La proeza de Antonio Tabanera: «Tengo 50 matrículas y la carrera me ha salido gratis»

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Su nota media en el grado de Ingeniería Aeroespacial es de 9,68 y no sabe lo que es suspender un examen: «Mi nota más baja ha sido un 7, en la asignatura más complicada, Termodinámica, pero fue la más alta del curso»

21 jul 2025 . Actualizado a las 13:06 h.

Muy pocas personas puede presumir de tener un expediente académico como el de Antonio Tabanera. Poquísimas. De hecho, seguro que la mayoría de nosotros ni siquiera conocemos a nadie que lo tenga ni parecido. Porque lo que ha logrado este joven de Segovia de apenas 25 años es extraordinario. Y encima ha conseguido una beca de la Fundación la Caixa para hacer el doctorado en la Universidad de Oxford, gracias a su expediente. No es de extrañar que te quedes con la boca abierta nada más comenzar a hablar: «Sí, la verdad es que son unas cuantas matrículas. Entre el grado y el máster, tengo 50. Y al final, la carrera me ha salido prácticamente gratis. Porque con esas notas, los créditos se van acumulando año a año y solo tenía que pagar los gastos propios de la gestión de matrícula, que podían ser unos 20 euros al año o así. Entre 20 y 50 euros, dependiendo del curso. Porque el coste del resto de asignaturas estaba cubierto. Y el primer año que entré, obtuve uno de los premios extraordinarios de bachillerato en Castilla y León, así que también me cubría esas matrículas. Tuve suerte ahí también».

Antonio siempre fue de muy buenas notas, pero reconoce que cuando empezó en la carrera de Ingeniería Aeroespacial despegó. «Durante el instituto, mis notas tampoco eran excesivamente altas. A lo mejor no llegaba al 10, pero de un 8 nunca bajaba. Y nunca he suspendido un examen.. En esa etapa mi nota más baja fue un 8 en Educación Física, a pesar de ya estar compitiendo en atletismo y tener medallas. Y en la carrera, la nota más baja fue un 7, en una de las asignaturas más complicadas, en Termodinámica, pero fue la nota más alta de todo el curso, de las 420 personas que éramos», explica. Como indicó antes, Antonio obtuvo uno de los premios extraordinarios de bachillerato de su comunidad: «En cambio, en la EBAU no fui de las notas más altas. Saqué un 12,8, y no tuve problemas para entrar en la carrera, pero todos los compañeros que habían elegido estudiar este grado sacaban normalmente un 13 o algo más. Es una nota relativamente baja para la gente que entra. Pero es verdad que, a pesar de entrar con una nota baja, conseguí darle la vuelta y ser de las mejores notas ya en el primer año de carrera», dice.

Horas extra

Fue así cómo decidió no soltar el pie del acelerador durante sus estudios en la Universidad Politécnica de Madrid. «Lo principal es echarle muchas horas. Cada día no son solo las horas de estudiar en la biblioteca o en casa, que tranquilamente podían ser 6, 7 u 8 al día, que ya son muchas. Pero yo también aprovechaba mucho los tiempos de descanso o los trayectos, incluso mis entrenamientos de atletismo —ha sido deportista de alto rendimiento— para ir pensando en las cosas que había dado en clase o leer artículos científicos sobre lo último que se ha publicado del tema que estaba dando...», cuenta. «De esta manera te resulta más fácil. Se basa no solo en dedicarle horas de estudio, sino también las horas extra para introducirte un poco más en el tema, para que todo te guste más. Esa yo creo ha sido que la clave para obtener esos resultados», añade. Porque cuando descubres una pasión, echarle horas es lo que menos te cuesta del mundo: «Si consigues hacer lo que te gusta y estás completamente enfocado en ello, pues no es difícil esforzarse. Estudiar lo que te apasiona es la verdadera clave para el éxito, porque le dedicas horas prácticamente sin darte cuenta».

Pero Antonio nunca tuvo una vocación muy clara. Y hasta el último momento no sabía bien qué es lo que iba a hacer. «Cuando terminé la EBAU no tenía decidido qué es lo que quería hacer. Es verdad que tenía notas bastante buenas, pero no era como algunos compañeros míos que siempre quisieron hacer algo desde pequeños. Yo solo sabía que quería hacer algo de ciencias, de física, de tecnología o una ingeniería. Pero no sabía exactamente el qué. Y cuando supe que mi nota era buena en la EBAU, pues empecé a investigar un poco y vi que Ingeniería Aeroespacial, con el tema de los satélites, los aviones, los cohetes, planetas y todas esas cosas, pues me llamaba mucho la atención. Y tenía pinta de que iba a ser algo que me iba a gustar mucho», reconoce. «El primer año fue un poco más general. Pero ya en segundo o tercero vi que realmente eso es lo que me gusta. Y, al final, siempre estás pensando en poder trabajar en algunas de las grandes empresas como la Agencia Aeroespacial Europea o cosas por estilo», relata. «Ahora mismo estoy cumpliendo un sueño trabajando para Rolls-Royce, que es uno de los fabricantes de motores más importantes del mundo, entonces siempre tienes eso un poco en mente. Trabajar en esas empresas punteras y más conocidas del sector», dice, mientras explica que la colaboración con Rolls-Royce se debe a que lleva unos meses en la Universidad de Oxford preparando su doctorado.

Agencia Espacial Europea

«Me gustaría seguir con el tema aeronáutico. Me gusta mucho. Estoy encantado. Pero trabajar en satélites, con la Agencia Espacial Europea, es un sueño. Durante el máster estuve trabajando para una empresa española, que es la máxima colaborada de la Agencia Espacial Europa en nuestro país, y seguir con ellos en el futuro también sería un sueño. Pero todavía estoy intentando decidirme por alguna de las ramas», cuenta. «Uno de los motivos por los que me llamó tantísimo la atención a la hora de hacer el doctorado, aparte de que era en la Universidad de Oxford, es el proyecto en el que estoy metido ahora mismo. Lo que te comentaba con Rolls-Royce», relata, mientras lo explica más detalladamente: «Consiste en intentar desarrollar motores de turborreactor, que son los motores de los aviones, que utilicen el hidrógeno como combustible. Sería la primera vez en la historia que se conseguiría. Y una de las claves para desarrollar esta tecnología es poder conseguir emisiones cero y reducir el cambio climático, que es una de las prioridades en todas las industrias, y en la industria aeroespacial en concreto. En menos de 15 años quieren que, prácticamente, todo los motores funcionen con estas nuevas tecnologías, aunque todavía se sabe muy poco de ella. Y me encantaría participar en este proyecto pionero para desarrollarla».

Con los mejores

No tenemos duda de que si Antonio se empeña en lograr algo, lo hará. De hecho, reconoce sentirse en una nube estudiando en una de las universidades más prestigiosas del mundo, aunque la exigencia es elevada: «Notas un poco la presión de estar trabajando con gente que es la mejor en tu sector. Da igual la rama que sea, aunque la mía es el comportamiento de los materiales. Y eso hace que des un poco más de ti. Te motiva y te permite avanzar más en tus investigaciones, porque si tienes una duda le puedes preguntar a alguien, y resulta que esa persona es un auténtico experto en la materia. Y aunque, a veces, es complicado saber manejar esa presión, me gusta mucho poder estar en este ambiente con gente que, cuando estaba en la universidad, leía sus libros y ahora resulta que estoy trabajando con ellos. Es una motivación extra. Y hace que dé lo mejor de mí».

No es difícil imaginar el orgullo que supone para los padres de Antonio ver todo lo que su hijo ha logrado en estos años: «Están muy contentos. También es gracias a ellos que he podido conseguir todo esto, porque me han permitido estar estudiando en Madrid. Y ahora, con lo de Oxford, están muy contentos y también por las notas que he conseguido en la carrera y el máster. Ven el resultado de todos estos años y que el esfuerzo ha valido la pena». Y tanto que ha valido.