Manolo y José Manuel, los clientes más fieles: «Venimos todos los días desde hace 47 años a este bar y pedimos dos aguas»

CARMEN FERREIRO / M. V.

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VÍTOR MEJUTO

Llevan toda una vida quedando en este bar de A Coruña y pidiendo dos consumiciones a medias: «Un agua fría y otra del tiempo, y las mezclamos», señalan estos amigos

08 sep 2025 . Actualizado a las 12:07 h.

Acomodado en una de las mesas frente a la barra, con camisa azul de manga corta y postura erguida, José Manuel lee atentamente la sección de deportes de La Voz mientras espera por Manolo, con quien queda puntualmente todas las tardes, de lunes a viernes, a las 20.30 horas.

Siempre puntuales, hace más de 47 años que los dos visitan Casa Vallo o, como dicen ellos: «Venimos a Jorge», refiriéndose al dueño del local —situado ahora en el número 14 de la rúa Galileo Galilei, en el polígono de A Grela de A Coruña—, que ha pasado a ser clave en la vida de ambos.

José Manuel, de 78 años, y Manolo, de 83, comparten algo más que espacio. Durante 42 años fueron presidente y vicepresidente de la Federación Gallega de Remo. La conexión de José Manuel con el mundo de las regatas le vino a raíz de casarse, y años más tarde, en 1966, entró como presidente en el club de regatas Perillo, del que formó parte 12 años. Natural de Elviña, «pero no de San Vicente de Elviña, sino Elviña pueblo, donde los coruñeses derrotaron a John Moore», remarca, hasta ese momento el deporte que más había practicado en su vida era el fútbol y gracias a él en su memoria guarda historias que nunca dejará de contar. «Yo cuando era chaval jugaba en la Granja, hasta una vez le hice una alineación al Meirás. Aún me acuerdo cuando cantábamos a los de Elviña: “Relámpago del Viña, flor de la ciudad. No te desesperes, que ya ganará”, ¡qué bien lo pasábamos!», rememora.

Por su parte, Manolo dice que siempre fue «de Coruña, Coruña» y que nunca ha dejado de serlo. Él se puso frente a la presidencia del club de regatas de As Xubias en 1968, y sus caminos se encontraron cuando a él lo nombraron vicepresidente de la federación y a su compañero, presidente. Por aquel entonces la Federación Gallega de Remo se ubicaba junto a las de tiro olímpico y baloncesto, en el número 10 de la plaza de Lugo, «encima del antiguo Chocolate Express», apunta Manolo, y fue ahí cuando el Bar Plaza, situado en la misma manzana, y el carisma de Jorge (que posa junto a ellos en la imagen) empezaron a ganarse un rincón en el corazón de nuestros protagonistas.

Los ya presidente y vicepresidente frecuentaban este bar cada día: el café de por la mañana, el descanso de cinco minutos o la visita que le hacían a Jorge antes de irse a casa empezaron a formar parte de su rutina. José Manuel recuerda esos años muy diferentes a los paseos que puede hacer ahora, ya como jubilado, por esa zona de la ciudad: «Antes, la plaza de Lugo era muy diferente, no era como ahora. Hasta se podía aparcar, imagínate», explica mientras dibuja un mapa en una de las servilletas de su mesa.

Hace más de 20 años que la oficina de José Manuel se trasladó al polígono de A Grela para comenzar una nueva etapa como equipo en un espacio íntegramente para ellos. A esto se le sumó que el bar Plaza anunciaba su traslado, al mismo polígono, como Casa Vallo. Destino o casualidad, los caminos de los remeros y del empresario hostelero volvieron a cruzarse. «Para nosotros era una oportunidad muy buena, porque el polígono se estaba expandiendo y estaban empezando a venir muchas empresas. Además, si hablamos de que como hostelero puedes descansar sábados por la tarde y domingos… Cuando lo supe se me abrieron los ojos como platos», explica Jorge.

UNA COMANDA PECULIAR

Está claro que los de la federación también celebraron el ansiado reencuentro, eso sí, a su manera. Todos estos años, tanto en el Bar Plaza como en Casa Vallo, han estado caracterizados por una comanda un tanto curiosa: «Llegamos y pedimos dos aguas para los dos, una fría y otra del tiempo, y las repartimos», explica José, a lo que su compañero añade: «A ver, es que ni muy fría ni muy caliente». En esto, Jorge lo tiene fácil: sabe con certeza qué van a pedir y a qué hora exacta. Hace tres años que ambos dejaron sus respectivos puestos en la organización, pero nada ha cambiado dentro del bar. Ahora se dan un paseo y quedan siempre a la misma hora en este lugar. Dónde sentarse nunca fue lo más importante, aunque recuerdan que antes si querías coger mesa, tenías que ir con tiempo. «Nunca fuimos un bar de partidas, todo lo que se hizo y se habló siempre aquí estuvo completamente vinculado al mundo del deporte, eso es lo que más me gusta», comenta Jorge.

Al preguntarles qué tendría que pasar para no acudir a su cita diaria en Casa Vallo, Manolo responde tajante: «Lo único que se marche Jorge, si no, estaremos aquí todos los días». Son tan fieles a su cita diaria como a este hostelero, al que le siguieron los pasos para poder continuar pidiéndole cada tarde dos aguas a medias.