Autora de «Huele a limpio», asegura que si dedicas una hora al día a limpiar y ordenar la casa, con dos pases profundos al año es suficiente. Y tiene claro cómo: de las habitaciones más cercanas a la calle a las más lejanas. «Da buena suerte», explica
20 oct 2025 . Actualizado a las 18:06 h.Los clientes del supermercado en el que trabaja Elisabet Jiménez, que ha cursado dos grados superiores en Administración y Finanzas y Comercio Internacional, son unos afortunados por contar con una enciclopedia andante, en cuestiones de limpieza, mientras hacen la compra. Hasta que se independizó no tenía ni idea de cómo se hacía nada de lo que tiene que ver con el día a día de una casa, pero poco a poco le empezó a coger el gusto, y en el 2020 se creó una cuenta de Instagram especializada, gracias a la cual hoy acaba de publicar un libro con el mismo nombre, Huele a limpio, donde desvela los mejores trucos y consejos de limpieza. «He descubierto que fregar el suelo todos los días es un error», asegura Eli, que suele acudir al pasillo de limpieza, una sección que disfruta colocando, ante la mínima duda de clientes o de sus propios compañeros. «Lo que más se vende son los multiusos desinfectantes».
—¿En qué momento te diste cuenta de que la limpieza podía ser no solo una necesidad, sino una forma de bienestar?
—Al llegar a casa y ver que algo está sucio o desordenado a mí la mente me estalla, no puedo sentirme bien conmigo misma, no puedo relajarme. Necesito que la casa esté bien para poder estar yo bien.
—Dices que incluso cuando estás baja de ánimo lo que te ayuda es limpiar.
—Sí, efectivamente. A lo mejor un día estoy muy nerviosa, incluso enfadada, y limpio mejor. Voy más rápido, me despeja la mente, como que lo necesito porque cuando termino, siento paz, estoy más tranquila.
—«No se trata de limpiar más, sino de limpiar mejor». ¿Cuál crees que es el mayor error que cometemos al organizar la limpieza en casa?
—Que no tenemos un orden. En vez de organizarnos, y decir: «Voy a empezar por aquí, luego seguir por allí...», empezamos a limpiar zonas, de repente nos vamos a otra habitación, y así no se limpia bien. Al final, dejas zonas sin limpiar. Es muy importante la organización y el orden. Si todos los días empiezas por el baño, luego el salón, las camas... te acostumbras, y cada vez lo haces más rápido y mejor.
—Lo primero que hay que hacer es abrir las ventanas.
—Superimportante. A mí es algo que me llama mucho la atención cuando entro en casa de alguien, el olor de no abrir las ventanas, huele a cerrado. Es importante que todos los días entre aire nuevo.
—Y limpiar de fuera hacia dentro. Desde las habitaciones que están más cerca de la calle a las más lejanas.
—Eso es un dicho de abuela, porque dicen que trae buena suerte, abundancia, que guardas para dentro, y que es importante hacerlo así: barrer para dentro, fregar para dentro, todo para dentro. Y de arriba abajo, porque el polvo va cayendo hacia abajo. Lo último siempre es el suelo.
—¿Qué consejo que le pueda cambiar la vida le darías a alguien que odie limpiar?
—Creo que una persona a la que no le gusta limpiar se queda sentada pensando por dónde empieza. Y como no sé, no me apetece. En el libro, cuento una serie de trucos: escoger un orden y mantenerlo en cada limpieza; limpiar de fuera hacia dentro y de arriba abajo; si tienes aspirador, olvídate de la escoba, y adaptar estas pautas a tu horario o rutina. La limpieza más básica consiste en abrir las ventanas, ordenar, hacer las camas, limpiar las superficies que usas todos los días, como encimera o mesas, barrer y fregar. Simplemente con esto, que puede ser una hora al día, siempre vas a tener bien la casa. Manteniéndolo, no hay problema.
—¿Se puede fallar algún día, no?
—Por supuesto, hay días caóticos en los que no se puede. Si más o menos lo haces todos los días, no necesitas luego uno para una limpieza profunda. Ahora, si empiezas a acumular, no lo haces un día, ni otro, cuando tengas que ponerte, va a ser muy engorroso, lo vas a pasar mal.
—Si la mantienes todos los días, solo se necesitan dos limpiezas profundas al año.
—Sí, porque no es lo mismo hacer una limpieza como la que te digo que ponerte a retirar muebles, hacer cambios de armario, limpiar ventanas o los electrodomésticos, como el horno o el frigorífico, que, al final, de usarlos todos los días también se ensucian.
—Si tuvieses que resumir toda tu filosofía en tres reglas, ¿cuáles serían?
—La primera, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, en caliente se limpia mejor. Segunda, si necesitas ayuda, porque tú no puedes limpiar, por el horario de tu trabajo o la familia, y no hay manera de destinar un tiempo a la limpieza, pídela y contrata a alguien. Hay veces en que no se puede, y tampoco te puedes martirizar. Yo en algún momento he necesitado ayuda, y la he contratado. Es muy importante para que te sientas bien y no te frustres todos los días. Y, por último, no empieces a limpiar hasta que todo esté ordenado, porque encontrarás millones de cosas por medio.
—¿Hay algún truco que hayas descartado con los años porque descubriste que no era tan útil como parecía?
—Fregar el suelo todos los días, por ejemplo, que en casa de mi madre y de mis tías se hacía... Yo creo que no es necesario y pierdes tiempo. Con uno o dos días a la semana es suficiente, y el resto lo mantienes con aspirador, o quien tenga escoba, escoba. El hecho de fregarlo todos los días, para mí, es un error. Y mira que yo tengo perros, y soy la primera que lo piensa, quizás en la cocina y el baño ahí sí que le puedes dar a diario porque se cae comida o lo que sea, pero en el resto, el salón y demás, da igual que sea tarima o mármol, al final se estropea.
—Hablas de que no hay que tener 27.000 productos, ¿cuáles son tus básicos, lo que mejor te funciona?
—El oxígeno activo con desinfectante me parece una maravilla, porque se puede utilizar en el baño, para limpiar alguna superficie e incluso para el suelo o para la ropa. Es un multiusos muy bueno. A mí me gusta mucho el olor que deja. También el jabón natural, que lo puedes diluir en agua y sirve para limpiar los muebles de madera, todo tipo de muebles, también para la tarima, para lavar ropa delicada o a mano. Son productos muy versátiles que los puedes utilizar en muchas cosas, y para mí eso es bastante importante.
—¿Qué no utilizas nunca?
—El amoníaco, le tengo mucho coraje, no me gusta nada. Además de ser supertóxico, tiene un olor demasiado fuerte, y si tienes niños o animales en casa es bastante peligroso. Limpiará muy bien, pero tienes que tener mucho cuidado en qué zonas lo utilizas. La lejía tampoco me gusta, la puedo utilizar en el váter o en los sumideros de baño y cocina para que no dejen de oler, pero no lo hago mucho, prefiero usar desinfectante que lejía, por lo mismo que el amoníaco, huele fuerte y es peligroso si hay niños y animales.
—¿Cuál es la mancha que peor sale?
—Hay una horrible que, a día de hoy, no he conseguido eliminar, que son unas manchas que produce la misma lavadora, sobre todo con la ropa blanca. Tú metes una camiseta blanca a lavar y cuando sale, tiene unas manchas que no estaban. Son como grises, feas. Se suele decir que son del eje de la lavadora, yo realmente no sé de dónde provienen, pero son imposibles de quitar. A mí me ha pasado con ropa nueva, que he dicho: «¿Cómo me ha podido pasar a mí esto?», y teniendo la lavadora limpia, porque muchas veces se dice que igual es porque está sucia, pero a mí me ha pasado con lavadoras diferentes, de amigos, de familiares, de gente de Instagram... Cuando me escriben, les digo: «Uy, lo siento mucho». Me han preguntado también por las manchas de lejía, y siempre les digo lo mismo: «Eso no tiene solución».
—Porque el resto aún más o menos, ¿no? Con paciencia, se pueden ir quitando...
—Sí, se pueden eliminar todas. Cuando hablamos de manchas es muy importante que se traten lo más rápido posible, y que no eches la prenda a lavar directamente y luego la intentes arreglar. Porque como no hayas pretratado la mancha, sale manchada. Es un problema grande, porque luego te va a costar el doble quitarla. ¿Lo vas a poder conseguir? Sí, pero al final de tanto lavarla y frotar, los tejidos se dañan, se ven más feíllos, se puede acartonar la ropa...
—Cuando te escriben por una mancha, ¿pruebas en casa antes de darles una solución?
—Claro, esto es ensayo-error. Probar hasta que das con el resultado. Con las manchas es con lo que más ensayo. Una mancha de chocolate, dependiendo de la tela y color, a veces se puede eliminar de una forma o de otra. Siempre pregunto de qué es la mancha y que me pasen una foto para saber cómo ayudar.
—¿Los productos de limpieza «ecofriendly» son realmente efectivos?
—Sí, la mayoría de los que he probado, a mí me han ido bien. He usado las tiras para la lavadora ecológicas, friegasuelos o desengrasantes, y me parece que van muy bien. Igual que cuando hacemos una mezcla con vinagre, jabón natural, o echamos bicarbonato... Al final, también son hechos por nosotros y funcionan.
—Dices en el libro que a los peques desde que empiezan a andar hay que inculcarlos en las tareas de casa.
—Por supuesto, y lo llevo al día. Toda ayuda siempre es buena. Si desde muy pequeños les vas inculcando todo lo que pueden ir haciendo con su edad, siempre te van a ayudar y va a salir de ellos. No como antiguamente, la madre lo hacía todo: la cama, nos doblaba la ropa y nos la colocaba en el armario, pero te hablo igual con 15 años. Entonces, si sacamos un montón de cositas para jugar, que normalmente están en un cubo o en un cajón, es tan fácil como enseñarles a guardarlo. Lo haces divertido, con una canción, y empezamos a guardarlo juntos. También puede tirar cosas a la basura. Son detalles, pequeñas cositas. Mi niña con 7 años ya puede llevar la ropa sucia al cesto, quitar y poner la mesa, hacer la cama... Lo veo muy importante, porque si no, vamos a crear adultos que no saben hacer nada, que es lo que pasaba antes.
—Pero con 1 año...
—Empiezan, y poco a poco se van complicando. Cada año le vas metiendo una nueva dificultad. Como en el cole, van pasando de curso y van aprendiendo cosas nuevas. Pues en las tareas de la casa, también. Hay asignaturas en el colegio que no sirven a veces para mucho, y deberían enseñar a hacer este tipo de cosas, que luego te vas a vivir solo y no sabes planchar, ni poner una lavadora, ni cocinar...
Las manchas más difíciles de sacar son las de la propia lavadora”