Ana Morgade, humorista: «Los cómicos gallegos son especialmente serios»

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INMA FLORES

Tan lúcida como incontenible, tan sagaz como versátil, despistada confesa y siempre parapetada tras sus gafas sin cristales, se encargará, el 4 de mayo, de clausurar la quinta edición del EMHU

15 abr 2025 . Actualizado a las 10:38 h.

Tiene Ana Morgade (Madrid, 1979) el don de la agilidad. En el verbo y en la mente. Una herramienta excelsa a la hora de enfrentarse a la siempre incierta aventura de hacer comedia. Se ha codeado con los y las más grandes en el escenario, en los estudios de radio y en los platós de televisión. Hoy, la top es ella. El Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU) se lo reconoce invitándola a protagonizar el Fantastic Colofón (4 de mayo) junto a Álex Clavero y JJ Vaquero en A Coruña.

—Cómica, actriz, presentadora de radio y televisión... ¿Cómo te presentas?

—Durante una época, cuando tenía que poner en algún sitio mi profesión, ponía buzo. Me parecía un buen resumen. Porque, al final, me dedico a meterme en las profundidades del humor. Desde hace tiempo digo payaso, también. Así, en masculino. Y si ninguna de las dos vale, suelo decir cómica. Es lo que más me ha dado de comer y lo que más alegrías me da.

—¿Porque de pequeña ya eras la graciosa de la clase?

—No te creas. Había muy buena competencia. España es un país donde hay muchísima gente que se dedica a la comedia, aunque muy poca que lo haga de manera profesional. Somos un país que se sabe reír y sabe hacer reír. El humor forma parte de lo cotidiano. Vivimos haciéndonos bromas, contando chistes y tomándonos el pelo, y creo que es un hábito muy sano.

—Al mismo tiempo, da la sensación de que, ya sea por la crispación, la precariedad o las crisis emocionales, estamos perdiendo algo de sentido del humor.

—Es verdad que hay muchas razones para estar aterrorizado e igual que cuando tienes hambre o sueño no estás para bromas, cuando estás en un estado de pánico o de angustia cuesta mucho más reírse. Pero siempre hay que intentarlo, porque poderte reír de algo es señal de que ya no te puede hacer tanto daño. Sin embargo, ocurre con frecuencia que las mayúsculas de la vida se las dejamos al drama. Por eso a mí me dan tanta rabia frases como «bromas aparte» o «ahora en serio». ¿Qué pasa, que lo que era de broma no lo había que escuchar? Es como si lo anterior, la broma, fuera el preámbulo de lo importante. Y no. Es importantísimo hablar en broma y no tomarse en serio.

—Dice Ricky Blanco que «el humor nos hace un poco más humanos».

—Totalmente. Es que ya el propio mecanismo de la risa, abrir la boca y enseñar los dientes, tiene que ver con mostrarte indefenso. Es como quitarte la máscara social. Creo que por eso a veces la comedia da tanto miedo o asusta tanto.

—Participas en un espectáculo que se titula «Mentes peligrosas». ¿Puede que las mentes más peligrosas en la actualidad sean las de los cómicos?

—No. Las mentes más peligrosas son las que se toman demasiado en serio. Creo que precisamente la falta crónica de humor te lleva a convertirte en un cretino. Porque entras en ese estado alucinado y mesiánico en el que piensas que todo lo que haces deja huella y que todo lo que te sucede es superimportante. Y, sin embargo, el humor tiene mucho que ver con relativizar el tiempo que estamos aquí y la huella que vamos a dejar. El humor te coloca en tu sitio. Te recuerda que estás de paso, que no es para tanto y que, «chico, déjate en paz un rato y relájate».

—En el ámbito cotidiano, en tu día a día, ¿dónde aplicas el sentido del humor?

—Intento aplicárselo a todo. Mi objetivo en la vida es no tomarme nada en serio. Desde el modo en que me visto, que parece que me hubiera vestido a oscuras, hasta cómo hablo... Menos la declaración de Hacienda, todo lo demás intento hacerlo absolutamente en broma.

—Y a tu alrededor, ¿dónde lo echas de menos?

—A ver cómo te lo cuento... Hay algunas profesiones donde tiran de humor cuando no es su trabajo. Eso me da mucha rabia. Lo vemos mucho, por ejemplo, en la política. A veces, en el Congreso de Diputados da la sensación de que están más preocupados por el chiste que por los Presupuestos Generales del Estado.

—El humor, ¿siempre blanco o le ponemos notas de color e intensidad?

—Yo no creo en el humor blanco. En el humor siempre alguien tiene que salir herido y tienes que estar dispuesto a que la primera víctima seas tú mismo. El humor no puede ser inofensivo. La información o el entretenimiento son el retrato, pero el humor es la caricatura. Y tú no puedes hacer una caricatura sin exagerar, sin deformar. Entonces, en esa deformidad y en esa exageración, es muy fácil acabar rozando sensibilidades.

—¿Tiene límites el humor?

—No me preocupo de eso. Mi trabajo es precisamente buscar lo opuesto. He consagrado mi vida a buscar dónde está el humor. Los lugares donde no está no me interesan, no intento identificarlos. Me parece suficientemente difícil buscar qué es gracioso como para perder tiempo y energía buscando qué no lo es.

—¿Tú te has metido en muchos jardines?

—¡Y en más que me meteré! Cuando tu oficio es hacerle cosquillas al cerebro de la gente, lo más probable es que te quedes corto o que te pases. ¿Cómo se encuentra el punto equidistante? Si alguien lo sabe, yo le pago para que me lo explique.

—¿Existe el humor gallego o el humor es universal?

—El humor tiene dos vertientes que se dan la mano de una manera muy loca, que es lo universal y lo local. El humor es universal porque, en el fondo, nos conecta con los terrores, y los terrores son universales. Todo el mundo tiene miedo a las mismas cosas desde los tiempos de las cuevas. Pero, al mismo tiempo, el humor parte de algo que es muy local. Por eso a veces un chiste que te funciona en una ciudad, no te funciona en otra. En esa dualidad tan extraña es donde el humor se encuentra. Entonces, ¿hay humor gallego? Por supuesto. Pero eso no quita que el humor sea también universal.

—Visto desde fuera, ¿cuáles serían las señas de identidad del humor gallego?

—Una de las cosas que me fascina y que me divierte mucho de los cómicos y cómicas de Galicia es que son especialmente serios. A mí me gustan mucho los cómicos que no se ríen antes que el espectador. Hay muchos que no se aguantan, que se hacen tanta gracia a sí mismos que rompen ellos la risa antes que el público. Sin embargo, la comedia gallega es muy generosa con el público. Abre la puerta, pero deja pasar primero al espectador.

—¿Qué es lo más difícil de hacer en comedia?

—Hacer comedia no es difícil. Lo que es difícil es no ser muy malo. Como en cualquier otra profesión. Hacer chistes es algo increíblemente fácil. Lo que te convierte en un profesional es que cuando tienes un día de mierda, cuando no se te ocurre nada, cuando estás bajo la presión de estar delante de un montón de gente, no lo hagas horriblemente mal.

—Hasta no hace mucho los grandes recintos estaban reservados para las grandes figuras musicales, pero es que ahora los cómicos también llenáis el Wizink. ¿Sois las nuevas estrellas del rock?

—Yo tuve la suerte de poder actuar aquella noche en el Wizink y hace poco en La Fonteta, en Valencia, y tengo que reconocer que jamás en mi vida me imaginé llenando un pabellón y estar delante de 10.000 personas haciendo lo que más me gusta, que es el payaso. Literalmente, es una cosa que no te entra en la cabeza. Hace 20 años estábamos peleando porque nos dejaran entrar en los teatros y ahora de pronto nos abren las puertas de los pabellones y los estadios.

—¿Funciona igual el chiste en un pequeño teatro que delante de 10.000 personas en el Wizink?

—Yo creo que sí. La gente se tronchaba con el espectáculo. Pero es verdad que una tiene también que calibrar para cuántos y para quién está actuando y tomar decisiones. Tienes que entender qué clase de gente ha ido a verte y qué espera de ti. En un pabellón, sin traicionar tu esencia, no puedes hacer un humor muy nicho, muy café para los muy cafeteros, porque la gente va a decir «pero señora, ¿dónde va usted que no le sigo?».

—¿Quién ha sido el (o la) más grande de los cómicos?

—No soy capaz de responder a esa pregunta. Cuanto más trabajo, más referentes me encuentro. Yo no tengo un icono único. Hay un montón de gente que me fascina. Y cada vez aparece más gente que me gusta. Así que esa respuesta cada vez tendría más candidatos y candidatas.

—¿Es la televisión un medio propicio para la comedia?

—Yo creo que sí. Esa cercanía y esa sensación tan hogareña que tiene la tele, que tú la puedes ver en pantuflas y bata, es propicia para echarse unas risas.

—¿Y la radio?

—Para mí la radio es una especie de bálsamo. Es preciosa. Si te digo que la tele es hogareña, la radio es ya directamente la cocina. Eso que tiene como de susurrarte al oído es algo muy especial.

—Cada vez hay más mujeres en la comedia, pero recordaba Eva Hache que era inconcebible que no hubiera presentadoras femeninas en ningún «late night».

—Bueno, justo ahora está Henar Álvarez, que ha roto la maldición. Pero las mujeres seguimos ausentes de la franja de televisión en la que se mueve la pasta. Evidentemente, hay mujeres al frente de programas. Por las mañanas, por la tarde e incluso en el late. Pero donde realmente se mueve el dinero en televisión, en el prime time, las mujeres entran con cuentagotas. Hay una por cada mil hombres. A día de hoy, no ha habido en la historia de la televisión ningún programa de humor en prime time conducido por una mujer. Donde se mueven las perras, siguen siendo todos tíos.

—¿Las redes sociales son una buena cantera para la comedia?

—Yo soy una señora mayor y las uso como las usan las señoras mayores: poco y mal. Pero sí que hay un montón de cómicos y cómicas que están sacando material prácticamente a diario. Y eso es una gozada, porque todos los días en tu móvil tienes un montón de contenido de comedia de mucha calidad. Tienes ahí una fuente de risas gratis que es estupenda.

—Los payasos utilizan la nariz roja como elemento icónico y también a modo de máscara. En tu caso, ¿esa función la cumplen tus gafas sin cristales?

—Totalmente. Son la máscara que me pongo para salir a hacer reír. Es una protección imaginaria. Es como la sábana que nos ponemos para escondernos de los monstruos. Evidentemente, tu cabeza sabe que eso no te va a proteger ni de un mosquito, pero cuando una sale a exponerse delante de un montón de desconocidos y a intentar no morirse de vergüenza, una pequeña sábana antimonstruos siempre viene bien. Y las gafas son la mía.

—¿Porque tú eres vergonzosa?

—Muchísimo. En el día a día me da mucha vergüenza todo. No soy yo una persona muy extrovertida. Hay mucha diferencia entre mi yo escénico y mi yo de la vida. En el escenario eres tú con el contraste subido, pero luego, por la calle, no podríamos estar así las 24 horas. Seríamos insoportables y sería agotador.

—¿Qué nos vas a presentar en el EMHU?

—Este año voy muy bien acompañada y básicamente presento la despedida. Que parece una contradicción, pero también hay que presentarla, y alguien lo tiene que hacer. Además me hace mucha ilusión presentar el Fantastic Colofón, porque es de los poquitos eventos que todavía no he hecho en el EMHU. Y es que me encantaría acabar siendo como un clásico. Un poco como cuando vas a Segovia y tienes que ver el acueducto. Bueno, pues cuando vayas el EMHU tienes que ver a la Morgade.