La aventura de Adrián y su familia: «Nos vinimos de Vigo a vivir a Sudáfrica para que mis hijos aprendiesen inglés»

YES

Adrián es de Vigo y su mujer, Gosia, de Polonia, pero desde hace cinco meses viven cerca de Cape Town, adonde se han ido para darles una nueva educación a sus hijos. «No tienen presión, ni notas, ni exámenes, es un lujo», dicen
09 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Nada de lo que hacen Gosia y Adrián es muy común, aunque su vida sea parecida a la de muchas familias. Ella es polaca y él es de Vigo, pero se conocieron hace veinte años en Escocia limpiando habitaciones. Así surgió un amor que, dos décadas después, ha dado un buen fruto. Dos hijos: Daniela, de 11 años, y Óliver, de 8. Adrián y su mujer siempre han tenido un espíritu aventurero, él es diseñador gráfico y durante mucho tiempo estuvo dedicado a la publicidad, con un trabajo, digamos, normal, pero desde el año 2008, que crearon la web molaviajar.com, dieron rienda suelta a su verdadera pasión: moverse libremente por el mundo. Su web, junto al canal de YouTube y las guías de viajes que hacen los han convertido en un referente para los turistas que buscan destinos como Nueva York, Londres o Cracovia. «Queríamos un trabajo que nos permitiera libertad, en el que fuéramos nuestros propios jefes y eso es lo que nos ha permitido llegar a Sudáfrica ahora», explica Adrián. «Nosotros llevábamos un tiempo viviendo en Polonia cuando pensamos en dar el cambio, aunque desde siempre pasamos largas temporadas en Vigo. Para nosotros ya es tradición que en verano nos vayamos quince días al cámping de las Cíes y también solemos ir en Navidad, mis dos hijos son dos aficionados más del Celta, pero de los que se saben el himno de pe a pa, y desde luego Galicia está enraizada en su corazón», cuenta morriñento desde la distancia Adrián.

Aunque estaban relativamente contentos en Polonia, Gosia y él le empezaron a dar vueltas a la posibilidad de mudarse debido a que sus hijos no hablaban inglés. «Mi mujer se comunica con los niños en polaco, y mis hijos conmigo hablan español, y aunque Gosia y yo hablábamos, sobre todo al principio, en inglés, lo cierto es yo soy bastante negado», confiesa Adrián. «Ninguno de los dos queríamos que los niños en un futuro tuviesen ese problema —continúa—, así que, viendo lo rápido que aprenden de pequeños, decidimos que lo mejor era escolarizarlos en inglés para que lo aprendieran sin esfuerzo».
En lugar de enviar a sus hijos a un colegio bilingüe o a una academia o barajar otras posibilidades, ellos sumaron esa idea inicial al deseo de que tuviesen una educación diferente a la que vivió Adrián de niño en Vigo. «Yo era un chaval muy creativo, pero no se me daba bien memorizar y no tuve muy buena experiencia en el cole», explica. Por eso, entre las múltiples opciones que se les abrían, ellos pensaron que había un modelo, la Green School, que era el que mejor se adaptaba a lo que buscaban: otro tipo de educación en el que sus hijos crecieran sin presión, sin exámenes, sin notas y sin tanta competitividad. «Solamente hay tres escuelas en el mundo Green School: una está en Bali, otra en Nueva Zelanda, y la tercera, en Sudáfrica. Como aquí teníamos unos amigos, ellos nos animaron y decidimos dar el paso», apunta Adrián, que llegó con su familia a una zona próxima a Cape Town hace solo cinco meses. «La escuela es una maravilla, su modelo es parecido a la educación Montessori, pero con algunas diferencias. Es muy liberal, no tienen calificaciones, trabajan por proyectos y es muy creativa. Mi hija ahora está diseñando una cosa y tiene que valorar cómo sacarla al mercado, cuánto le va a costar, qué mejoras puede aportar al mundo... Además, en el colegio tienen clases de cocina, huertos urbanos, y lo cierto es que estamos encantados. Nos íbamos a quedar un año, pero estamos tan, tan contentos que yo me quedaría aquí para siempre. Eso sí, con mis viajes a Galicia, que no pueden faltar, al menos dos meses en el año», dice Adrián.
«TIEMPO EN FAMILIA»
«No sé qué nos va a deparar el futuro, pero actualmente pensamos en quedarnos tiempo indefinido. Mis hijos están muy tranquilos en la escuela, tenemos mucho tiempo para pasar en familia, algo que valoramos, y además, la escuela cuenta con una especie de cafetería donde los padres podemos estar allí teletrabajando sin que suponga un problema. Para nosotros es todo muy fácil», insiste Adrián, que paga 500 euros por niño en esta escuela. «Es más barato en Sudáfrica que en Bali», apunta este vigués, que asegura que el colegio también es vegetariano: «Ni nosotros ni mis hijos lo somos, pero la escuela sí». Aunque no nota diferencias muy grandes con respecto a los precios del supermercado, sí dice que los alquileres son elevados, pero lo que le sorprende a Adrián es que todos los restaurantes, algunos de cierto nivel, son mucho más asequibles. «Son más baratos en general, pero vayas adonde vayas, además tienen todo preparadísimo para los niños. Si el restaurante no tiene parque de bolas, tiene una enorme explanada o un campo para que jueguen, cuando no es así, cuentan con un patio... Todo está pensado para que los críos disfruten mientras tú estás en la mesa».

Esa calidad de vida es algo que Gosia y Adrián valoran mucho, igual que el tiempo de conciliación. «Tienes la idea de Sudáfrica como un sitio peligroso y obviamente sabemos que estamos en una burbuja dentro de una burbuja, cerca de Cape Town, en una zona muy segura. Antes de venir, por desconocimiento, teníamos miedo, porque vivíamos cómodos entre Polonia y Galicia, pero queríamos probar, lanzarnos y ahora nos reímos de ese miedo. Nuestro lema es “que el miedo nunca te pare”. Si hubiéramos llegado y nos hubiéramos tenido que marchar, pues no habría pasado nada. Y, mira, ha sido todo lo contrario, los niños van a crecer en un lugar maravilloso, rodeados de naturaleza, en un entorno cuidado y seguro, e iremos a Galicia cuando podamos», señala Adrián.
«Nosotros como padres estamos muy cómodos en una escuela donde hay gente de todo el mundo, y eso es estupendo, aquí casi todas son personas muy abiertas, viajeras... Es un ambiente que te abre la mente y te aporta otra perspectiva, puedes darle una vuelta a todo», expresa. «Es verdad que conducen por la izquierda, pero te acostumbras enseguida. Y los horarios no son como los de Vigo: a las doce del mediodía están comiendo y a las seis cenando», dice Adrián que ha visto cómo Daniela y Óliver ya han mejorado muchísimo su inglés.
«En Polonia estaban teniendo muchos exámenes, mucha presión y a mi hija el sistema no le iba muy bien, pero nuestra razón principal para venir aquí fue el inglés y, desde luego, su adaptación ha sido buenísima. Ella ya habla superbién, y el niño, que apenas sabía, en solo unos meses da gusto oírlo con los amigos, es una maravilla. Ojalá yo pudiera hacerlo sin esfuerzo», concluye Adrián que, como buen viajero, no ha desperdiciado su tiempo en Sudáfrica. «Nos hemos ido a Zimbabue y Botsuana de vacaciones, hemos hecho un safari con los niños y hemos ido a ver las impresionantes cataratas del lago Victoria», indica este vigués que ya tiene hasta equipo para jugar al fútbol en Sudáfrica. «Aquí se pasas mucho tiempo fuera, la verdad es que los niños también hacen mucho deporte y están viviendo una gran experiencia. Sudáfrica nos ha regalado una nueva vida».