
El dúo catalán lleva más de seis años recopilando las historias más vergonzosas de sus espectadores y oyentes. El próximo viernes 2 de mayo vienen a Ourense y el sábado 3 viajarán a A Coruña en el marco del EMHU para escuchar las ruinas de los gallegos
01 may 2025 . Actualizado a las 10:56 h.Que levante la mano quién no haya tenido uno (o varios) momentos en su vida de ¡tierra trágame! La vergüenza es una experiencia universal y Tomàs Fuentes (Badalona, 1983) e Ignasi Taltavull (Barcelona, 1988) han querido regocijarse en ella. Con su pódcast La Ruina han pasado de una trastienda en la ciudad condal hasta llenar teatros por toda la geografía española. Si no los conoces, la dinámica del programa es muy sencilla. El público puede apuntarse como voluntario para contar su historia más vergonzosa y ridícula. Durante el programa, los presentadores sortean quién subirá al escenario y un invitado famoso, que también paga el peaje de airear sus trapos sucios, decide quién es el ganador.
Esta idea los ha llevado a hacerse con el premio Ondas hace unos meses y vendrán a celebrarlo al auditorio municipal de Ourense el viernes 2 y a Palexco (A Coruña) el próximo sábado 3 de mayo, con todas las localidades agotadas, dentro de la programación del Encuentro Mundial de Humorismo (EMHU).
—¿Cómo nació el proyecto?
Tomàs. Llevamos muchos años siendo amigos, pero nunca habíamos hecho un proyecto conjunto. Durante un viaje surgió la idea de hacer algo para ver qué tal se nos daba. Queríamos que la gente tuviera un papel destacado en el show, pero pensamos: ‘¿Qué podríamos hacer para que la gente se atreva a participar?'. Llegamos a la conclusión de que todo el mundo tiene una historia ridícula, patética, que ha contado mil veces y que la explica muy bien. Y dijimos: ‘Vamos a probar a ver si la gente se atreve a contarla'. Aun así estuvimos un par de años con el proyecto en un cajón.
Ignasi. Estamos en la séptima temporada y aún tengo la sensación de que estos son los inicios. Estamos disfrutando como si fuera el primer día. Cada año hay sitios nuevos a los que vamos, gente nueva que nos conoce y siento que aún tenemos muchísimas cosas por hacer y tenemos la misma ilusión con la que empezamos.
—En vuestro caso se cumple el refrán de que en casa del herrero, cuchillo de palo. Ambos sois guionistas, pero os habéis embarcado en un proyecto que es pura improvisación.
Tomàs. De hecho, precisamente porque veníamos de guion, tardamos un par de años en hacer el show. Nos sentíamos un poco farsantes, yo no sabía si iba a saber improvisar ni si la gente iba a ser divertida, pero de alguna manera de tanto explicar la historia inconscientemente han hecho trabajo de guion sin darse cuenta: la explican, quitan las partes que no aportan nada, y hacen unas pausas perfectas. El espacio que hemos creado ha dado la oportunidad de que muchísima gente que no se dedica ni se dedicará a la comedia, porque tiene otras profesiones, pueda coger un micro y compartir sus historias y demostrar que son gente divertidísima. Creo que es lo más guay de este proyecto, que nosotros podamos compartir espacio con gente que no está pensando en el chiste ni en cómo estructurar su historia.
—¿Alguna vez habéis pensado de alguna persona que ha subido a contar su ruina que podría dedicarse a la comedia?
Ignasi. Absolutamente, hay gente que descubre que tiene una gracia natural que no puede ser replicada o emulada, gente que es genuinamente divertidísima y que tiene además una soltura sorprendente. A priori no parece fácil coger un micrófono en un teatro, empezar a contar una historia delante de todo el mundo y expresarse con naturalidad. Hay mucha gente que lo hace de manera genuina y es supergratificante verlo tan cerca desde el escenario.
Tomàs Fuentes: «Hay historias tan ridículas que piensas: ‘Esto no ha podido inventárselo nadie'»
—Pero también se tiene que dar la otra cara de la moneda. ¿Qué pasa cuando sube alguien que cuenta algo aburrido o fuera de lugar?
Tomàs. Los comentarios fuera de tono suelen ser deslices, entonces los intentamos quitar en la grabación. Pero la gente ha cogido muy bien el tipo de historias que gustan y cuánto deben durar. Muy pocas veces nos ha pasado eso de sentir que nos está fastidiando el show. Incluso en las historias que quizá no son de las más divertidas, siempre hay algo genuino que se puede aprovechar.
Ignasi. También es nuestro trabajo en ese caso intentar que la persona que ha tenido la generosidad de compartir su historia con nosotros no sienta la presión de llevar el peso del programa. Para eso estamos nosotros con el invitado, para aliviar el show. Además tenemos un público muy generoso que siempre rema a favor, comprendiendo que esto es una experiencia en la que nadie se ríe de la persona que sube. Todos intentamos crear un ambiente cómodo y divertido.
—Contar una historia vergonzosa en alto delante de tanta gente, ¿puede verse como algo casi terapéutico?
Tomàs. No de manera médica [ríe], pero si a alguien le ayuda, y nos consta que es así, bienvenido sea. Nuestra intención es entretener y hacer reír, pero no buscamos sustituir a la terapia.
Ignasi. Creo que sí que hay algo de esta experiencia colectiva que te libera mucho de la vergüenza propia. Desde hace años, con las redes sociales, todo el mundo tiene la necesidad de mostrarse superperfecto. Con La Ruina, el poder estar en un sitio diciendo «yo hice el ridículo y me río de ello y lo reivindico como algo normal» y ver cómo el resto lo celebra y le acompaña en ese fracaso, creo que es muy positivo.
—Nos hace sentir un poco mejor ver que no somos el único al que las cosas le salen mal.
Ignasi. Exactamente, nos acompañamos en la miseria. Es como «estamos juntos en el desastre, nos damos la mano y nos felicitamos por estar allí».
Tomàs. La gente empatiza más con las historias de perdedores, son más comprensibles. Aunque no te haya pasado exactamente lo mismo, entiendes cómo se han sentido. Si eres muy rico no vas a poder transmitirme tan fácilmente lo guay que es ser rico, pero por pringados somos todos iguales.
Ignasi Taltavull: «En Galicia siempre nos reciben con mucha alegría y nos cuentan muy buenas historias»
—¿Creéis que en las historias de la gente hay algo de ficción?
Ignasi. Todos tenemos una parte de ficción integrada en nuestras vidas. A veces, incluso, para protegernos a nosotros mismos. En este caso el premio del programa es una tontería, así que nadie gana nada adornando o exagerando el relato.
Tomàs. Y bueno, si te pones a falsear algo, le añades un poco de espectacularidad. En este caso hay historias tan ridículas que piensas: ‘Esto no ha podido inventárselo nadie [ríe]'. Pero vamos, que tampoco exigimos un certificado de autenticidad.
—¿Creéis que existe la fórmula para contar la ruina perfecta?
Ignasi. La parte más importante es que la persona lo cuente de forma honesta. Eso todos lo agradecemos mucho. Cuando escuchas a alguien que está hablando desde el corazón, compartiendo una parte de su vida, quieres oír lo que cuenta.
Tomàs. Lo que engancha es esa honestidad de admitir, «mira, fui imbécil en aquel momento y no pasa nada porque todos lo hemos sido, sin pretensiones de destacar, solo reconocer que somos humanos». Volviendo a la pregunta de antes, creo que si las historias fueran inventadas, no se explicarían de la misma manera, con la misma pasión, con la misma gracia. Se nota cuando la persona que lo cuenta lo ha vivido, lo ha sufrido, lo ha superado y se está riendo de eso.
—Este año volvéis al EMHU por tercer año consecutivo, pero también habéis pasado por Ourense, Vigo, Santiago... ¿tanto os gusta el público gallego?
Ignasi. El hecho de que volvamos tan a menudo ya da pistas de que nos gusta muchísimo venir. Siempre nos reciben con mucha alegría y nos cuentan muy buenas historias.
Tomàs. Además de que siempre nos llevamos ruinas increíbles, no podemos negarnos nunca a ir al EMHU, porque está hecho con tanto cariño, son tan majos y nos han tratado siempre tan bien que es imposible decir que no a un festival ese donde se trata con tanto cariño a la comedia y tan bien hecho. Yo tengo un especial cariño por Galicia porque de hecho, la primera ruina que conté en el programa hace referencia a Monforte de Lemos. Estoy pensando que debería ser ahí el show final de La Ruina. [El presentador, sin vinculación con Galicia, fingió acento monfortino en un taxi en Barcelona por hacer la gracia y resultó que el conductor era buen conocedor del lugar. Cuando ya no podía seguir más con la broma, tuvo que reconocer avergonzado que nada tenía que ver con el municipio gallego].
—Y entre todas vuestras visitas, ¿no habéis sufrido una ruina en Galicia?
Tomàs. De hecho, cuando fuimos a Vigo, vino de invitada la Mala Rodríguez. Al día siguiente se tenía que volver a Barcelona sí o sí porque empezaba una gira por Sudamérica y nos cancelaron el vuelo, así que allá nos fuimos en furgoneta la Mala, su representante, Ignasi y yo. Nos cruzamos el país de noche.
—Os habéis recorrido de cabo a rabo la geografía española. ¿Notáis alguna diferencia entre el público de las distintas ciudades?
Ignasi. Nos pasa una cosa, específicamente en La Ruina, que es que hay mucha gente de todos los lados en todos los sitios. A veces vamos a Sevilla y suben cinco personas por sorteo y ninguna es de Sevilla. Hemos descubierto que nuestro público es, por sensibilidad o por lo que sea, el mismo en todas partes. Yo, pese a ser catalán, siento igual de familiar el público de Galicia que el de Barcelona. Tenemos la suerte de que es un público muy cercano y realmente los shows funcionan muy bien allá donde vamos.
Tomàs. Antes de empezar a hacer la gira y que nos fuera así de bien, gente que hace monólogos nos había dicho: "tal público es más frío, tal ciudad es más difícil", y la verdad es que nosotros no lo hemos notado. Supongo también que influye que no sea un monólogo, sino que es como una celebración colectiva de lo cutre y de lo pringado.
Ignasi Taltavull. «Venir a Galicia viajando con Tomás, que somos amigos de hace un montón de años, y que la gente venga a compartir sus historias... ¡es que es un plan increíble!»
—Empezasteis en la trastienda de La Llama Store, en Barcelona, y acabáis de ganar un Ondas ¿El premio ha cambiado algo?
Ignasi. Con el Ondas lo que más hemos notado es la alegría de la gente. Se ha sentido como un triunfo colectivo.
Tomàs. Bueno, porque lo es.
Ignasi. Sí, exacto. Hemos levantado este programa entre todos desde La Llama hasta aquí y eso para nosotros ha sido lo más bonito de ganar.
Tomàs. Hay una cosa muy chula que no estoy muy seguro cómo lo hemos conseguido. La gente que viene a hablar con nosotros es muy cercana. Nos dice: "ostras, es que es como si os conociera". Cuando estábamos en La Llama prácticamente nos conocían, porque eran 30 personas que venían casi siempre. Pero sigue pasando que hay una cierta cercanía, pese a que los datos son más grandes. Y eso es muy bonito, porque era un miedo que teníamos al llegar a más público, pero la gente sigue siendo muy cariñosa, muy cercana.
—¿Y creéis que a lo mejor el Ondas os ha permitido acceder a algún invitado que sin eso quizá habría declinado la invitación?
Ignasi. Supongo que sí, claro. Lo bueno es que ahora cuando contactas con alguien y le ofreces venir hay más probabilidades de que nos conozca y ya no le tienes que contar de qué va el programa. Pero siempre hemos tenido mucha suerte y seguimos teniendo el mismo espíritu que antes. Viene alguien de invitado cuando nos apetece a nosotros y si tenemos feeling. En ese sentido todo sigue siendo bastante igual que al principio. Seguimos con la manta arrugada negra, seguimos con los papelitos recortados media hora antes de empezar para que, si alguien se ha apuntado a ultimísima hora, esté en el bote. Y el resto, aunque ha crecido el número de gente que nos ve, por lo que respecta a nosotros estamos igual.
Tomàs. Al final funciona más el boca oreja. Evidentemente, el día que viene Berto o Buenafuente, que lo comparten, hace que llegue a toda la gente del gremio. Eso los hace estar más predispuestos a venir que el Ondas, que ayudará, pero conocer a los invitados previos ayuda más.
Ignasi. Y nos tienen pasado cosas curiosas. Cuando llamamos a Joaquín Reyes para ofrecerle que viniera de invitado nos dijo: "hombre, ya estaba esperando vuestra llamada, estabais tardando mucho". Ese momento fue como: "no te llamamos antes porque pensábamos que no sabrías ni quién éramos" [risas].
—Ahora estáis en todo lo alto pero, ¿cuál es el futuro que le depara al programa?
Ignasi. La idea del programa es seguir disfrutándolo. Crecer nunca ha sido una prioridad nuestra, hemos crecido de manera natural, pero nosotros nunca hemos buscado llegar a más o menos gente. Seguimos teniendo el mismo objetivo que al principio, que es pasárnoslo bien nosotros, disfrutarlo y que la gente de divierta. Tenemos que ser conscientes de que vivimos una experiencia muy única de la que estamos muy agradecidos. Venir a Galicia viajando con Tomás, que somos amigos de hace un montón de años, y que la gente venga a compartir sus historias... ¡es que es un plan increíble! Así que nuestra idea es que esto dure el máximo tiempo posible.