Pilar Osuna, «coach» de divorcio: «Los padres de niños pequeños separados no deberían irse juntos de vacaciones»

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Su experiencia la marcó tanto y fue tan positiva que no dudó en dejar a un lado su carrera como azafata de vuelo para formarse y acompañar a la gente en sus procesos de divorcio. «Es una irresponsabilidad decir que no te separas por los niños», asegura
23 jun 2025 . Actualizado a las 18:19 h.Hace 12 años que Pilar Osuna se separó, y hoy en día puede presumir de ser ejemplo de mantener una buena relación con su ex. Algo que, asegura, es absolutamente posible. «Es necesario mirar hacia dentro y un acompañamiento real», apunta. Por eso, decidió dar un giro a su vida, formarse como coach experta en inteligencia emocional y psicología positiva, y acompañar a personas que estén o hayan estado en procesos de separación o divorcio, ya que considera que hay un nicho muy grande, y compaginarlo con su profesión de azafata de vuelo. «El coaching y los aviones son mis dos pasiones. Siempre hago un símil que me parece muy esclarecedor y tiene que ver con ese vuelo o despegue que se hace después de una separación, un momento en el que estoy en tierra y voy a ver hacia qué lugar quiero despegar. Por supuesto, con sus turbulencias, porque es lo natural, llegar a ese objetivo con diferentes escalas», asegura.
—¿En qué se diferencia tu acompañamiento del de un terapeuta?
—La principal diferencia es que la terapia se centra más en temas relacionados con el trauma, con heridas emocionales, que tienen que ver con el pasado, con la infancia, quizás. Ahonda más en el pasado, y mi acompañamiento se centra más en el futuro. Desde hoy hacia adelante, por supuesto, desde dónde vengo y qué es lo que ha ocurrido en esa historia, pero, sobre todo, en construir, en cómo enfocar esa nueva etapa. Y en usarla como un punto de inflexión para avanzar, para que sea un punto de crecimiento a nivel vital o personal.
—¿Llegan con dudas o con la decisión tomada?
—Digamos que tengo tres tipos de perfiles: los que aún no han tomado la decisión, pero sí que la palabra separación ya está en su mente, incluso en las conversaciones en casa; otros que están justamente en ese proceso o que de alguna manera ya han dado el paso, e incluso tengo también personas que ya han dado el paso hace dos o tres años, pero no terminan de encontrarse, están todavía ancladas en lo que ocurrió, en la culpa, no saben despegar.
—¿Es normal sentirse culpable después de un divorcio?
—Mucho más de lo que pensamos. Muchas veces esa culpa es una emoción totalmente lógica y normal, porque como seres humanos la sentimos, pero no entendemos y comprendemos que, en la mayoría de los casos, es disfuncional, porque realmente no sirve para nada. Te das cuenta de que la culpa sirve para reparar cuando tú has hecho un daño a propósito, pero normalmente no es así. Y la culpa está muy presente, además, en las mujeres madres, sobre todo, por el tema de las hijos. De ese daño que le voy a hacer a mi hijo si me separo. Se trata de abrir esas antenas, de sintonizarlas al máximo posible, para pasar de no ver ninguna opción a ver distintas alternativas, a tener una mirada más amplia de la situación y entenderla desde otro punto de vista.
—¿Es más fácil cuando no hay hijos o no siempre?
—No siempre. Tengo personas que no tienen hijos, y también es muy duro, porque son muy jovencitas. Me estoy acordando de una, de 26 años, que lo está pasando muy, muy mal, porque era una relación larga. Al final, es una ruptura, y romper con una relación más o menos larga en la que he construido un proyecto común, y darte cuenta de que estás avanzando y evolucionando a nivel personal de manera distinta, y de que nuestros objetivos varían y difieren a lo largo del tiempo juntos, es muy duro. Da igual si tienes hijos o no. Evidentemente, cuando tienes hijos no solo piensas en ti, ya piensas en el futuro de esa criatura, pero cuando estamos solos también es complicado.
—¿Cómo se puede saber si la única solución pasa por divorciarse o si aún hay algo que salvar?
— Yo cuando me vienen las clientas, ya sé con dos o tres preguntas si no hay nada más que hacer o si puede haber una última oportunidad. Normalmente cuando solo quedan reproches, eso que se suele decir de que son compañeros de piso, eso está tan quemado... que es muy difícil poder salir de ese lugar. Sobre todo cuando las relaciones son muy largas, si hemos compartido mucho, hemos empezado desde jovencitos... en la mayoría de los casos es muy complicado.
—¿Qué les preguntas?
—Para mí la clave es preguntarte para qué estás ahí o para qué estás intentando salvar eso, que no por qué, que es bastante distinto. El por qué siempre nos lleva al pasado y al justificar, y el para qué nos lleva a la acción, al futuro, a saber cuál es la motivación y en qué medida yo estoy siendo leal, estoy honrando mis valores, lo que realmente es importante para mí en este momento de mi vida. Si me estoy quedando para no sentirme sola, ojo. Si me estoy quedando para demostrarme que soy capaz de tener un proyecto común, porque me muero del miedo, ojo también. Preguntas incómodas, pero necesarias. Dan mucho miedo. Mis clientas se quedan un poco fuera de juego, porque se dan cuenta de que llevan mucho tiempo sin cuestionarse cosas que son vitales.
—¿Es más complicado un divorcio de una relación de muchos años que uno de una relación más breve?
—No, porque muchas veces en relaciones muy cortas el apego puede llegar a ser tan intenso que soltar eso es doloroso y complicado. A nivel gestión, los temas del día a día, económicos, de hijos, de familia, de casa... evidentemente en una relación larga son mucho más difíciles. Pero a nivel emocional, al revés. Porque cuando son relaciones tan largas, está tan quemado todo, que el no pesa mucho más que el sí. Soltar puede costar un poco menos, porque yo ya me he demostrado en los últimos años que tengo claro que aquí no hago nada.
—¿Qué error suelen cometer las personas cuando se separan?
—Sobre todo, no buscar acompañamiento profesional a tiempo. Las personas que ya se han separado hace años y no han buscado ayuda, se dan cuenta de que no es que hayan perdido el tiempo, porque tampoco es eso, pero sí de que han caminado solos con un sufrimiento, sin entender qué les estaba pasando, y siempre se repite la misma expresión: «Esto tendría que haberlo hecho antes». Y otro error es pensar que una separación tiene que ser una guerra.
—Al principio suele ser difícil...
—Sí, porque venimos de un rol de yo soy la mujer de o el marido de, y nos cambia la identidad, somos personas distintas en un ambiente totalmente diferente al de estos últimos años. Pero es posible. Hay que tratar temas que únicamente afectan a lo que hay en común, sin compartir nada de nuestras nuevas vidas. Evidentemente, si no hay hijos, no hay nada más que hablar. Pero cuando los hay, esa comunicación, esa cordialidad de pareja, me refiero a ese nuevo concepto de familia que somos ahora, debe ser fundamental. Los términos en los que se defina dependen de cada uno de nosotros. ¿Qué estoy dispuesta a permitir? ¿En qué medida estoy dispuesta a que tú entres ahora en mi vida de nuevo? ¿Es necesario compartir niveles más íntimos, es decir, que te cuente con las personas con las que salgo? Mi punto de vista es que no es necesario.
—Solo temas de los niños...
—Cuando hay hijos, en la medida de lo posible, está bien compartir un cumpleaños o unas Navidades, porque aunque lo hagamos de manera separada, una merienda de vez en cuando, una comida los tres o los cuatros solos, una Coca-Cola, un helado, un paseo... está bien. Nosotros lo hemos venido haciendo así en los años que llevamos separados. Lo veo por mi experiencia con mis clientas, es una forma de que los críos también vean que se puede tener una relación cordial con una persona con la que no estoy conviviendo, y que, a pesar de los pesares, y de los problemas que tenemos los adultos, estamos aquí por y para vosotros.
—¿Y las vacaciones juntos?
—Puede confundir a los niños, sobre todo cuando son pequeños y cuando hace muy poco tiempo que hemos tomado la decisión, sin ninguna duda. Los niños necesitan pautas, límites, y que de una forma clara haya una separación. Papá está en su casa, mamá en la suya, tú estás conmigo, dependiendo del tipo de custodia a la que se acoja la pareja, y hay que encontrar unos términos medios. Estar juntos todo el día, aunque sea por los niños, no es bueno, porque se confunden absolutamente. A no ser que sean mayores, me refiero de 15-16, que les hables claramente, que haya pasado mucho tiempo desde la separación y que esté todo totalmente claro, no lo recomiendo.
—¿Y los y las que dicen que no se divorcian por los niños?
—Pues no les hacen ningún favor, todo lo contrario. Hay dos puntos importantes: la primera eres tú. Yo a mis clientas, el 90% son mujeres, les hago el símil de la mascarilla de oxígeno en un vuelo. Si vas con tu hijo, la primera que tienes que poner la mascarilla eres tú. Si te quedas inconsciente, ¿qué seguridad tienes de que vayan a salvar a tu hijo después? Llevado a la vida real, en una separación de pareja, es exactamente igual. Primero, tienes que mirar por ti y preguntarte si estás bien ahí. Porque cuando crezcan, los niños se van a ir, y te vas a dar cuenta... Yo veo tantos casos de mujeres ya en edad avanzada, de 50 y pico, 60, que miran atrás y me dicen: «Pilar, si esto yo lo hubiera hecho antes, qué de tiempo he perdido...». ¿Que todavía tienes tiempo? Por supuesto, pero nunca sabes si vas a salir por la puerta y te vas a caer redonda o vas a durar 35 años más. Y segundo, por los niños. ¿Qué ejemplo de familia les estás dando? Cuando son relaciones tan desgastadas, que la convivencia es incómoda incluso con niños que tienen 15-16 años, que empiezan también a tener relaciones... ¿Cómo piensas que ese niño o niña va a tratar a una pareja? Como lo ve en su casa. Es una falta de responsabilidad aguantar por los hijos.
—¿Y cuando se separa una familia enlazada, es bueno que sigan viendo a la expareja de su padre o madre?
—Si en el tiempo que esa pareja estuvo unida, ese niño ha crecido en ese ambiente y tiene una relación bonita con esa persona ¿por qué no? Me parece enriquecedor para ese niño, no deja de ser una forma de demostrar que hay muchos tipos de familia.