En este club te sientas a comer con desconocidos: «El motor que a mí me mueve es conocer a gente extraordinaria»

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Una de las más de 400 comidas que, desde hace más de una década, Miguel Herrero convoca en su club Nunca Comas Solo.
Una de las más de 400 comidas que, desde hace más de una década, Miguel Herrero convoca en su club Nunca Comas Solo. CEDIDA

Miguel Herrero ligó su amor por la gastronomía con su afán por conocer a gente inspiradora. De ahí nació Nunca Comas Solo, la vía de escape de 500 comensales

23 sep 2025 . Actualizado a las 15:16 h.

Suena un teléfono móvil. Es un wasap de Miguel Herrero. Al ver el nombre del remitente, Cecilia Pereira ya intuye de qué se trata: ha sido convocada para una nueva cena del club Nunca Comas Solo, del que forma parte desde hace años. Herrero creó hace ya once primaveras este particular colectivo, movido por la pasión por la gastronomía y las ganas de conocer las inquietudes y experiencias de otras personas. De disfrutar, en definitiva, de todo lo que ofrece compartir mesa y mantel en buena compañía. «El motor que a mí me mueve es conocer a gente extraordinaria. Esa vocación de conectarles es lo que me mantiene la llama encendida», explica Miguel.

Antes de que Cecilia reciba el mensaje, Miguel —fiel a su cita semanal— ha revisado concienzudamente su Excel para seleccionar a todos los comensales. Es una lista de 500 personas, todas ellas integrantes del club, a la que se le suma otra con medio millar de solicitantes. «Cuando escojo a una persona pienso qué otra puede conectar con ella a través de un hilo invisible», destaca Miguel, que reivindica el carácter artesanal de su particular selección. Para cuando le llega el wasap a Cecilia, eso sí, Miguel ya ha elegido el restaurante. La gastronomía es su gran pasión. «Me gusta desde siempre, pero en el 2014 empieza a haber un bum de aperturas de restaurantes. Por amigos que estaban muy metidos en este mundo veo que hay muchos sitios que descubrir, pero no quería hacerlo con el mismo grupo de amigos porque la vida va cambiando y no siempre es posible. Así que, ¿qué mejor manera de descubrir los restaurantes que con un grupo de personas que vaya cambiando?». El nombre del club es, a su vez, una realidad en la vida de Miguel. «Soy una persona que prácticamente nunca como solo, me gasto más dinero en restaurantes que en la hipoteca de mi casa. Mi gran pasión y mi gran ocio es ese», asegura. El fundador del club tiene también distintas listas de clasificación de restaurantes. «Me gusta conocer y apoyar a los locales regentados por jóvenes y que están empezando», afirma, sobre la premisa clave de uno  de sus listados. Otro de sus básicos es su directorio con establecimientos de toda la vida sin muchos focos: «Son los clásicos que no están en las revistas ni en las guías de moda, sino que llevan 30 años. De los que no se habla, pero que han sobrevivido muchas décadas».

Cecilia confirma su asistencia. Sabe la fecha, la hora y la zona aproximada. Ahora, simplemente tiene que esperar al día de la cena, que será cuando reciba la convocatoria con todos los detalles. Y llegamos a la cena. Son siempre de lunes a jueves, y el participante sabe de antemano el precio medio aproximado. Pero, sobre sus compañeros de mantel, apenas tiene un grupo de WhatsApp.

Solo una conversación

«Una de las normas es que haya una única conversación en la mesa», explica Miguel. Quiere evitar que los comensales encapsulen sus charlas, que las hagan irremediablemente bilaterales. Ya sentados, y con apenas un saludo, Miguel introduce un pequeño juego. Desliza un titular sobre cada uno de los comensales, que deberán averiguar a quién corresponde. Una vez finalizado el rompecabezas, el creador del Nunca Comas Solo hace una breve presentación. «En el resto de reuniones con extraños siempre hay como un tanteo previo. Hay una prudencia que aquí se rompe en el minuto diez de la cena».

Cecilia nació en Ourense, es gestora cultural y conoció a Miguel en una exposición. Los presentaron y acabaron cenando juntos. Él le habló del club y ella empezó a ir a algunas cenas. Fue parte de su vida durante sus últimos años en Madrid. Ahora vive en Santiago, pero su vinculación con el Nunca Comas Solo sigue latente. «Miguel tiene mucha intuición. La gente se abre muchísimo con él, a veces le cuenta cosas que yo flipo», explica Cecilia. La simulación de su mensaje en el móvil sería una ficción inspirada en hechos reales, en cómo funciona cada semana, desde hace más de diez años, el Nunca Comas Solo. «Nosotros vamos a restaurantes, a exposiciones, al teatro... Nos movemos en círculos sociales o intelectuales o de intereses. Y, claro, él incorpora personas que no hubiera conocido. ¿Quién me iba a decir que iba a coincidir con una panadera de Segovia? Es que podría dar 50.000 ejemplos de perfiles de personas que en mi vida se me habrían cruzado», cuenta Cecilia.

Entre sus muchas y gratas sorpresas está María Magdalena. Vive en Vigo, su ciudad natal, y trabaja en el sector bancario. Llevaba años en la lista de espera cuando, tras un fallo de última hora, aprovechó su oportunidad para acudir a una cena en Ourense. «Entré un poco de rebote. Un amigo mío iba a una comida y otro comensal cogió el covid-19. Entonces le dijo a Miguel: ‘Oye a María le haría mucha ilusión venir'», recuerda. Después de años como seguidora en Instagram y de un primer intento infructuoso de ir a una convocatoria en Santiago, María lo consiguió. «Con Miguel me siento superlibre. Lo que más me gusta del club es que no hay compromiso. Están los que realmente les apetece estar», asegura.

Tanto María como Cecilia coincidieron en una convocatoria con David Sueiro en Santiago. Empresario del sector huevero de Vila de Cruces, recuerda con mucho cariño aquel encuentro: «Es una experiencia maravillosa y una iniciativa muy bonita, la recomiendo muchísimo».

Además, Miguel organiza otro tipo de comidas más amplias que el hecho de compartir mesa durante un par de horas: los safairs. «Son cenas más amplias, de entre ocho y quince personas. Son el fin de semana y vamos a un restaurante de fuera de Madrid», explica. Tanto María como Cecilia han acudido a varios, e incluso la ourensana ha ejercido de anfitriona en Santiago, en Lisboa y en la propia Ourense. Una excursión que nace de lo gastronómico, pero deja vía libre a explorar otros ámbitos. Cecilia, de hecho, aprovechó una escapada en la capital gallega para ofrecerles a sus compañeros de tenedor una visita guiada al pórtico de la Gloria.

En el Nunca Comas Solo, además, se celebran por todo lo alto los aniversarios. Cada cincuenta cenas, Miguel convoca a toda su comunidad para una quedada multitudinaria. También hace dos quedadas al margen del conteo de cenas, en Navidad y en verano. María, tras su experiencia satisfactoria en Ourense —con visita posterior a la Ribeira Sacra, estaba inmersa en un safair— fue a una de ellas en Jaén. «Fuimos más de 80 personas. Era en el castillo de Canena, que es un sitiazo», recuerda María.

«Soy una persona muy constante en las cosas que creo. Cuando creé el club en el 2014, visualicé lo que quería conseguir, que es más o menos lo que tenemos ahora. Quería un proyecto con gente que me inspirara. Lo que llamo gente extraordinaria con destinos ordinarios», cuenta Miguel. Solo se perdió una cita, hace años en Valencia, y por culpa de un retraso en el AVE. El comensal más veterano jugó su rol y todo salió bien. Con más de 400 convocatorias a su espaldas, la constancia es su principal aval después de tantos años. «He tenido problemas con familiares en el hospital y he mantenido la cena», destaca.