Cristina Santolaria, coach de talento: «Los padres deben aceptar que no pasa nada si sus hijos se equivocan de carrera»

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Después de la PAU, llega la verdadera decisión. La que decidirá el futuro de los jóvenes universitarios. Por eso, esta experta en relaciones laborales nos da las claves para saber tomar la decisión sin morir en el intento
13 jun 2025 . Actualizado a las 14:07 h.Con la PAU no termina la incertidumbre. Solo los alumnos que vayan holgados en sus resultados académicos y que tengan clara su vocación, sabrán si tienen opciones de entrar en la carrera que desean. Pero para los que no tienen una vocación clara o la nota no les llega para entrar donde quieren, Cristina Santolaria, coach especializada en procesos de cambio, liderazgo y desarrollo de talento y carrera profesional, los ayuda a tomar una de las decisiones más importantes a estos futuros universitarios.
—¿Cómo hay que elegir una carrera universitaria?
—Esa decisión implica una reflexión sobre el propósito de esa elección, el «para qué», los intereses personales de cada uno y las competencias. Se requiere eso más que atender a las salidas laborales. Los chicos se sienten como muy impulsados a elegir de una forma muy plana, sin reflexión. Y más que buscar las certezas fuera, en la salidas laborales, hay que mirar un poco hacia adentro. Porque elegir una carrera es un cruce de caminos entre quién soy, qué me interesa, qué opciones existen y cómo quiero contribuir a la sociedad. Y esto es muy importante. Porque muchos chavales eligen la carrera solo por las salidas que tienen y eso es un error.
—¿Por qué?
—Porque dónde queda su ser, sus motivaciones. Y luego también hay que tener otra cosa en cuenta: que elegir una carrera implica que también puedas cambiar, que puedas dar un volantazo. Y esto es importante que se tenga en cuenta para que no vengan el estrés y los agobios. No hay una respuesta perfecta para elegir una carrera, sino que es iniciar un camino. Cuando inicias tu carrera profesional, estás apuntando hacia lo que va a ser tu vida. Un ingeniero sueña con trabajar de ingeniero; un periodista, de periodista... Pero es un camino que no está cerrado, que es flexible. Elegir carrera no es una jaula y cambiar de carrera no es una desgracia, es solo un giro, un cambio. Porque estás en el inicio de tu vida profesional. Hay tiempo. Es normal tener miedo a equivocarse, pero lo importante es saber con lo que más conectas, y teniendo claro que puedes cambiar de rumbo.
—Todos recordamos a algún compañero que cambió de carrera y eso se veía siempre como una derrota...
—Es preferible equivocarse un año después y no 15 años más tarde. Y ahí es cuando viene el estrés, porque si sabes que puedes dar un volantazo y cambiar de rumbo, pues estás mucho más tranquilo. Y no pasa nada por cambiar. Eso es lo que los padres les tendrían que decir a sus hijos, que no pasa nada por equivocarse de carrera y por intentarlo de nuevo al año siguiente. Porque muchas veces, el problema no viene de los hijos que están creciendo y tienen sus neuronas generándose con sus conexiones, sus ilusiones y su energía, muchas veces el problema está en la familia. Los padres tienen que aceptar que no pasa nada y que forma parte del proceso. Así que, a veces, más que educar a los jóvenes, hay que educar a los padres.
—Entiendo que si pasa eso, el joven siente que no debe defraudar a sus padres...
—Ese es el problema, porque ellos pueden verlo como un pequeño terremoto interior. Es verdad que a veces se han creado unas expectativas y el estrés viene de ahí, de las expectativas. Entonces, pueden tener sensación de fracaso y tener miedo al futuro, a no cumplir con las expectativas... Sentir algo de estrés es normal, porque no tienes el control sobre la situación, pero ese fracaso no define quién es el joven, ni cuánto vale. Todo lo contrario, define solo un camino.
—Entonces, ¿las salidas laborales que tenga una carrera deberían ser algo secundario?
—No, debería ser todo un conjunto. Hay siete aspectos que se deberían tener en cuenta a la hora de elegir una carrera. Lo primero es que hay que analizar el contexto personal y social del estudiante. Porque tiene que calibrar las posibilidades reales, y que son económicas, geográficas, familiares... Tú puedes tener vocación de irte a Nueva York, pero si tu familia no puede enviarte allí o tienes una circunstancia personal que te impide ir, pues tampoco puedes. Entonces no basta con preguntarte qué quieres estudiar, sino también qué posibilidades tienes en ese momento. Porque, a veces, ese deseo se enfrenta a límites muy concretos, como las condiciones económicas, las restricciones geográficas, factores familiares o culturales, el acceso por nota... Todo esto es muy importante porque te abre o te cierra puertas... Y luego está la presión social o familiar que, a veces, te empuja a carreras seguras, entre comillas, sin dejar espacio a pensar en tu autoconocimiento o en tu vocación. Por eso hay que analizar el contexto personal y social del estudiante.
—¿El segundo aspecto?
—Es el autoconocimiento. Piensa qué es lo que te interesa de verdad hacer ahora. Conocerse a uno mismo, saber desde que tienes memoria en qué te fijas, qué temas te atrapan y cuál es tu elección personal. Hay que hacerse varias preguntas, como cuáles son tus fortalezas, qué haces sin que te das cuenta de que ha pasado el tiempo. Y yo también les pregunto si han reflexionado o han conversado alguna vez con alguien sobre sus valores. Cuáles son esos valores que le motivan.
—¿Hay más?
—Sí, el punto tercero sería explorar el mundo. Conocer las carreras que quieres estudiar, los sectores profesionales, los estilos de vida que conllevan esas profesiones y qué áreas te permiten aportar al mundo lo que tú quieres. Es muy importante conocer a personas que trabajen en el sector y que te cuenten su experiencia real. Porque tú puedes querer ser controlador aéreo, pero luego si no te gustan esos cambios de turno, o no puedes soportar tantas horas delante de un ordenador ni tanta responsabilidad... Y luego está el cuarto punto.
—¿En qué consiste?
—Es el estilo de vida que imaginas, porque todos nos imaginamos siendo algo. Dónde se imaginan ellos trabajando, para activar la visualización. Si prefieren trabajar con gente o en remoto (online), si les atrae lo práctico o lo intelectual, si quieren vivir en el extranjero.... O si prefieren un ámbito más local, cerca de su familia. El quinto aspecto a tener en cuenta sería la experimentación. Es recomendable informarse y probar. Muchas veces te lanzas a hacer algo sin haberlo vivido mínimamente. Haz cursos breves, voluntariado, charlas, talleres, visitas a universidades e, insisto, hablar con los profesionales. De esa manera se puede rebajar un poco el ideal de la profesión y situarla en un lado más práctico. Y luego hay un sexto aspecto que te diría que es el más necesario.
—¿Cuál es?
—Es el propósito de vida. Hay muchos jóvenes que conectan con la pregunta «para qué» quieren estudiar tal carrera, pero no se paran a preguntarse qué problemas les gustaría contribuir a resolver en la sociedad en la que viven, qué tipo de personas quieren ser gracias a su trabajo. Es profundizar un poco en el ser. De hecho, he comprobado muchas veces que cuando alguien se decide por una carrera que además conecta con su propósito de vida, la motivación cambia. Por ejemplo, trabajo con un chico que quiere ser psicólogo y en mis sesiones tratamos muchos temas de psicología, porque yo ya lo veo que es muy vocacional y que siempre está tirando hacia el aspecto psicológico de las cosas. Aunque eso no es lo normal. Lo normal es que haya muchas dudas y que te decantes por aquello con lo que más conectas.
—¿Y el último punto?
—Es cambiar el marco mental y pensar en lugar de qué debería estudiar, qué pasaría si no lo haces, si no estudias eso. Porque es una decisión que hay que tomar más desde la libertad que desde el miedo y la presión. La lógica sería pensar que te decantarás por estudiar algo con salida, algo que se espera de ti, algo que tenga prestigio, que te dé dinero, pero yo a veces los pongo en esa dicotomía. ¿Qué pasaría si estudias algo que de verdad te apasiona, si te atreves a explorar lo desconocido? Porque este cambio de patrón es la semilla de muchos descubrimientos, en el sentido de qué pasaría si en lugar de dejarte llevar por el camino fácil, eliges el otro. Si en lugar de ir al este, te vas al oeste y descubres América. Es un reto porque ya sabes que los padres queremos que nuestros hijos elijan el camino más seguro y que aprovechen el esfuerzo, pero la realidad es otra.
—¿Y qué alternativas hay para los que tienen una clara vocación y no les llega la nota?
—En ese caso se da una frustración que requiere conversación. Tienen que hablarlo con los padres, con un coach, con un psicólogo, con familiares, con profesores, con amigos.... Y lo primero es dejar esa emoción libre, conectar con ella. Hay que transitar por ese momento desde la conciencia, porque no se trata de reprimir lo que sientes. Sino de permitirte sentir rabia, frustración, incomodidad, tristeza, miedo... Que te des ese espacio, te ayudará a disminuir la intensidad. Y esas emociones se superan afrontándolas y comprendiéndolas. Y ellos necesitan el apoyo de sus padres. Si se sienten apoyados, es más fácil que piensen y busquen otra posibilidad. Y ese es el momento para hablar de las fortalezas. Preguntarle, en qué cree él que es bueno, qué otra cosa puede pensar en hacer y empezar a descubrir otros caminos. A lo mejor creía que su camino era la medicina, pero luego acaba en algo que dice, «lo que sucede, conviene». Si sabe gestionar una frustración, puede abrir un nuevo camino maravilloso. Y pensar: «Iba para esto, y menos mal que no me cogieron, porque ha sido mi salvación».