Pablo Galán, el coprotagonista de «El Bola»: «Juanjo Ballesta y yo sacábamos de quicio a todo el equipo»

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Pablo Galán se dio a conocer como el inseparable amigo de Juan José Ballesta en «El Bola», aunque muchos le conocen por «Los Serrano» o por sus éxitos deportivos como ciclista
09 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Es el 3 de febrero del 2001. Gala de los Goya en Madrid. El jovencísimo Juan José Ballesta, con 12 años, se lleva el cabezón a mejor actor revelación. Él era el protagonista de El Bola. Estrenada hace casi dos décadas, marcó a una generación por cómo retrató un calvario oculto entre las paredes domésticas: el maltrato infantil. El amigo inseparable de El Bola era Ángel, interpretado por Pablo Galán (Móstoles, 1986). «Pienso que un cachito de este Goya se lo merece Pablo», dijo Ballesta desde el escenario.
Para Galán, todo fue fruto de una casualidad. «La productora y el director estaban agobiados, habían visto a más de mil niños y decidieron hacer una ronda por colegios. Yo me apunté pero por puro cachondeo, por vivir esa experiencia», explica. Pasó esa primera ronda. Llegó a la segunda sin presión ninguna ya que su primer casting le había llegado sin buscarlo. Cuando hizo la prueba, el director, Achero Mañas, se le quedó mirando un rato. «¿Y tú de dónde has salido?». El papel era suyo. «Parecía un clon de lo que estaban buscando. Era un chaval de barrio, la película era muy parecida a mi vida real», destaca Galán.
La complicidad con Ballesta no es de extrañar. Los dos chavales conectaron desde el principio, cuando Pablo pasó el tercer y último filtro con una prueba con el actor protagonista. Lo plasmaron durante el rodaje, para colmo del equipo, y en la película, para deleite de los espectadores. «Fueron a coger a dos cabrones en potencia. Éramos muy movidos; estábamos todo el día jugando. Sacábamos de quicio a todo el equipo», recuerda el mostoleño.
Galán siguió vinculado al mundo de la actuación en su adolescencia. Su mayor premio como intérprete llegó en el Festival de Málaga del 2005. Se llevó la biznaga de plata a mejor actor de cortometrajes por Corre, Adrián. Interpretaba a un chaval con indudables dotes para el atletismo que ejercía como camello e iba a la carrera a darle la mercancía a sus clientes. «Era más mayorcito, pero no comprendía el peso que pudiera tener ser galardonado en un festival como el de Málaga. No le di la importancia que tenía. Me habría encantado tener la foto», se lamenta Galán. Tenía una excusa aceptable, eso sí. Su ausencia en la ciudad de la Costa del Sol se debió a su otra vocación: las bicicletas BMX. «Estaba compitiendo en la copa del mundo», recuerda. El actor construyó una sólida carrera como deportista. Hasta que pudo, trató de hacer malabares para combinar sus dos mundos, pero el ciclismo decantó finalmente la balanza. Sus padres han sido esenciales en las dos vertientes. Su madre fue su representante y su padre, sin formación como entrenador, se sacó uno a uno todos los títulos necesarios para ser el mejor técnico posible para Pablo.
Su amor por las dos ruedas también llegó de casualidad. Fue fruto de una fechoría infantil. Al igual que los niños de El Bola, Pablo tenía vía libre para jugar y divertirse —siempre con cuidado— por su barrio de Móstoles. Pero él y un amigo, de vez en cuando, se salían de la frontera imaginaria marcada por sus padres. «Nos fuimos muy lejos con las bicicletas y tuve la mala suerte de que pinché, así que volvimos por el camino más corto posible. Al final pasamos por un circuito de bicis que yo no conocía. Entré y uno de los profesores me dejó usar su bici. Me di una vuelta y flipé», recuerda Galán. La vuelta a casa venía acompañada de un dilema. Confesar su nueva pasión suponía, al mismo tiempo, confesar el delito. El circuito estaba fuera del barrio. «Le dije que me había encantado. Me cayó un castigo, claro está. Pero así empecé, por una travesura»
Su salto a la verdadera fama, la de centrar miradas en un restaurante, fue con Los Serrano más que con El Bola. Galán pasó de sentarse cinco minutos antes con su familia para ver la serie a participar en ella. Para cuando dio vida a Manu en la sexta temporada, ya había sido varias veces campeón de España. «Me echaban broncas. Me la jugué bastante porque en el BMX las lesiones son el pan de cada día. Entre sesión y sesión en la serie yo seguía entrenando», recapitula, sobre una etapa en la que incumplió varias cláusulas de su contrato.
ÉXITOS CON DOS RUEDAS
El actor vivió un idilio con las BMX en varias modalidades: carrera, pista, velocidad... En algunas llegó a situarse, desde bien joven, entre los diez mejores del mundo. «A los 16 años fui campeón de Europa y ya me fichó un equipo internacional», explica. Su carrera estuvo llena de éxitos y logró situarse durante mucho tiempo en la élite de este deporte.
Pasaron los años y vio que sus rivales se retiraban. Llegó a ser de los más veteranos. Las esponsorizaciones ya no apostaban tanto por las BMX. Y las lesiones siempre habían estado ahí. Ángel, el personaje de El Bola, era el único de los chavales que siempre evitó un juego macabro, que consistía en pasar por las vías del tren al límite, cuando un convoy pasaba por ahí. Sin llegar a esos niveles, Galán sí que había vivido de la adrenalina y el riesgo. Pero llegado el punto se planteó: «¿Merece la pena? ¿Cuánto es la ganancia y cuánto es el riesgo?». Lo dejó, pero siempre ha seguido vinculado a su pasión, como entrenador y profesor. Aún hoy lo hace, compaginándolo con su trabajo como director de ventas de una conocida marca de bebidas energéticas. Entre medias, fue seleccionador en la Federación de Madrid de BMX y abrió y cerró un negocio de bicicletas.
Hoy Galán vive feliz junto a su mujer y sus tres hijos. Aunque confiesa que lo pasó mal después de decir adiós a su carrera deportiva. «Fui al psicólogo para que me ayudara. Cuando alguien que ha sido deportista se queda sin ese perfil, puede sentir que no es persona, que le faltan objetivos», asegura. Y, en la búsqueda de nuevos retos, volvió la actuación. «Siempre me quedé con esa espinita clavada de decir: ¿cómo va a estar esa puerta cerrada?». No le salió nada de momento, aunque, tratándose de él, quizás todo sea cuestión de una nueva casualidad.