Clara Tiscar, directora del pódcast «Criminopatía»: «Un caso que me quita el sueño es el crimen de los jóvenes de Susqueda»

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Clara Tiscar.
Clara Tiscar. JORDI GALDERIC CASADEMONT

Pasó de ser guionista a autoproducirse su propio pódcast, ahora, ganador de un Ondas Globales; Tiscar cuenta que siempre ha aspirado a escribir novela negra, y el «true crime» la ayuda a documentarse y a saber cómo trabaja la policía

06 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Clara Tiscar es dueña de la famosa frase que miles de oyentes escuchan cada semana: «Hola, criminópatas». Directora del pódcast Criminopatía, ganador de un Premio Ondas Globales y uno de los más escuchados del año pasado, explica que detrás de sus episodios hay mucha documentación y descarte. La organización no es sencilla aunque, con el tiempo, se ha acabado enganchando a la adrenalina que conlleva hablar de crímenes cada siete días.

—Eres guionista, tu objetivo sería que otros contasen lo que escribes. ¿Por qué decidiste hacerlo tú?

—Pues sí, rechacé la idea durante mucho tiempo porque YouTube era una de las posibles salidas para autoproducirme y llamar la atención. Nadie me daba trabajo como guionista y la idea de las cámaras no me atraía, no quería exponerme. Finalmente, surgió la idea del pódcast porque había estado dando cursos de escritura, los hacía en vídeo, utilizaba unas diapositivas y ponía mi voz de fondo para explicarlas. Así que me acostumbré a hablar, porque ya no me resultaba tan extraño ni tan forzado. Pensé que el pódcast sería una manera barata y asequible de demostrar que podía hacerlo bien.

—¿Y por qué «true crime»?

—Porque es el género que más me interesa en pódcast. Aspiraba y aspiro a escribir novela negra y el true crime me ha servido para documentarme, aprender, coger ideas de cómo trabaja la policía, de cómo ocurren estas cosas en realidad, y así poder reproducirlas en la ficción.

—Muchos dicen de tu pódcast que tu voz les relaja. No utilizas ningún otro sonido.

—No. Hay una parte de casualidad, porque yo tengo la voz que tengo, no puedo falsearla. Pero, por otra, era lo que buscaba. Yo no había encontrado un pódcast que simplemente fuese narrativo, sin más que una voz contándote una historia de forma que te enganchara de principio a fin, sin recursos técnicos, sin sonidos. Tenía claro que quería hacer eso y además encajaba perfectamente con algo que siempre intento aplicar, que es mantener lo más simple posible lo que hagas. Ahora me produce Podium Podcast, pero empecé sola en mi casa, grabando con mi ordenador y haciendo un programa cada semana mientras realizaba esos cursos de escritura.

—¿Cómo hace Clara Tiscar uno de sus episodios?

—Tengo un calendario creado con antelación para asegurarme de que los casos se diferencian entre ellos, ya no solo a nivel geográfico, sino en cuanto al tipo de crimen y de víctima; no contar tres casos sin resolver seguidos, o tres infantiles, sino buscar un poco de variedad y mantener un equilibrio. Además, así tengo más tiempo para documentarme. Hay veces en las que dos o tres semanas antes ya estoy viendo documentales o leyendo libros. Por así decirlo, estoy con varios casos a la vez. Eso sí, a la hora de ponerme a escribir, me dedico a uno en exclusiva y tardo una semana.

—Has contado crímenes desde los años setenta y de todo el mundo. ¿De dónde sacas este radar global?

—Sí, los casos antiguos son los más difíciles de hacer. Pero me encantan, porque vemos muy claro cómo era la sociedad de antes, cómo hemos evolucionado, qué ha aportado la ciencia a la resolución de crímenes, al trabajo policial o cómo han cambiado los protocolos. Pero son mucho más difíciles de documentar. Busco los que estén ampliamente contados, que haya documentales, que pueda encontrar prensa previamente escaneada por alguien, o que haya libros. Y si bien nunca me quedo con una sola fuente de documentación, porque siempre intento variar y encontrar las máximas posibles, en estos casos es algo mucho más complicado.

—¿Qué es lo más difícil?

—La principal dificultad con la que yo juego es el tiempo. Es lo que más me falta. Pero a la vez es de agradecer, porque hace que no me pueda dormir en los laureles. Tengo que tomar decisiones rápido, y tiene la parte negativa de que igual me podría documentar mejor o corregir y evitar fallos que veo una vez que el trabajo está hecho, pero creo que si tuviese más tiempo, me costaría más tomar decisiones.

—¿Cuál fue el caso más duro a la hora de narrar?

—Recuerdo uno que empecé a documentar, porque me lo habían pedido mucho, pero decidí no hacerlo, porque estaba siendo muy duro. Era un caso japonés, y esto ya lo dificulta de por sí, porque Japón tiene una ley de protección de datos muy estricta. Pero, además, era una historia de torturas extremas que creo que no hubiera aportado nada, así que lo dejé. Otro muy duro que sí que hice, y que conté en el club de fans, fue el de una familia a la que asesinan mientras dormían. La madre estaba embarazada y los golpes que le dan son tan salvajes que la criatura nace en ese proceso. Eso es lo más fuerte que he llegado a contar.

—¿Te pasan factura los casos que documentas y narras?

—Sí, pero creo que no me sucede como a los periodistas, que al final vais al lugar de los hechos y habláis con los afectados. A mí me afectan, pero al final lo cuento como una espectadora, por lo que me resulta más fácil poner una barrera y disociar. Intento no profundizar demasiado y no llevármelo para casa. Aún así, sucede. Hay casos con los que te indignas, porque hay investigaciones que están mal llevadas o hay leyes que te parecen injustas. Incluso, con algunos, me quedo dándoles vueltas e intento buscar la solución. Creo que es algo que nos pasa a muchos que escuchamos true crime, que nos sentimos más listos que la policía.

—¿Es complejo encontrar un equilibrio entre narrar un caso y saber que lo puede escuchar la familia de la víctima?

—Intento no meterme presión pensando en que pueden escucharlo, pero al mismo tiempo, intento ser lo más delicada posible por si lo hiciesen. Sobre todo en casos españoles, intento no contar nada que la familia no querría escuchar. No me recreo.

—¿Qué te lleva a descartar un caso?

—Que tengan sentencia es algo muy importante para abordarlo. Me gusta más contar casos que ya están en época de estar resueltos, porque así tienen un fin. Eso no quiere decir que no haya contado historias que no lo estén, pero no te contaría un caso que acaba de ocurrir. Me gusta dejar que pase un tiempo. Primero, porque me parece que el trabajo policial es mucho más importante que el que hago yo. Y, segundo, porque si tengo la oportunidad de contarlo con un fin, ¿para qué me voy a adelantar? Además, hay casos que si bien han escandalizado o dolido mucho a la opinión pública, no los puedo explicar porque no tienen una suficiente investigación policial. No me dan para crear un desarrollo narrativo y si los contase, lo haría solo por morbo, y no quiero.

—¿Podrías darme un ejemplo?

—Sí, el de las niñas Ana y Olivia en Tenerife. Este caso me lo han pedido varias veces. Es una historia muy dramática, pero apenas hubo investigación policial. No voy a contar la desgracia de una familia de la que no podemos aprender nada.

—¿Qué casos te han parecido más interesantes desde el punto de vista de su investigación?

—Se me viene a la cabeza uno de Galicia. El de Elisa Abruñedo, en el que la Guardia Civil hizo un trabajo espectacular. Investigaron al acusado de asesinato mediante ADN de la genealogía, que es algo que utilizan en Estados Unidos para hacer árboles geneálogicos, pero que aquí en España la ley no lo permite. Y todo lo que hicieron para encontrar al detenido me parece de ciencia ficción. Otro que me pilla cerca y que me quita el sueño es el del crimen de Susqueda —ocurrido en Girona, en el que dos jóvenes, Paula Mas y Marc Hernández, fueron encontrados muertos después de desaparecer el 24 de agosto del 2017—. Fue de los primeros que expliqué y del que todavía sigo buscando información y hablando con gente.

—¿Por qué crees que triunfa el «true crime»?, ¿es cuestión de morbo?

—No es un género nuevo. Los periódicos llevan una sección de sucesos o judicial desde siempre. Se ha escrito ficción al respecto. Todo ello denota el interés que hay por esta temática y que cuando la realidad no nos la da, nos la inventamos. En mi caso no es morbo, y creo que mi audiencia tampoco acude a mi programa por morbo, porque si bien cuento cosas fuertes que me parece que pueden ser necesarias para explicar un crimen o el trabajo policial, no soy sensacionalista.

—El público mayoritario está formado por mujeres.

—Sí, y las víctimas también. Creo que en el fondo esperamos poder aprender a protegernos y ver esas señales de alerta. Este tipo de historias tienen todo: conflictos propios, giros, el suspense... y retan nuestra inteligencia, porque todos intentamos adelantarnos a la narración y adivinar el culpable.