Quique y Laura, un amor desde el instituto: «Éramos mejores amigos a los 11 años, nos distanciamos y ahora estamos casados»
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De compañeros de clase en el instituto a formar una familia juntos. Quique y Laura, dos redondelanos apasionados de las motos, se reencontraron un fin de año, la chispa surgió, y hoy son padres de un bebé de cinco meses
28 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Quique y Laura eran, con 12 y 11 años, esa pareja de mejores amigos del instituto que no se separaban ni con aguarrás, podían pasar las 24 horas pegados el uno al otro: «Hasta dormíamos juntos y solo éramos amigos», dice Quique. El secreto de su gran amistad se traducía en una pasión que los unía mucho más allá de los juegos en el patio: el mundo de las motos. «A nosotros ya nos gustaban por separado, pero como lo compartíamos..., nos gustaba aún más», cuenta Laura. «Me encantaba ir a buscarla todos los días para ir a clase en moto, a mí me flipaba llevarla y a ella también», explica Quique. Él tenía claro que, en un futuro, quería albergar una gran experiencia sobre las dos ruedas y por eso empezó a hacer motocrós a los 12 años, y cómo no, Laura también estaba ahí. «Venía a verme siempre que podía a los circuitos», confiesa él. Ambos insisten en que en ese momento lo único que sentían el uno por el otro era una gran amistad.
Con 16 años, sus caminos se separaron, Quique empezó a trabajar y Laura continuó sus estudios para seguir persiguiendo su sueño: ser profe. «Pasamos de vernos siempre a no saber nada el uno del otro, yo trabajaba en Pontevedra y Laura seguía en Redondela estudiando», explica Quique. «Él, además, ya tenía coche, y eso ya le daba mucha independencia», añade Laura, que durante ese tiempo tuvo otra pareja, al igual que Quique. Esos tres años apenas supieron nada el uno del otro. «No tuvimos nada de contacto», dice Laura.
Hasta que un 31 de diciembre coincidieron festejando el fin de año en Redondela: «Él pasó con el coche, nos volvimos a encontrar y volvimos a hablar de nuevo». Pasaron de tener contacto cero a, poco a poco, ir retomando su amistad, que poco a poco fue derivando en algo más. «Ahí aún hablábamos como colegas», apunta Quique. Durante cuatro meses, de vez en cuando, se ponían al día, hasta que un día Laura recibió una mala noticia: Quique acababa de sufrir un accidente de tráfico. Él estuvo una temporada en el hospital, pero Laura no se separó de él ni un segundo. «A partir de ahí nos empezamos a ver todos los días. Primero lo iba a ver al hospital y luego, cuando se estaba recuperando, me encargaba de llevarlo de un sitio a otro. Tuvo su parte buena», dice Laura, que asegura que el trágico suceso los fui uniendo más, «como antes».
Desde ese momento no se han vuelto a separar. Alguna vez incluso comentaron «que qué loco» esto de que sus caminos se volvieran a cruzar, y de esa manera, tantos años después de dejar el instituto. «Nadie se esperaba que fuéramos a acabar juntos», comenta Quique sobre los amigos del grupo del colegio, que los vieron crecer siendo amigos. «Creo que dimos el paso en una fiesta, en Peñas, y cuando nos vieron juntos fliparon», apunta ella. Pero los amigos no fueron los únicos que se sorprendieron con la noticia, confiesan que los padres de ambos tampoco se lo esperaban.
UNA PEDIDA DE PELÍCULA
Este año se cumplieron diez años de ese segundo reencuentro. Y desde entonces han vivido muchas vidas. «Pasamos todas las fases: vivimos solos, nos volvimos a mudar con nuestros padres, nos casamos, y ahora nos compramos un piso. Hasta Laura se sacó la oposición de profe, y yo también cambié varias veces de trabajo en este tiempo», cuentan. Una década de convivencia en común, en la que han tenido días y días para explotar al máximo su tiempo y, como no podía ser de otra manera, acumular cientos de kilómetros. Algunas de sus rutas favoritas son las de A Cañiza o Ponte Caldelas. «Al principio, íbamos los dos en una moto, luego Laura se compró una, y empezamos a ir cada uno en la suya», dice Quique. Además, disfrutan como niños las concentraciones en las que se reúnen con amigos moteros, como la de La Bañeza, a la que van siempre que pueden: «Hubo años que él iba en moto y yo en coche». De todos los eventos a los que asisten sobre dos ruedas, hay uno que permanecerá en el recuerdo para siempre, la concentración de Sanxenxo del 2019, cuando se comprometieron. «Yo ya lo tenía todo pensado, mi plan era que cuando pasáramos por la recta del arco, un policía me diera el alto y aprovechar para pedirle matrimonio. Al primero que se lo pregunté me dijo que ni de coña, que no podía hacer eso, pero el segundo fue de lo más agradable, accedió sin problema», cuenta Quique emocionado.
Él se acuerda a la perfección de ese momento, pero Laura agradece la cantidad de vídeos que se grabaron, porque su mente, con la emoción del momento, nubló su recuerdo. «Solo me fijaba en Quique. De hecho, me acuerdo de que no se sacó ni el casco de la vergüenza que estaba pasando. Todo el mundo nos miraba y hacía ruido, fue una pasada. Menos mal que tenemos muchísimos vídeos para recordarlo siempre», añade Laura.
Un año después se casaron rodeados de su familia, sus amigos y, por supuesto, motos. «Obviamente, no podían faltar, fue un día espectacular. El pazo estaba lleno de muchísimas motos, las nuestras y las de nuestros amigos. Todo era humo y ruido, lo que nos gusta», explica Quique.
Ahora, con 30 y 29 años, su vida ha dado un cambio enorme. Están casados y desde hace cinco meses son uno más en la familia, ya que acaban de ser padres de su primera hija, María. «Yo ya estoy pensando en el siguiente, pero ahora mismo es motivo de discusión», dice ella entre risas. Para dentro de diez años no piden mucho más: «Yo quiero seguir como hasta ahora, si conseguimos comprar una casa, mejor», cuenta Quique. Eso sí, ahora que hay una motera más en la familia, tendrán que dejar en el tintero alguna cuenta pendiente. «De momento, no hay nada planeado con ella, porque depende de si le gustan o no». Y en el horizonte, un sueño: «Cuando nos hagamos algo más mayores, nos encantaría poder hacer la Ruta 66, es nuestro sueño».