Yolanda González Vara, experta en educación: «Son los padres quienes tienen que adaptar su vida a los hijos, lo contrario es una perversión»

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«Educar no es restringir, moldear ni dirigir», advierte la autora de «Educar sin miedo a escuchar», que indica que para ello es necesario estar presente desde el principio: «Los padres deberían poder criarlos durante sus 3 primeros años de vida con excedencias retribuidas»
03 ago 2025 . Actualizado a las 20:32 h.Más presencia, menos prisas y más conciencia. Vivir al ritmo madurativo de los hijos y no imponerles el nuestro. Avalar y atender sus rabietas, por inoportunas que sean. Son solo algunos de los ingredientes de la receta para una maternidad o paternidad responsable y respetuosa. «Minimizamos las reacciones de la primera infancia. Nos parece que los problemas importantes acontecen en la etapa adulta, cuando no podemos pagar un crédito, nos quedamos sin trabajo o aparecen conflictos de otra índole», señala la psicóloga clínica Yolanda González Vara, que acaba de publicar su tercer libro, Educar sin miedo a escuchar (RBA).
—Dices que ninguna justificación social o laboral es suficiente cuando se genera sufrimiento innecesario a edades tempranas.
—Así es, por un lado hay unas condiciones socioeconómicas que no favorecen en absoluto el desarrollo de la maternidad y la paternidad responsables, precisamente por lo que comentas, las exigencias o los permisos son absolutamente insuficientes. Sin embargo, no sucede en otros países, sobre todo en Europa. Esta es una reivindicación que llevamos planteando diversas asociaciones desde hace más de 30 años. La maternidad y la paternidad cumplen una función social y preventiva para evitar trastornos emocionales como los que observo en la consulta, tanto en la privada como en la pública. Esta sería la primera reivindicación, excedencias retribuidas para aquellas personas que, en lugar de delegar el cuidado de sus hijos en terceros, como pueden ser los centros infantiles, tengan la opción real de poder atenderlos.
—¿Durante cuánto tiempo deberían cuidar los padres de sus hijos de forma ininterrumpida?
—Los padres deberían poder criarlos durante sus tres primeros años, sin preocuparse del aspecto laboral.
—Entre el nacimiento y los 6 años se forma el carácter, ¿lo que no hagamos en ese plazo es irrecuperable después, o todavía podemos intervenir?
—Por supuesto. Afortunadamente, el carácter se forma en estos primeros 6 años de vida, que es una etapa crucial, pero no lo hace de manera determinante. Siempre podemos realizar cambios durante toda la crianza, y también en la etapa adulta. Yo soy psicóloga clínica y realizo abordajes psicoterapéuticos con el objetivo de intentar superar y sanar las heridas de la infancia y la adolescencia. Pero lo interesante sería prevenir.
—¿Cómo se forja ese carácter siendo tan pequeños, sin afrontar aún problemas grandes o complejos?
—Precisamente porque son muy pequeñitos, son muy vulnerables. La especie humana es una de las que necesita mayor tiempo para la maduración neocortical. En esta etapa de 0 a 6 años hay muchas conexiones neuronales, muchísima interacción con el entorno, que es lo que va a proporcionar la percepción de uno mismo y del mundo. Nacemos con todas las potencialidades posibles, pero va a ser el ambiente el que va a ir modelando la percepción de nuestro interior, si somos válidos o no válidos, queridos o no queridos, si merece la pena vivir o no vivir.
—Todas son cuestiones trascendentales, ¿pero el adulto las minimiza?
—Desgraciadamente, se minimizan en exceso las reacciones emocionales de la primera infancia, pensando que son niños y que no tienen demasiada importancia. Parece que los problemas importantes acontecen en la etapa adulta, cuando no podemos pagar un crédito, nos quedamos sin trabajo o aparecen conflictos de otra índole. Sin embargo, la primera infancia es la estructura, son los cimientos, la base de la personalidad. Si son sólidos, es muy probable que en la etapa adulta sobrellevemos las dificultades de la vida con cierta resiliencia, pero si son débiles por falta de esa interacción saludable básica con el padre y la madre, hay más probabilidades de desarrollar trastornos y un temor a la vida, una debilidad.
—Cuestionas el aumento de TDAH en los niños. ¿Crees que se está sobrediagnosticando?
—Es importantísimo realizar, por supuesto, un diagnóstico, pero también es cierto que en la actualidad cualquier movimiento que se escape de la llamada normalidad o de la expectativa del adulto dispara la alarma, y rápidamente se tiende a diagnosticar y a etiquetar. Es muy delicado. Yo he estado trabajando en la pública y he visto muchos casos que realmente no respondían tanto a la hiperactividad de los niños como al temor por parte de los padres de que estos desarrollaran algún tipo de problemática. Hay que ser muy prudentes. No digo que no exista, pero no tanto como se diagnostica.
—¿El no al niño debe ser ocasional?
—Se parte de la idea de que educar es restringir, moldear, dirigir, y no es así. Además, para ello se dice en exceso la palabra no, desconociendo que en los primeros años de vida, sobre todo de 0 a 4, la etapa exploratoria es fundamental para su desarrollo equilibrado a nivel emocional. Los niños no discriminan si el objeto que van a tocar pertenece a la propiedad privada de otro niño o adulto, o si es tan valioso que puede romperse. Cuantos más noes usamos, más les privamos de explorar, y más malestares, rebeldías y rabietas vamos a crear.
—¿Qué tipo de «no» debemos emplear?
—El no homeopático, que significa simplemente utilizarlo cuando haya peligro real. Por ejemplo, si van a cruzar la calle o a meter los dedos en un enchufe. Pero hay que evitarlo de forma permanente. Debemos proponer alternativas y anticiparnos, ofreciendo otro objeto también atractivo que pueda desviar la atención.
—¿Fomentar los avances precoces del bebé puede ser perjudicial? ¿Malentendemos la autonomía?
—Efectivamente, hay una confusión conceptual entre lo que es la autonomía, que es un proceso madurativo que se alcanza al ritmo individual de cada niño atravesando distintas fases de desarrollo, y la independencia, que implica la intervención del adulto, o bien por omisión, o bien por forzar una independencia prematura.
—¿Es la madre quien debe alimentar al bebé? Cuando se hace con biberón, ¿se deben satisfacer las ansias de los familiares de querer dárselo?
—Es importante que eso también forme parte de la función principal de la madre, y después del padre, pero hay que saber por qué. En el primer año de vida debe haber una figura vinculante principal, porque va a permitir al bebé reconocerla e iniciar el proceso fundamental del vínculo. Existe la creencia todavía de que cuantas más personas le den el biberón, porque el pecho es evidentemente irreemplazable, es mejor para que el bebé no se acostumbre a nadie, para que no se apegue, no llore, no sufra... Esa es una creencia fundada por el adulto que quiere evitar una reacción emocional a través del llanto, que lo único que está manifestando es una protesta directa en la búsqueda de esa figura principal y de apego que es la que le da la seguridad.
—Cuando lloran, muchas veces se les dice: «Qué feo te pones, si lloras, me voy; no llores, si ya eres muy mayor...».
—Vivimos en una sociedad donde las emociones son consideradas negativas o positivas, sin comprender que todas ellas cumplen una función esencial para el desarrollo. El llanto es una expresión clara de llamada de atención legítima, de protesta, y debe ser atendido inmediatamente si queremos crear un vínculo seguro y adecuado con ese bebé. Hay que atender el malestar, si no, se puede generar un apego inseguro, basado en que el niño piense que sus necesidades no son escuchadas y que tiene que buscarse la vida en solitario, que es muy nefasto.
—¿Es posible que enfermen más en la escuela infantil porque somaticen el estrés que les produce la ausencia de la figura de apego?
—Por supuesto, se sabe que el factor estrés es fundamental y que incide directamente en el sistema inmunitario, bajando su potencial. Por lo tanto, si un bebé no está preparado para separarse de su mamá, como ocurre, por ejemplo, en el reino animal, donde también las crías de mamíferos permanecen junto a su madre, pues en un espacio cerrado donde hay uno, dos o tres educadores para veinte o veinticinco bebés demandantes y necesitados, el resultado acostumbrado suele ser el llanto. Y un llanto de protesta siempre es mejor que el silencio, porque significa que ese bebé está todavía confiando en que alguien lo va a atender. Claro que existen las posibilidades de que a través del estrés el sistema inmunitario se vea reducido y, por tanto, las otitis recurrentes y otras patologías que se presenten hay que atenderlas. Es una llamada, nuevamente, de atención.
—¿Qué hacemos ante una rabieta?
—Está popularizado que es normal que los niños tengan rabietas, pero no es normal ni anormal, es una conducta de la que hay que tratar de comprender la causa. Un niño pequeño, si se le impone una forma de funcionar que él no vive como natural, y que no coincide con su momento vital, va a dar una respuesta. Lo que más se hace es ignorarla, como hace la gente en la calle muchas veces, o reprimirla. Pero deberían atenderla y reflexionar por qué. Igual es que no le gusta que le lleve a un supermercado donde hay muchísimas cosas atractivas que yo compro, pero, sin embargo, le impido que desarrolle esa función de imitación, que es participar en la compra cogiendo alimentos o diversos objetos. No tenemos que exponerlo ante situaciones que después van a terminar en un no impositivo, porque no lo entienden. Lo mismo ocurre con las rabietas por cansancio.
—Que a veces ocurren porque se les obliga a seguir el ritmo de vida de los padres. ¿Qué opinas de eso?
—Cuando los padres quieren hacer vida normal, como la que hacían antes de tener a los hijos, están oponiéndose al desarrollo natural y armónico de ese bebé que acaba de llegar a la vida y que no entiende de esas normas sociales. Si no queremos cambiar nuestra vida ante un bebé vulnerable y dependiente, que necesita de nuestra figura y de nuestra atención, es mejor no tener hijos. Los padres han de saber que durante los primeros dos o tres años, nuestra vida tiene que cambiar radicalmente. Son los padres quienes se adaptan a la criatura, no a la inversa. Lo contrario es una perversión.