El verano del norte de Galicia que alaban los madrileños: «Mondoñedo es un sitio único. Este mes de julio puse la chimenea»

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La familia Campos Díaz reside en Madrid, pero veranea en Mondoñedo
La familia Campos Díaz reside en Madrid, pero veranea en Mondoñedo PEPA LOSADA

El toldo natural de A Mariña. Vienen de Madrid buscando el ansiado refugio climático en verano. Para ellos la ciudad de Cunqueiro es oxígeno cuando el calor ahoga a buena parte de España

22 jul 2025 . Actualizado a las 09:23 h.

«Bienvenidos a Mordor», pensé hace años regresando de mis vacaciones en el Algarve portugués. De sur a norte, una ruta larga en coche en la que el único compañero meteorológico era sol, sol y más sol. Pegaba duro. Muy duro. Hasta llegar al alto de A Gañidoira, puerto de montaña de 760 metros de altitud que marca una de las entradas a A Mariña de Lugo, paso de la LU-540 en Muras. Tal y como lo cuento. Si no lo veo, no lo creo. De repente, surge de la nada y como por arte de magia una finísima «cortinilla» de niebla y barruzo que invadió de frescor el interior del vehículo con las ventanas abiertas. Fue como el anuncio televisivo que decía «Fa, frescor salvaje» y como una «bofetada» en la cara de descenso acusado de las temperaturas. Desde lo alto de la Serra do Xistral cubría buena parte de la comarca lucense una especie de «boina» de nubes. No sé a que olían, pero sí que aquello podríamos llamarlo un toldo natural, el que a veces hace que la costa lucense aparezca marcada en verde en el mapa del tiempo mientras el resto de la península —y de Galicia— deriva al color burdeos, sinónimo de achicharramiento extremo, y el resto de la geografía nacional con un complejo de sauna total.

 Las temperaturas suaves, salvo excepciones, son tendencia veraniega en A Mariña y desde hace tiempo animan a bastantes a elegirla como destino vacacional ideal, para poder dormir sin el termómetro disparado y sin necesidad de ventilador. El cielo nublado es para los foráneos un regalo, aunque muchos mariñanos como yo estemos hartos. Sin embargo, este gris es lo que hace que el matrimonio María Luz Díaz Fernández e Hipólito Campos Gil, su hija Luz Campos Díaz, y su yerno Ángel Serrano, todos residentes en Madrid, adoren Mondoñedo. Otra hija, Nuria Campos Díaz, vive y trabaja en Vigo. «A mi hija Nuria no le hace falta ‘refugiarse’ en Mondoñedo, sino que cuando viene es por vernos. Ya es otra historia», matiza su madre. «Mi marido es aparejador y ya estudió en Madrid. El 8 de septiembre hará 60 años que estamos casados y casi todo el tiempo estuvimos en Madrid. Hubo una época en que vivimos seis años en A Coruña. Fue un paréntesis, porque volvimos a Madrid. Aunque hemos hecho viajes a otros sitios, pero en el verano siempre venimos. Mondoñedo es especial, pero no sé... hay que quererlo. Y como nosotros lo queremos mucho... Hemos escuchado hablar a gente que, por destino de trabajo, ha tenido que venir a Mondoñedo y les cuesta. Pero les cuesta mucho más marchar, porque se encariñan. Yo creo que este lugar tiene muchos atractivos».

«ES ESPECIAL»

Mondoñedo y Madrid empiezan por «m», pero a nivel climático «no tienen nada que ver», continúa. «Es el clima pero también lo hace especial la densidad de población, porque en Madrid, nada más salir a la calle ves gente por todas partes y aquí tienes que esperar al Día das San Lucas o a un día festivo para ver tanta», comenta. Ella y su familia viven en esa dualidad urbanística: «En el invierno estoy mucho mejor allí porque tenemos otras comodidades. En casa, aunque haga frío, tienes una buena calefacción. Y fuera hay muchos espectáculos. En invierno no me planteo venir a Mondoñedo. Sin embargo, en verano es un sitio único. Aquí estamos estupendamente. Incluso ayer [la entrevista se realizó el pasado día 5 de julio] encendimos la chimenea». Repite, por si acaso yo no hubiese captado bien el mensaje: «Sí, ayer encendimos la chimenea. Sí, sí. Hoy ya no. Pero ayer y antes de ayer, los dos días que hubo una niebla tan cerrada y estuvo barruzando todo el día, la tuvimos encendida».

El matrimonio María Luz Díaz e Hipólito Campos, con su hija Luz y su yerno Ángel, felices en Mondoñedo, donde veranean
El matrimonio María Luz Díaz e Hipólito Campos, con su hija Luz y su yerno Ángel, felices en Mondoñedo, donde veranean PEPA LOSADA

Le pregunto si la espesa niebla no le baja el humor al subsuelo: «¡Qué va! A mí me encantan las canciones tristes, que son parecidas a las portuguesas, morriñentas. Incluso cuando estamos en Madrid, un día que llueve, miro por los cristales y me digo: “¡Ay!, me estoy acordando de Mondoñedo”. Una vez hice una de las visitas guiadas nocturnas de la catedral de Mondoñedo. El objetivo era ver el atardecer desde el rosetón, pero un mix de espesa niebla combinada con lluvia truncó los planes. O no, porque el campanero Valentín, nada más subir a los tejados, exclamó que aquella era la estampa perfecta. «¡Es así!», sentencia María Luz como si también estuviese disfrutando de la bucólica estampa, junto a la Paula, que viene a ser como la Berenguela para los santiagueses. Hay un pero. La humedad la lleva regular: «Si viene un día sofocante, Mondoñedo con la humedad sí que es más sofocante que Madrid. El verano pasado, en el que hubo ese calor tan extremo, aquí fue horrible. Quitado eso, que puede ser uno o dos días en todo el verano, esta humedad la llevo muy bien. Me gusta todo, también el paisaje que asocias con el clima que requiere ese paisaje, si no, no lo tendríamos tampoco y no podríamos tener estos verdes».

Su temporada estival es más larga de lo habitual porque María Luz y su marido pasan al menos tres o cuatro meses en Mondoñedo: «Este año llegamos el día de San Antonio, en junio, y hasta por lo menos pasar Os Remedios [mediados de septiembre] no nos vamos. Hubo años en que nos quedamos hasta As San Lucas [mediados de octubre], cuatro meses». Esta fiesta la llena de emoción. «Tenemos la casa cerquita y salir a ver los caballos cuando bajan del monte y entran por la plaza de la catedral, es único». En su casa luce la figura de Cerámica Sargadelos que representa la fiesta de más de 860 años.

En los últimos años han aumentado los compradores de vivienda en Mondoñedo. «Pero hace falta industria aquí», subraya ella. Quiere decir que con la afluencia del turismo solamente, no será suficiente para el futuro de la zona. «Es un pueblo que se mantiene con los servicios. Antes había una importante flota de camiones», dice. «En sitios como Mondoñedo, hay un tipo de gente que escapa de las ciudades y busca refugio en estos sitios pequeños. Es un poco la esperanza para las personas que viven en las capitales masificadas» , expresa.

«No creo que Mondoñedo se llegue abarrotarse como el Mediterráneo, si no, perdería toda la gracia», concluye esta madrileña que adora el verano gallego en el que incluso en julio se enciende la chimenea.