El salto profesional de Fátima: «Ahora tengo mi propia empresa, pero he llegado a pagar para poder trabajar»

Candela Montero Río
Candela Montero Río REDACCIÓN / LA VOZ

YES

Una llamada para un trabajo para el que ni siquiera optaba llevó a Fátima Pérez a dar un giro y dejar el sector turístico para emprender en el mundo de la belleza

29 abr 2025 . Actualizado a las 15:52 h.

La historia de Fátima Pérez (Ribeira, 1994) es el claro ejemplo de que la vida da muchas vueltas. Y también, de que las vueltas dan mucha vida. En el 2013, empezó a estudiar gestión hotelera y, ocho años y cuatro ciudades después, terminó emprendiendo en Vigo. Pero no lo hizo en nada relacionado con los hoteles, ni siquiera con el sector turístico. Desde el 2021 está al frente de Bonhomia, su clínica de medicina estética en la ciudad olívica.

El mundo de la belleza fue, durante toda su vida, una de sus grandes pasiones: «Siempre me encantó todo lo relacionado con el cuidado personal, los productos de belleza y el bienestar», recuerda. Entonces, ¿por qué se decantó por estudiar algo tan distinto como gestión hotelera? Reconoce que se tomaba todo lo relacionado con la belleza como una afición y que en ningún momento pensó en la posibilidad de poder vivir de ello: «Para mí era un interés personal, algo que disfrutaba en mi día a día, pero nunca me lo había planteado como una opción profesional», admite.

La indecisión, sumada a las posibilidades laborales que le ofrecía el sector turístico, la llevaron a empezar esos estudios: «A los 18 años, la mayoría no sabemos qué es lo que realmente queremos para nuestro futuro. Yo opté por gestión hotelera porque me parecía un sector en crecimiento tanto dentro como fuera de España, que ofrecía muchas oportunidades y que me permitía desarrollarme en distintos ámbitos». Siguiendo ese razonamiento y siguiendo también sus ganas de salir del nido y volar, hizo las maletas y se fue a Madrid a estudiar.

Aunque no se arrepiente de haberla cursado, de la carrera no guarda todos los buenos recuerdos que le gustaría: «Considero que fue exigente y la mayoría de las prácticas me resultaron duras. Especialmente las de invierno, en las que pagaba para poder trabajar, literalmente», lamenta. «Tampoco disfruté el paso obligatorio por los diferentes departamentos operativos y, aunque entiendo que es un proceso necesario, me hizo replantearme si era el camino que quería seguir y, hoy en día, creo que no sería mi primera elección», reconoce. A pesar de todo, no reniega de todo el aprendizaje que adquirió más allá de lo estrictamente académico: «Al final, fue una formación que me permitió madurar, adquirir una visión amplia del sector servicios y desarrollar habilidades que son aplicables en muchos ámbitos profesionales. A largo plazo, sé que puede seguir abriéndome puertas», reflexiona.

Al terminar la universidad dio varias vueltas y recorrió unos cuantos kilómetros. Volvió a Galicia, pasó dos veces por Estados Unidos para trabajar y mejorar su inglés y regresó a Madrid. Allí fue donde su carrera dio un giro inesperado. Entre entrevistas y empleos en el sector de la moda, un día su teléfono sonó para ofrecerle un trabajo que no estaba en sus planes: «Para mi sorpresa, recibí una llamada del centro de estética Maribel Yébenes diciendo que querían entrevistarme. No me había postulado para ello, pero era una buena oportunidad para hacer algo mientras encontraba mi camino, así que accedí. Finalmente, terminé trabajando en la recepción», explica. Lo que ella no sabía era que su camino estaba allí. Había dado con él casi sin querer. Por eso, se puede decir que la profesión la encontró a ella: «Trabajando allí me encantó el trato humano y el asesoramiento personalizado a los clientes», relata.

El giro de timón ya estaba dado en su vida y el nuevo rumbo estaba claro. Y ya, para que el giro fuese de 180 grados, se lanzó a montar su propia empresa: «Siempre he sido una persona con espíritu emprendedor y, en ese momento, me encontraba en una etapa de mi vida en la que tenía totalmente claro que quería hacerlo», explica Fátima, que después de varios intentos de montar su propia empresa relacionada con el mundo hotelero, encontró su camino en algo que no tenía nada que ver con lo que ella había estudiado.

Los entresijos del sector

Ahora, Bonhomia, su centro de estética, está a punto de cumplir cuatro años y para Fátima ponerlo en marcha ha sido una de las mejores decisiones de su vida. «Me siento tremendamente afortunada, porque disfruto cada día de mi trabajo, creciendo y tomando decisiones. Sentir que estoy construyendo algo propio es tan gratificante...», reflexiona.

Eso sí, quiere dejar claro «que no es oro todo lo que reluce», que «emprender en este país es muy complicado» y que «el camino es muy duro». «Implica estar siempre en movimiento, tomar decisiones importantes a diario y apagar fuegos constantemente», alega. Algo a lo que hay que sumar los retos específicos del sector: «En el mundo de la estética, además, hay una competencia enorme, y en algunas ocasiones es una competencia desleal, lo que lo hace aún más complicado», asegura. A pesar de todo, el balance que hace de esta etapa es, sin duda, positivo para ella: «Ha sido un proceso de muchísimo aprendizaje, de evolución personal y profesional», defiende.

¿Por qué se fue a Vigo siendo ella de Ribeira? La razón fue una mezcla entre los sentimientos y la pura logística: «Es una ciudad que siempre me ha dado buenos recuerdos y, además, contaba con un local propio allí, lo que me permitía evitar uno de los mayores gastos iniciales: el alquiler», explica. «Emprender ya supone un riesgo y poder empezar con una base más sólida fue determinante para dar el paso», argumenta.

«La estética no es solo superficial. Ayudar a sentirse cómodo con su imagen tiene un impacto real en su estado emocional”»

Dice que se dedica a lo que realmente le apasiona y defiende que se trata de un mundo que no se limita a una mera idea superficial: «Ese es un pensamiento bastante común, pero alejado de la realidad que yo vivo cada día. La estética va mucho más allá», deja claro. Explica que en su centro no solo buscan que la clientela se «vea bien», sino que «se trata de sentirse bien». «Muchas personas llegan a nosotros con inseguridades que arrastran desde hace tiempo. Ayudar a alguien a recuperar la confianza, a sentirse cómodo con su imagen o simplemente a regalarse un momento de bienestar tiene un impacto real en su estado emocional», argumenta Fátima. Por eso, es una firme defensora de que «el sector tiene una profundidad que muchas veces no se ve desde fuera».

Pero para cumplir este propósito de «aportar bienestar en un sentido más amplio», para Fátima es imprescindible crear «un espacio de confianza». «No solo tratamos el aspecto físico, también escuchamos y acompañamos. Muchas veces, las personas necesitan compartir su situación personal y ahí es donde el vínculo se vuelve aún más especial», relata. Para ella, esa parte «más humana» es «la que realmente da sentido a la profesión».

Y la creación de ese «espacio de confianza» empieza de puertas hacia dentro e implica una parte del emprendimiento que para Fátima es «tan fundamental como complicada»: gestionar el equipo. Una labor que «va más allá de coordinar tareas y asegurar resultados» y que implica «saber si las personas que trabajan contigo están felices, motivadas y se sienten valoradas», para que «el ambiente de trabajo sea sano y positivo». «Yo intento dar siempre lo mejor de mí para ser una persona de apoyo, una buena líder, alguien en quien mi equipo pueda confiar y con quien se sienta cómodo», concluye.