El lenguaje secreto de tus hijos más allá de «Adolescencia»: este es el significado oculto de los números, acrónimos y emoticonos que usan en las redes

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Jergas y códigos de comunicación ha habido siempre, el problema está ahora en la forma en la que se propagan; porque no solo esquivan a los padres, también a los algoritmos.
05 abr 2025 . Actualizado a las 09:59 h.Un hijo avergonzado de su padre policía que no se entera de nada durante un interrogatorio en el colegio; y un padre sorprendido por cómo su hijo de 15 años le abre los ojos ante un tema que tenía delante y no veía. La serie Adolescencia ha puesto de manifiesto un lenguaje subliminal oculto en redes sociales mediante emoticonos y símbolos, algo que ha sorprendido a muchos adultos y ha motivado a padres y madres a iniciar una conversación en casa sobre lo que hablan cuando lo hacen a través del móvil.
¿Acaso esos padres no tenían lenguajes secretos con sus amigos cuando tenían 15 años? Claro que sí, el problema está en la rapidez con la que se propagan en la actualidad y el significado de estos símbolos, pues muchos de ellos esconden acoso, pornografía o drogas; y no solo intentan esquivar la censura parental, sino también la propia de las redes sociales. Las empresas tecnológicas implementan constantemente políticas de moderación para regular el contenido que se comparte en sus plataformas, pero sus sistemas de inteligencia artificial no siempre entienden el lenguaje adolescente. «Precisamente para intentar esquivar la censura en las redes sociales y poder publicar palabras dañinas, vetadas o peligrosas sin que sus algoritmos lo detecten, los menores de edad han empezado a usar códigos», explican desde la Fundación ANAR, dedicada a niños y adolescentes en riesgo.
Pero que existan esos códigos es totalmente normal, «lo raro sería que no existiesen», reflexiona Iván Pico, psicólogo social y educativo lucense, que recuerda que la creación de códigos de comunicación y jergas es parte de la cultura popular, que va evolucionando y adaptándose a los tiempos. El problema, en su opinión, está en la forma en la que estos códigos se propagan hoy en día: antes se exponían en círculos cerrados que no solían pasar del colegio o del barrio y, cuando lo hacían, «ya existía un aprendizaje previo y barreras de prevención, al no ser tan inmediato», añade. Ahora, un comentario se extiende a través de redes sociales de manera exponencial prácticamente al instante, lo que dificulta la prevención. Y, lo que es más preocupante, esta velocidad de creación de nuevos mensajes es tan rápida «que dificulta la interpretación intergeneracional, porque lo que antes tardaba un tiempo en formarse ahora está en permanente cambio y los adultos lo tenemos más difícil de gestionar y aprender antes de que el mensaje se distorsione hacia otros fines menos éticos».
Códigos universales
¿Y qué significan todos esos mensajes? Son códigos, que generalmente se originan por abreviaturas en inglés, y que empiezan a ser universales y conocidos ya entre muchos jóvenes menores de edad. Algunos pueden tener una connotación positiva, pero otros muchos contienen significados negativos. Si un algoritmo de TikTok reconoce una palabra prohibida, como sexo o anorexia, procede a bloquear automáticamente el mensaje que la incluye, antes incluso de publicarse, con la finalidad de prevenir la difusión de contenido inapropiado y proteger a los usuarios de posibles daños. Si una publicación con palabras prohibidas logra pasar el filtro y es detectada posteriormente, la plataforma elimina el contenido y, en situaciones más graves o si un usuario viola repetidamente las normas de la comunidad, los algoritmos pueden suspender temporal o permanentemente la cuenta. Pero no dejan de ser eso, sistemas basados en inteligencia artificial que censuran una palabra concreta como sexo, pero que no consiguen vincularla con el código «53X».
Otros símbolos buscan simplemente evitar el control parental, que no entenderá que las siglas MOS, del inglés Mom over Shoulder, están avisando al receptor de que hay un adulto mirando la pantalla del móvil.
Hay tantos códigos como adolescentes usándolos, y lo mismo ocurre con los emoticonos. En la serie Adolescencia, una imagen de una bomba es un insulto usado contra los incels, acrónimo de la expresión inglesa para hablar del celibato involuntario, es decir, comunidades virtuales de hombres que dicen ser incapaces de tener relaciones con mujeres pese a que lo desean; o un círculo rojo se refiere a la manosfera, una red de internet que promueve la masculinidad enfatizada.
Y la paradoja aquí está en el origen de los propios emoticonos, creados en la sociedad digital para expresar mejor estados emocionales: «En teoría facilitan y mejoran ese déficit de solo comunicarse mediante texto», explica Iván Pico, que cree que la solución no está en obsesionarse con conocer todos los códigos —lo que además sería imposible por la cantidad que hay y por cómo van cambiando—, sino en educar adolescentes con capacidad de pensamiento crítico: «Para mí es la pieza fundamental de todo esto, si no los chavales serán cada vez más fácilmente influenciables y manipulables, que es lo que pretenden muchas redes sociales».
Volviendo de nuevo a la serie Adolescencia, uno de los aspectos más impactantes es ver esa doble vida que llevan los jóvenes, aunque Pico incide en que «no es una doble vida, sino que es su vida», en la que están aprendiendo a ser autónomos, un proceso en el que surgen opciones y decisiones que van adoptando en función de las ideas que ven a través de las plataformas, compañeros, familias… «Están en modo ensayo, por eso cometen errores diversos en sus decisiones, puntos de vista que suelen chocar o confrontar con el pensamiento del adulto ya más reflexivo». Y cuando están con los adultos se adaptan a la familia, restringen opciones o emociones para evitar el conflicto: «El contexto familiar no tiene nada que ver con el que vive en su grupo, y aunque parezca que no pasa nada, puede pasar», destaca. Por no hablar de que estos grupos se expanden a través de redes sociales en las que se pierde el control, lo que les lleva a crearse diferentes cuentas, una para la familia y otra para los amigos.
Al psicólogo lucense no le gusta llamar sociales a las redes sociales, «ser social implica otra cosa, tener una interacción más directa, que se pierde prácticamente en su totalidad detrás de una pantalla». Los internautas se refugian detrás de la tecnología y la comunicación se vuelve en cierto modo anónima, «un lugar seguro donde se pueden expresar sin las barreras sociales habituales». Y ahí los códigos y emoticonos ofensivos se pueden usar libremente: «En internet es muy fácil criticar, hablar y decir cosas, ¿pero dirías esas mismas cosas a esas mismas personas si las tuvieras delante? Seguramente no».
En cualquier caso, el uso de códigos no es más que una evolución del propio lenguaje y de las jergas juveniles, lo único que cambia es el medio por el que se transmite y la velocidad con la que se hace. «Entenderlo o no depende del propio adulto», subraya Pico, que se muestra un gran defensor de los adolescentes y crítico con la actitud de muchos adultos con sus hijos: «Como decía el típico eslogan de los noventa: son jóvenes, aunque sobradamente preparados (JASP), pero necesitamos cuidar de ellos y seguir cultivando su pensamiento crítico en vez de deteriorarlo».