Desiderio y Soledad, juntos en una residencia por amor: «Ella es mi persona favorita en la vida»

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José, el hijo de Desiderio y Soledad, recogió 90.000 firmas en Change.org para que sus padres, enfermos de alzhéimer, no los separen. Y lo ha logrado: «Estoy triste, porque se van, pero contento a la vez»
02 mar 2025 . Actualizado a las 15:27 h.La historia de Desiderio y Soledad tiene muchas historias dentro de ella. Porque hay una historia de amor infinito, por encima de la enfermedad que ambos padecen, el alzhéimer. Pero también hay una historia de injusticia y de visibilizar un problema real: la necesidad de tener políticas sociales que no obliguen a separar un matrimonio dependiente como es este caso. Además, hay una historia de lucha, la de su hijo José Hernández por evitar que los envíen a distintas residencias y, por último, una historia de triunfo con final feliz, al conseguirlo. Pero vayamos al principio, que es como se tienen que contar las historias reales.
Desde el primer momento en el que Desiderio vio a Soledad, se enamoró de ella. Eran muy jóvenes. Ella se había venido desde Madrid a Plasencia con 18 años después de estar sirviendo en varias casas y desde que cruzaron sus miradas por vez primera ya nunca más dejaron de mirarse y de quererse. Estuvieron de novios un par de años, y a los 22 años de él y 20 de ella se casaron. Desde entonces ya no se separaron más. Soledad se centró en criar a sus hijos y Desiderio hizo de todo para sacar a su familia adelante: «Fue auxiliar sanitario, luego también vendió hielo, trabajó en obras públicas con maquinaria, también fue ferroviario...». Y siempre fueron un matrimonio muy bien avenido. Un ejemplo para toda la familia: «Nunca han estado enfadados más que el momento de la discusión. Y si la culpa era de él, siempre tenía un detalle para ella. Un ramo de flores o lo que fuera. Él siempre estuvo muy pendiente de ella». Y sigue estándolo a pesar de que los dos tienen alzhéimer. «Mi padre siempre ha bebido los vientos por mi madre. Ha sido siempre algo exagerado. Así que imagínate lo que podría suponer para ellos tener que estar separados en residencias distintas», dice el hijo de ambos, que incluso reconoce que la enfermedad les ha hecho revivir a veces aquel amor de juventud y que no es difícil verlos dándose cariño y besos: «Separarlos es quitarles años de vida. Ahora mismo, se tienen tanto cariño que parece que tuvieran 15 años».
Una vida normal

Desiderio y Soledad tuvieron una vida normal, como la de muchos matrimonios de entonces, y lograron sacar adelante a sus tres hijos. Los problemas llegaron hace unos años. Cuando a Soledad le diagnosticaron la enfermedad del olvido. «Mi madre empezó con pérdida de memoria durante la pandemia. Hace cinco años. La cosa iba muy lenta, hasta hace dos años, cuando ya empezó un poco más en serio. Mi padre estaba bien, aunque también tenía alguna pérdida de memoria. Pero desde el invierno pasado por estas fechas, empezamos a notar cosas raras. Al final, resultó que a mi padre le dieron el grado 2 de dependencia, pero mi madre, que estaba peor, tenía el grado 1, porque ella ya lo tenía reconocido de antes, pero la enfermedad empezó a avanzar muy rápido y ese grado de dependencia no se correspondía con su situación», cuenta su hijo. En ese momento, José se planteó buscar todo tipo de ayudas por parte de la Administración. «Llevo todo el verano atendiéndoles todos los días, pero me iba a dormir a casa. Por la mañana les daba el desayuno y estaba un rato con ellos. Luego, la comida. Y me iba luego a verlos a media tarde y por la noche para acostarlos. Pero este otoño, mi madre empezó a salir de casa por las noches y ya los vecinos me llamaron un día diciéndome que mi padre se había tropezado en las escaleras, porque decía que se iba a trabajar a las diez de la noche. Tuve que tomar la determinación de ir a vivir con ellos», explica.
Mejor atendidos
«Al principio, pensaba que tendría que apechugar con las circunstancias tal y como venían, porque mi padre siempre me ha dicho que sin mi madre no se iba a ningún lado. Pero claro, me he dado cuenta de que si los dos están mal hay que poner remedio a eso y buscar un sitio en el que estén atendidos, que estén en unas buenas condiciones», dice. Poco a poco se dio cuenta de que llegaría un momento en el que sus padres necesitarían unos cuidados que él no podía ofrecerles. «Entonces nos comunicaron que mi padre al tener el grado 2, tenía derecho a una residencia, mientras que mi madre, como era grado 1, solo a un centro de día, cuando mi madre ya estaba mucho peor. De hecho, la última valoración que le han hecho hace poco, ya le han dado un grado 3. Pero claro, no les iba a tocar juntos», explica. Tras informarse, se dio cuenta de que poco podía hacer al respecto para revertir esa situación. «Empecé a hablar con compañeros y amigos a cuyos padres los habían separado y fue cuando me di cuenta de que había que hacer algo para que no separe a los matrimonios dependientes, porque si no, no se van a volver a juntar en la vida. Fue mucha gente la que me animó a luchar por que no los separaran». Así fue cómo inició una campaña de recogida de firmas en Change.org.
Una plaza para los dos
Lo que no se esperaba era que tuviera tanta repercusión. Más de 90.000 firmas logró reunir y presentar ante la Junta de Extremadura para evitar la separación de sus padres. Ante tal movilización, la dirección de Unidad de Atención a las Personas Mayores de la comunidad autónoma se comprometió a estudiar las modificaciones necesarias para evitar este tipo de situaciones y accedieron a reunirse personalmente con José y le ofrecieron una plaza para los dos en la misma residencia. Él no podía creérselo: «Es verdad que no está en Plasencia, sino a unos 140 kilómetros, pero lo importante es que estarán juntos y se despertarán el uno al lado del otro, y tendrán mejores cuidados que los que les pueda dar yo, sobre todo, a mi madre», dice. «Aunque tengo una sensación agridulce, porque por un lado estoy contento porque se van juntos, y por lo menos, van a pasar sus últimos años de vida uno al lado del otro. Pero por otro, estoy triste porque se tienen que ir de casa». Y no es lo que José querría para sus padres, porque siente que está en deuda con ellos. «Hace diez años me operaron a corazón abierto. Me pusieron una válvula y tuve que estar un año en la cama. Ellos me estuvieron cuidando. Y eso todavía lo tengo muy presente», asegura visiblemente emocionado y con la sensación de estar en deuda con ellos. «Es la educación que me han inculcado», dice.
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Ahora toca hacer todos los preparativos para la partida, presentar papeles y organizarlo todo, porque les han dicho que en un plazo de 15 días estará el asunto resuelto. Lo de las visitas es casi lo que menos le preocupa a José, porque intentarán ir a verlos todas las semanas. Desiderio sabe, por momentos, que se va a ir fuera de casa: «Si le preguntas, él siempre dice que se va, pero con mamá. Aunque cuando le recalcas que tiene que irse fuera de casa, le cambia un poco el chip. Pero él hace lo que sea por ella. Porque le tiene tanto cariño... Mi madre siempre ha sido la que ha tirado del carro de toda la familia». Y si le preguntas a Secundino por su mujer, él siempre la define de la mejor manera que se puede definir a un ser querido: «Soledad es mi persona favorita en la vida».