Nadia se estrena como jueza en Galicia a sus 30 años: «Juré el cargo en mis prácticas y a la semana siguiente me detectaron un cáncer de mama»

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«He gestionado mejor el cáncer gracias al carácter que te forja una oposición como esta», dice la nueva titular del juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Noia

19 mar 2025 . Actualizado a las 18:30 h.

Tan solo el pañuelo en la cabeza hace sospechar que detrás del ímpetu y la vitalidad arrolladora de Nadia Santos Pita hay algo más que la ilusión de una jueza que acaba de tomar posesión en su primer destino, el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Noia. Tras cinco años de oposición, afronta sus primeros días con ganas de comerse el mundo recién reincorporada de una baja que solo cogió cuando le tocó someterse a un tratamiento de quimioterapia. Porque Nadia, a sus 30 años, es uno de los nuevos rostros de la justicia gallega, pero también el del cáncer de mama a edades tempranas, cuya detección no deja de aumentar. Afortunadamente, en su caso, se hizo a tiempo. Asegura que la dureza de la oposición, que preparó infatigablemente, la ha ayudado a forjar un carácter especial para hacer frente a cualquier cosa.

Natural de Figueras, cuenta que el año anterior salió como destino el juzgado de Castropol, el lugar donde se crio, pero asegura que ella jamás lo solicitaría. «Básicamente porque conozco a todo el mundo, entonces, para evitar cualquier tipo de sentimiento encontrado, nunca juzgaría allí».

Nadia habla con los ojos y se expresa rápido, con pasión. Ese rasgo de su carácter es un arma de doble filo cuando se trata de afrontar las pruebas orales, temidas por la mayoría de los opositores a la judicatura. «Yo era muy nerviosa. Me encontré en la sala del Supremo con la silla del acusado, y yo, que soy muy chiquita, llegaba ahí y mi manera de reaccionar era revolucionarme. Entonces, no me entendían. De hecho, la fiscal del Supremo, el año que suspendí, me dijo al terminar: “No lo dejes y preséntate, que va a salir una nueva convocatoria en tres meses”». Fue su preparador, Luis Anguita, quien le dijo que se lo tenía que empezar a creer ella misma. Y lo hizo.

«Llevaba un mes diciendo que no había forma de que me saliese el tema 8 de procesal civil. Y el día de la última prueba, que fui diciéndoselo a mi padre en el coche, llego allí, saco la primera bola, ¿y qué tema me cayó de los 140? El 8 de procesal civil. Pero dije: “Me da igual, yo de aquí no me levanto y lo canto. Empecé nerviosa, lo canté, y al terminar, salí de la sala y le dije a mi padre: “Adivina qué tema me tocó”», recuerda. La angustia se apoderó de ella hasta que volvieron a llamarla a la sala y le dieron la enhorabuena. «Me puse a llorar, y cuando salí y me vio, mi padre también».

Durante mucho tiempo, Nadia siguió cantando temas entre sueños y teniendo pesadillas de que le faltaba algo todavía para aprobar. «La oposición era toda mi vida, y si aprobé, además de por mi preparador y mi familia, fue por mi pareja, que me apoyó permanentemente».

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Diagnóstico inesperado

Se fue a la escuela judicial en el 2023, y en diciembre de ese año inició ilusionadísima sus prácticas tuteladas en la Ciudad de la Justicia de Valencia. En julio empezaba lo que se denomina la fase de sustitución y refuerzo, en la que ella empezaba a ejercer, aunque todavía sin un juzgado en titularidad. «Fuimos a jurar el cargo a Valencia el 2 de julio, y a mí el 5 de julio me hacen una resonancia porque soy portadora de dos mutaciones genéticas, el BRCA2 y el BRIP1, que pueden generar posibilidades de tener cáncer de mama. Nadie estaba preocupado, pero tenía que hacerme pruebas cada seis meses». Estaba en clase de baile cuando vio que tenía una llamada perdida de un número largo a las nueve de la noche. Nadia devolvió la llamada y era del centro médico. La pusieron en contacto con su facultativo y este le dijo que había visto su resonancia y que tenía que ir urgentemente al día siguiente a Santiago —siempre realizó sus controles en Galicia— para hacer una biopsia. Cogió un avión, se la hicieron y a la semana siguiente le dieron el diagnóstico: Nadia tenía cáncer de mama.

«Tenía un tumor, cogido muy a tiempo, porque estaba en estadio 1, pero era un triple negativo, que son los peores, porque no responden a ningún tipo de química. Como era muy pequeño, yo no me hubiese enterado, porque ni se palpaba ni se veía en las revisiones», indica. Pudieron detectárselo y salvarle la vida gracias a que su abuelo, que falleció cuando Nadia estaba en la escuela judicial, había padecido varios cánceres, y decidieron hacerle unas pruebas genéticas. El padre de Nadia heredó las dos mutaciones. Había un 50 % de posibilidades de que Nadia heredase una y solo un 25 % de que heredase las dos. Tiene ambas.

«Lo primero que se me hizo fue una mastectomía radical, porque además en la otra mama también vieron que tenía una serie de quistes, y después de la operación me dijeron que tenían una pinta muy mala». La operaron el 31 de julio del 2024 y, posteriormente, decidieron darle un ciclo de doce sesiones de quimioterapia para reforzar ya que, al ser tan joven, tenía un índica de proliferación de células cancerígenas que crecía muy rápido.

Su pareja, de nuevo, fue un pilar fundamental durante su proceso oncológico. Un golpe que llegó después de aprobar la oposición conquistando, al fin, la gran meta de su vida. «Pero ocurre una cosa. Yo el cáncer, lejos de romantizarlo, porque es horroroso y es terrible, lo he llevado bastante bien. Puedo tener mi bajón posterior, pero creo que en gran parte lo he gestionado mejor gracias al carácter que te forja una oposición como esta. Toco madera, pero lloré más con la oposición y tuve más días malos que ahora, con el cáncer. Con el cáncer tienes miedo, claro, pero pensé: “No me voy a morir de esto”. Es duro, porque a todos nos importa un cambio físico, pero tengo un trabajo que me encanta, voy a seguir viva, tengo una pareja maravillosa que me acompañó durante todo el proceso y podré tener hijos, porque he conseguido preservarlos».

Antes de iniciar la quimioterapia, Nadia se sometió a un tratamiento de fecundación in vitro para lograr embriones congelados de cara a una futura maternidad, una vez recuperada. Tras dos extracciones ováricas, consiguió los suficientes como para, después de analizarlos genéticamente y descartar los que tenían alguna de las dos mutaciones, obtener varios embriones sanos con los que intentar el embarazo. «Y así, si tengo hijas, les evito tener que pasar por esto», añade la jueza, que hace un apunte importante que suele pasar por alto: «Si yo no hubiese tenido cáncer, me hubiese tenido que quitar las mamas igual y hacer el tratamiento de fertilidad por tener esta mutación genética. Y tanto el proceso de quitarte los pechos como el tratamiento de fertilidad me parecen muy duros, aunque no tengas el cáncer».

Aun así, Nadia tiene fuerzas para rato. Y la Justicia, una nueva jueza que es un ejemplo, también, como mujer.