Diego González Rivas, cirujano: «Estoy en una bola de nieve que va creciendo y es imposible pararla»

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Acudió tanta gente a la presentación de su nuevo libro que tuvo que hacerla dos veces. Encontrar un hueco en su agenda es tan complicado como operar un tumor por una sola incisión. Sale del quirófano y nos vemos en la cafetería del hospital San Rafael
19 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En las últimas 24 horas hizo de todo. Grabó con Alba Carrillo en la playa del Orzán para un nuevo programa de la TVG. Ofreció una charla en el colegio Calasanz de A Coruña a los chavales que pronto iniciarán su etapa universitaria. Ahora acaba de operar a un paciente en el hospital San Rafael y echa un vistazo a las decenas de mensajes y mails que le llegaron mientras estaba en quirófano. «Esta mañana también me escapé una horita a hacer surf a Caión», puntualiza el cirujano Diego González Rivas (A Coruña, 1974), que dentro de tres horas presenta su segundo libro en su ciudad natal. No sabe lo que le espera, una cola interminable de gente ansiosa de escucharle y saludarle delante del nuevo Espacio Abanca Avenida. Tanta expectación generó que tuvo que hacer dos presentaciones. Primero a unos y después a los que se quedaron fuera de la primera. Empezó a las 8 de la tarde y acabó casi a la medianoche. Apenas tuvo tiempo para dormir porque a las 8 de la mañana despegaba para Bucarest.
—¿Con semejante agenda te queda tiempo para desconectar en algún momento?
—Intento hacerlo. Creo que lo consigo cuando estoy en el agua practicando surf, pero reconozco que me vienen flashes de cosas que tengo que hacer, de pacientes a los que tengo que llamar... La desconexión total es imposible.
—Llevas cinco años a este ritmo de locos, ¿te has planteado parar un poco?
—A veces intento bajar algo la intensidad, pero no da resultado. Estoy en una bola de nieve que va creciendo, creciendo y es imposible pararla. Ahora surge la telecirugía y todas las posibilidades que ofrece. Imagínate un colega cirujano operando un caso en Kuwait y que de repente no tienen claro por dónde seguir con la intervención, y yo desde aquí puedo conectarme y seguir con la operación a distancia. No tendría que desplazarme. Tiene tantas posibilidades... Y me van surgiendo nuevos proyectos vinculados a la IA (inteligencia artificial) como los quirófanos inteligentes en China, que es algo superinteresante. También está lo del robot Shurui, que vamos a traer a Europa a finales de año. Es el futuro de la medicina y con la ventaja de que funciona sin cables, con lo que puedes llegar a sitios que a otros aparatos les resulta imposible. Lo dicho, no puedo parar.
—Tu técnica para operar es la misma en todos los sitios, y los pulmones similares, pero la gente es distinta.
—Cada cultura es diferente. Los chinos, por ejemplo, son muy preocupados y te hacen muchas preguntas sobre lo que les vas a hacer. El español es un encanto y confía mucho en su médico. Se pone en tus manos. Al operar a gente de tantos países vas apreciando las distintas maneras de enfrentarse a un problema de salud.
—Debido a tu fama, ¿cuántas personas acuden a ti en busca de una segunda opinión médica?
—Todos los días recibo una locura de peticiones de segundas opiniones [me muestra en el móvil sin acercármelo demasiado, cantidad de mensajes]. Cada día recibo 50 correos con los tacs correspondientes de personas a las que les dijeron que su tumor no es operable. Y 48 de esos 50 no lo son porque, por ejemplo, no está indicado por el oncólogo. Pero si hay un caso complejo que creo que sí puedo operar con técnica Uniportal Vats, que no es agresiva para el paciente, lo hago.
—Me imagino que será imposible llevar la cuenta de las cirugías que practicas al año.
—El número exacto no, pero serán alrededor de unas mil cirugías anuales, que es una barbaridad. En USA, de cáncer de pulmón, que es lo que hago yo, puede llegar un médico a las 400. La gran ventaja de practicar tantas es que te hace mejor cirujano. La experiencia te lleva a hacer cosas que ni imaginabas. Los casos complejos te hacen sufrir, pero desarrollas unas habilidades increíbles, que es la gran ventaja. Me van los retos. Un caso difícil que otros no hicieron es algo que me estimula. Insisto, si es operable, lo opero. Nunca he dicho que no a un caso que fuese operable. Aprendo más y siento más satisfacción.
—Mil cirugías al año y es capaz de mantener contacto por WhatsApp con la mayoría de pacientes.
—Me gusta darles mi número de teléfono, porque gracias a ese contacto directo se sienten protegidos. Y aunque tienen mi número no me machacan a llamadas, son muy respetuosos. Nunca he tenido un problema con nadie.
—Pero tú, a mayores, tienes una gran presencia mediática y peticiones constantes de periodistas.
—Lo de los medios va por rachas. Ahora es un momento álgido porque acaba de salir el libro y porque llamó la atención la cirugía a distancia que hicimos, que es la primera vez que se hace una de esas características en el mundo con una pequeña incisión. Desde China operamos un tumor en Rumanía. Intento atender a todos los medios y creo que me dejan respirar. (Me enseña alguna llamada perdida de David Broncano).
—Tu presencia en programas de gran audiencia te ha convertido en un cirujano que al mismo tiempo es un personaje público.
—Es una pasada. Me sucede por la calle en Madrid, y en restaurantes, que la gente me saluda. Me paran, me comentan algo, y me siento muy querido. En A Coruña ya es algo fuera de serie. Es mi ciudad, la más bonita del mundo, y llevo siempre su nombre por donde voy. Es el lugar en el que quiero vivir en un futuro. Mi jubilación será coruñesa. La calidad de vida de aquí no la hay en ningún sitio. Eso es lo que le dije a Alba Carrillo en ese programa que grabamos en la playa y que pronto se emitirá. Lo que sucede es que ahora mismo se me queda pequeña para todo el tema de la robótica y de la tecnología, que en lugares como en China están por delante, y necesito seguir viajando por todo el mundo como llevo haciendo estos últimos años.

—Entrando en temas personales. Cómo te organizas con el tema de la maleta.
—Cada semana estoy en un país diferente y te aseguro que nunca facturé una maleta. Si lo hiciese perdería mucho tiempo en las recogidas de equipaje y me complicaría en las combinaciones de vuelos si son de varias compañías. Siempre utilizo unas zapatillas Golden Goose que llevo puestas y que cambio cada dos meses. De calzado nada más. Dos pantalones, un par de jerséis, la ropa interior y cinco camisetas que voy lavando en los hoteles. El neceser y una cazadora que llevo puesta por si voy a sitios de frío. Con una maleta de mano me llega. Simplificar es lo mejor. Y, además, ahora valoro mucho menos lo material. Invierto en propiedades, pero no se me da por comprar cosas, a lo mejor porque al no vivir en un sitio fijo no tienes necesidad de tener mejor coche que el vecino (dice sonriente). En tu ciudad te vuelves más materialista.
—¿Y cómo llevas el tema del «jet lag» y los virus que hay en diferentes países?
—Solo tomo un poco de vitamina C por las mañanas y llevo cinco años sin estar enfermo, solo un pequeño catarro el otro día. La verdad es que me sorprendo a mí mismo por las pocas veces que enfermo. Creo que estoy inmunizado de estar expuesto a tantos virus. Estaba más delicado de salud cuando vivía en Galicia. Y lo del jet lag creo que lo tengo dominado, porque no me afecta. Lo noto lo mínimo. El otro día me hicieron entrega de la tarjeta platino for life de Air France. El piloto lo dijo por la megafonía del avión y la auxiliar de vuelo vino con una tarta, me dio bastante corte. En el resto de compañías tengo la platino.
—¿Siempre vas a los mismos hoteles?
—Los mejores son los de China. En Shanghái voy siempre al mismo y tengo una habitación reservada todo el año. Normalmente suelen estar cerca de los hospitales en los que opero. Me vienen a buscar al aeropuerto y a veces me cambian de hotel, según los países.
—Dices que no eres muy de comprar, pero sí lo haces para aumentar tus colecciones.
—Colecciono relojes, que es algo no demasiado original, pero también ajedreces del mundo, que es una manera de entender las diferentes culturas de los países. No se parece nada un ajedrez de un lugar de África a uno de Asia o de Europa. Y tengo una buena colección de libros de cirugía en prácticamente todos los idiomas del mundo. Algunos de 1700 y anteriores, que adquiero en subastas y en foros. Y compro instrumental de quirófano de otras épocas, tengo un pequeño museo que creo que es muy interesante.
—Otra faceta en la que destacaste en los últimos años es en tu labor solidaria ayudando a personas sin recursos y en países con pocos medios.
—Hace dos años que presentamos la fundación que lleva mi nombre y ya hicimos un montón de misiones. El año pasado fuimos a Ghana, y pusimos en marcha algo que nunca se había hecho. Este verano nos vamos a mover a Liberia, a Sierra Leona y a Angola. Nos llaman de Rusia o el Tíbet para proponernos todo tipo de misiones, pero no es sencillo solucionar todos los trámites que hay que hacer. El hecho de que ahora sea un cirujano conocido hace que hasta me llame un ministro de El Salvador para que vaya a operar allí. La agenda es la que es. Fíjate que me premiaron con la marca España y lo entregan los Reyes, y no sé si podré recogerlo, si me coincidirán las fechas.
—Poco a poco empiezan a llegar los reconocimientos a toda tu labor, hace poco también recibiste el título de doctor Honoris causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche.
—Sí, y todo premio es bienvenido, pero lo que me mueve es otra cosa. El mejor premio es el reconocimiento de los pacientes y que se encuentren bien después de una intervención, que les devuelvas la ilusión. Un premio no te hace mejor o peor, porque es algo subjetivo, ya que lo decide un jurado. Pero me alegra recibirlos.
—Todas esas vivencias supongo que querrías contarlas en un libro como «Curando el mundo».
—Claro, son muchas experiencias, cosas que me pasaron que nunca había contado. Me ayudó una periodista, María Ferreira, que le dio un toque más profesional a lo que yo le iba mandando por correo electrónico. Condensar mis vivencias es complejo porque todo es intenso en mi vida. Hablo de cuando operé en Gaza, Ucrania o Libia que son cosas que me veía en la necesidad de contarle a todo el mundo [tres horas después de esta entrevista se formó una cola gigante de admiradores para la presentación del libro].
—El libro está siendo muy demandado, ¿te planteas lanzar una segunda parte?
—El primero que escribí, Imposible es nada, tardó ocho años en llegar a la sexta edición. Curando el mundo va en la cuarta edición en un mes y es primero en ventas de no ficción. Creo que habrá que escribir una segunda parte en vista de la gran cantidad de gente que lo está comprando y de las buenas críticas que recibo, creo que es mucho mejor que el primero.
—Si tienes que responder a alguno de los mensajes o llamadas, por mí no hay problema [se lo digo porque no deja de iluminarse su móvil].
—Tengo 4 o 5 tacs para ver y pacientes que están pendientes de mi respuesta. No te preocupes, los tengo que ver con calma antes de contestar. Mira [me muestra la pantalla a distancia], hay mensajes desde México, Kuwait, Alemania, Macedonia...
—¿Cómo te ves estos próximos años?
—Como te comenté, hay muchísimos retos por delante. En India, en Alemania están desarrollando proyectos punteros. La robótica cada día avanza más, la inteligencia artificial es una realidad, hacer operaciones single port en directo por telecirugía... Lo que viene va a ser brutal y tengo que estar ahí.
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—Se hace tarde. Nos levantamos de la mesa de la cafetería del Hospital San Rafael, donde llevamos más de una hora, y se ofrece a llevarme en su coche hasta el centro de A Coruña. Con el manos libres contesta una llamada y queda con la persona que le llama dentro de diez minutos.
—Es uno de los mejores tatuadores de España y tuvo el detalle de diseñar unas camisetas para mí que vino a entregarme. [Me la muestra en el móvil. Se ve una caricatura de Diego rodeado de aparatos y arriba escrito Dievinci. Apenas dos horas después la lució en la presentación del libro].
—¿Tienes alguna manía o ritual que sigues antes de operar o de viajar?
—Voy a pensar, pero creo que no. La verdad es que no soy nada fetichista ni maniático.
—¿Qué te dice la familia de un paciente que hasta que te conoció parecía desahuciado?
—De ser una persona que piensa, y su entorno también, que se va a morir, a prolongarle la vida, es una gran diferencia. Le das algo que no tenía, ilusión, y a lo mejor le va bien y vive muchos años. La gente es muy agradecida.