Victoria y Markus viven con un pie en la playa de As Sinas: «Es muy bonito abrir la puerta del dormitorio y ver a 200 mujeres mariscando»

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Surgió la oportunidad de comprar este inmueble y no se lo pensaron dos veces: «Fue una carambola». Ahora viven felices en primer línea de mar. «A la gente que viene a casa se le escapa un "¡buah!" antes de decir 'buenas tardes'», dice ella
15 ago 2025 . Actualizado a las 13:08 h.El número 7 es el número favorito de Victoria. Porque fue en el 2007 cuando aprobó la oposición de profesora de alemán y en el 2017 cuando su marido compró una casa en primerísima línea de playa en Vilanova de Arousa. Tan primerísima es que se harta de barrer arenas en el salón, relata medio en broma medio en serio, porque ya no se sabe qué hacer para evitar que le entre la arena en casa: «Pusimos gravilla en el jardín, probamos con todo. Y ahora el césped parece ser que es lo más limpio, porque si entras por el jardín, vas dejando las arenas y cuando llegas a casa, ya casi no hay». Pero más allá de este mal menor, se sienten felices y encantados de vivir en esta esquina del mundo pegados al mar. Fue una de esas oportunidades que te da la vida, y por lo que cuenta, parece que estaba esperando por ellos. «Fuimos a mirar esa casa cuando aprobé la oposición y no la compramos. Y después, en el 2017, volvimos a mirarla y ahí fue cuando la adquirimos», explica Victoria, que vive todo el año en el inmueble, excepto en verano, justo cuando el resto de los mortales nos morimos por tener un chabolo cerca del mar: «En verano se alquila y nosotros nos vamos a Betanzos, que es donde tenemos a la familia y los amigos». Todo lo contrario de lo que se podría esperar: «Sí, vamos al revés del mundo. Mi marido Markus, que es el propietario real de la casa porque la compró él, es alemán y el sol muy fuerte no le gusta nada. A él le gusta más la playa en invierno e ir a pasear con los perros. En cambio, yo soy más de torrarme al sol».
Mucha calma
«Vivir en la playa aporta mucha paz, mucha tranquilidad. Markus y los niños hacen muchísima vida fuera. Van a la playa muy a menudo. El mayor, por ejemplo, que tiene 15 años, en cuanto viene el buen tiempo, llega de clase, come, se pone el bañador y se va a bañar, y luego se cambia y se va al cole. Y cuando regresa, coge la tabla de pádel o se va a nadar hasta un barquito que tenemos amarrado delante de casa», relata, mientras aclara que la zona donde viven es muy tranquila y todavía sigue manteniendo su encanto: «Es un barrio de pescadores y todavía hay muchos barquitos así amarrados y anclados con muertos, que es como una boya en el fondo del mar con un peso. El nuestro también lo tenemos delante de casa, pero salimos relativamente poco con él. Lo usan más los niños para ir nadando hasta allí y saltar desde el barco. Aunque a veces nos vamos a dar una vuelta hasta A Illa de Arousa o a Areoso».
«Tratamos de repetirles mucho a nuestros hijos el privilegio que es vivir aquí y espero que ellos sean conscientes. Cuando nos vinimos, los matriculamos en un cole público innovador de primaria que nos gustaba muchísimo. Y ellos venían y nos contaban, como si fuera un publirreportaje, las cosas que había a su alrededor, cómo era el marisqueo, la cría del mejillón en la batea... todas esas cosas. Nos contaban todo lo que aprendían en el cole, pero también la vida en el entorno en el que estaban», cuenta Victoria, feliz de que este hubiera sido el lugar idóneo para criar a sus hijos.
«Es muy bonito, por ejemplo, levantarte y abrir las puertas del dormitorio, que da directamente al mar, y ver a 200 mujeres mariscando, delante de la puerta de tu casa. La vida en el mar es muy bonita», añade. Y reconoce que los temporales que pueden llegar a sufrir en invierno no tienen nada que ver con los que hay en otras zonas de Galicia: «Aquí tampoco tenemos tormentones durísimos».
Victoria y Markus se conocieron en Múnich, en Alemania, y la primera vez que él visitó Galicia fue para limpiar el chapapote de las playas: «Y ya quería quedarse a vivir en O Pindo. Esa fue un poco como su meta. Estuvo buscando y buscando hasta que encontró esta casa junto al mar, y tuvo un precio asequible. Fue una carambola. Después venía mucha gente que nos decía que la habían visto también con la intención de comprarla. La verdad es que fue una suerte. Y a él le encanta, la disfruta muchísimo».
Cuenta también Victoria que Markus es el primero que se levanta para pasear por la playa y el último que lo hace también por la noche. Y no es difícil verlo recogiendo plástico y suciedad que trae el mar o algunos bañistas incívicos. «Incluso nuestros amigos le acabaron regalando un carrito de los que usan las mariscadoras para que pudiera ir recogiendo la suciedad que se encontraba», dice.
Reforma integral
Cuando adquirieron este inmueble no estaba en las condiciones en las que está ahora ni muchísimo menos, y tuvieron que restaurarlo por completo. «La casa nos la vendieron como habitable y había un cuarto de baño que aparentemente funcionaba, una cocina que también, y tenía una pinta más o menos normal. Pero acabamos rehaciéndolo todo. Hicimos una reforma integral. Este era el segundo proyecto que hacíamos, porque ya habíamos restaurado nuestra casa de Bergondo», explica. Así que se embarcaron en la aventura de las obras, que terminaron con éxito.
Porque si hay algo que tiene este casa y que tanto Victoria como Markus tuvieron claro desde el primer momento es que era para disfrutar. Tanto que incluso, al principio, ellos también alucinaban con lo que veían desde la ventana. «Estás hablando por teléfono con alguien de Madrid y de repente se te escapa decir para que vengan los niños: ‘¡Mira, delfines!’. Y el que está al otro lado, te responde: ‘¿Cómo, que estás viendo delfines?’. Y es verdad, porque vienen mucho, se ven bastantes por delante de casa. O que venga el repartidor y le abras la puerta y ya vea el mar. Lo habitual es que a la gente se le escape un ‘¡buah!’, antes de decir ‘buenas tardes’», explica. Además, entre su círculo de amigos también triunfa esta casa y si no está ocupada, no es de extrañar que alguno se deje caer por allí un fin de semana: «Como venga sol, a la gente le gusta mucho disfrutarla. Nosotros ya lo hacemos de lunes a viernes. Y mis padres también vienen. Es una casa para vivirla todos. Nosotros, todos los amigos y la familia». ¡Quien pudiera!