muy visual, supe que las había dejado allí. De mi debilidad hice una fortaleza, llegué a hacerme experta» en orden.

Crecer ajena al diagnóstico de TEA y TDH le dio libertad, evitó esas limitaciones que son moldes y etiquetas. «¿Qué pasa si no sabes que tienes discapacidades? Que te buscas la vida», afirma Mona, que siempre se ha sentido masculina en cuanto a orden y acción: «Tengo una energía masculina que me hace centrarme en la acción. Soy fría en lo que hay que hacer». Como wedding planner, por ejemplo, a Mona poco le importaba si la boda era bonita o no. «Me da igual organizar un congreso de cardiólogos que una boda. Lo importante es qué hacer y cómo».

Ordenar, organizar, planificar

Ni hay un orden universal ni ella se dedica a ordenar las casas de esas personas que la siguen. «Y más que una casa quede bonita, se trata sobre todo de que sea vivible. Y en lo vivible siempre hay cierto caos...», admite.

Más que un GPS del orden, Mona da unas claves que ayudan a plantearse el orden de otra manera: «La acumulación es un problema frecuente. La gente no acumula porque sea vaga. Acumula por apego emocional. Si no acompañas eso, la persona se descarna de manera simbólica». Ella se dio cuenta cuando su hija, que hoy tiene 16 años, empezó con 8 o 9 a dejar de jugar con la cocinita, que su madre vendió en Wallapop. «¿Por qué lo pasé tan mal? Y pensé: ‘Yo no he vendido una cocinita, yo me estoy despidiendo de la niña de 4 años que mi hija fue. Es un duelo’. Eso, si no se entiende y acompaña, hará que parte de los cambios que hagas para ordenar no sean sostenibles», apunta Mona, que desaconseja los maratones de limpieza.

«Ah, ¿pero no vas a venir a mi casa a ordenar?», le preguntan a veces sus clientas. «No, porque si lo ordeno yo no va a estar cómodo para ti. Segundo: sabes por qué has acumulado ni por qué has desordenado», dice quien subraya que todo aprendizaje de orden ha de ser personalizado.

Aunque considera que su casa está más ordenada «que la media», tiene focos de desorden. «La diferencia es que soy consciente. Hace poco tenía una pila de ropa por doblar. ‘No lo voy a hacer, no es mi prioridad ahora’. No porque no sepa o no tenga tiempo, sino porque ahora no me da la gana».

«Nunca nos vamos a la cama dejando la cocina por recoger»

Hay que saber «organizar y planificar. Organizar es dónde pongo qué. Ordenar es, dentro de una categoría, cómo dispongo esos ítems. Por ejemplo, la ropa va en el armario y la comida en la despensa; esto es organizar. Pero en el armario debo decidir dónde pongo los suéteres de manga larga y dónde los de manga corta; eso es ordenar. Y planificar, preguntarte cuando vas a llevar a cabo una acción con qué propósito es. En general, la gente no planifica, va en piloto automático», dice.

En su casa un día lavan la ropa negra, otro día la blanca, las sábanas otro. Su hija se encarga de tenderlas y cada uno de doblar lo suyo. Esta planificación no es el «mamá dobla» habitual.

Hoy dedica «una tarde a la semana a ordenar, porque tengo una buena base». El reparto en casa es una de las claves del éxito: «Tenemos dos baños; yo hago el grande y mi hija el pequeño. Ella hace los cristales, yo paso el mocho (‘fregona’) y mi marido el polvo. El fin de semana, pongo lavadoras. Separo la ropa y la lavo. Mi hija la tiende y la recoge, y cada uno dobla la suya. Mi marido se ocupa de la compra. Hacemos menú semanal. Y dos limpiezas a fondo al año. Poco más». «No es más ordenado el que más ordena, sino el que menos desordena» es su máxima. «Si sacas, vuelve a meter. Si manchas la cocina de la noche, nunca te vayas a dormir dejando los platos sucios o por recoger».

La Sheldon Cooper del orden dice que otra clave es «no imponer». «Que cada cual elija qué tareas quiere hacer». Y si no las hace, ¡ojo a las consecuencias! No hay pichichi ni banquillo en el partido del orden del hogar.

Tres claves de Mona Ordena

1. Planifica con intención

«Estructuro mis días y mis proyectos con intención, sabiendo para qué hago lo que hago. Ya sea organizando mi tiempo en mi negocio o gestionando mi hogar, siempre priorizo lo importante. Y me aseguro que cada aspecto de mi vida esté alineado con mis objetivos. Está bien tener una estructura pero lejos de ser rígida debe «estar viva” para tener flexibilidad y adaptarse a mi día a día. No se trata de ser una control freak si no de surfear la ola lo mejor posible, ser resiliente y comprender que a veces hay imprevistos. Tener esa capacidad de adaptación me ha permitido, no solo sobrevivir sino vivir mucho mejor.»

2. Delega y pon límites conscientes

«Entiendo que no puedo hacerlo todo yo sola, por lo que delego tareas en casa. Nunca es demasiado pronto para empezar a educar en el orden, teniendo en cuenta las fortalezas y desafíos de cada uno. Por ejemplo, yo de pequeña era muy tímida e ir a comprar se me hacía un mundo, por lo que mi madre mandaba a mi hermano en vez de a mí. Yo en cambio, prefería quedarme a limpiar, cocinar o ayudar a ordenar en casa. Eso se me daba realmente bien desde muy pequeña. Y lo mismo he hecho con mi hija, quien es muy competitiva y ya con sus 3 o 4 años hacíamos competiciones a ver quién terminaba antes de doblando ropa: así le introduje a doblar su propia ropa. También le gusta cocinar y es una hacha recogiendo la cocina. Es interesante fijarse qué se le da bien a cada uno y también permitirles que elijan qué se sienten mejor haciendo, desde pequeños».

3. Crea espacios funcionales 

«Tengo una conexión especial con el espacio físico. Y sé que un entorno organizado favorece la claridad mental y emocional, así que me aseguro de que cada rincón de mi casa y oficina esté diseñado para promover la tranquilidad, la funcionalidad y la productividad. Te imaginas intentar ser creativa en una oficina con una silla llena de ropa por doblar? O querer cocinar sin un palmo de mármol libre en la cocina? O querer tener una vida familiar armoniosa pero peleando y discutiendo por quién hace qué, no? Qué estrés! En mi casa eso no ocurre. Nuestro planning semanal de tareas ha sido debatido y consensuado por todos. Claro que con una hija adolescente hay que recordar más de una vez las cosas, pero sabemos que eso es ley de vida; y si la comparo con otras personas de su edad me siento muy orgullosa de cómo es, de todo lo que hace y de lo que es capaz. Ordenar no es solamente tener un espacio bonito y limpio, es también un legado para nuestros hijos, para que salgan al mundo preparados, capaces y conscientes.»