Carmen Rodríguez, ingeniera en Navantia, profe de barré y diseñadora de bolsos: «No parar es mi forma de ser»

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Carmen Rodríguez, la coruñesa de 32 años multifacética.
Carmen Rodríguez, la coruñesa de 32 años multifacética.

Múltiples facetas. Los días de Carmen, parece que tienen 48 horas. A su trabajo de ingeniera, hay que sumar las horas que imparte clase y las que se dedica a confeccionar los artículos de su propia marca. «Aprendí de mi madre a lanzarme, a no dejar nada sin intentarlo», comenta

10 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los días pueden dar para mucho y hay quien los extiende como el chicle alcanzando el culmen de la productividad. Este es el caso de Carmen Rodríguez Bermúdez de Castro, una coruñesa de 32 años que divide las 24 horas de cada jornada entre múltiples facetas: desde ingeniera de Caminos a tiempo completo en Navantia, pasando por coach certificada de barré (disciplina que combina pilates y ballet) y emprendedora con marca propia de totebags (bolsas de tela) y neceseres.

Se define como «una mujer inquieta por naturaleza, siempre en constante aprendizaje e inconformista por definición» y prueba de ello es su rutina, en la que sus jornadas parecen tener 48 horas porque puede con todo. El último año ha sido especialmente intenso para ella, aunque no se ha parado mucho a pensarlo, y aunque lo siente como un año más, reconoce que ha sido mucho más ilusionante que muchos anteriores y, sobre todo, lleno de cariño.

Asegura que está acostumbrada a este ritmo vital alto desde que cumplió la mayoría de edad, ya que desde muy joven compaginó los estudios con distintos empleos. Se sacó la carrera mientras trabajaba como azafata de eventos, era dependienta en una tienda y ejercía como profesora de clases particulares, tanto a nivel escolar como universitario. Después hizo el máster de Ingeniería de Caminos a la vez que disfrutaba de una beca en la empresa de la que hoy forma parte de la plantilla, todo ello mientras seguía dando clase.

En los últimos meses ha estado especialmente ocupada por una buena causa como ha sido la organización de su boda, lo que describe como «un proceso precioso que guardo para toda la vida», aunque reconoce que sí que hubo momentos en los que todo junto se le hizo demasiado. «Los fui solventando con ayuda de mi familia y mi ya marido», cuenta satisfecha.

«Al final esta locura de no parar es mi forma de ser, parte de mi identidad y creo que gran parte viene de tener como referente a mi madre, una mujer imparable a la que siempre vi compaginando mil cosas a la vez», subraya con admiración. «De ella he aprendido a lanzarme, a no dejar nada sin intentar. Siempre la he visto como una superwoman capaz de todo, y eso me ha empujado desde pequeña a transformar las ideas en acción», cuenta.

«SI QUIERES, PUEDES»

Sobre sus maratonianas jornadas, confirma que le suelen incidir en que los días tienen 24 horas constantemente y asume que su entorno tiene razón, pero argumenta que cree firmemente en que «todo es cuestión de organización y ganas». «Si quieres, puedes. No hay excusas», defiende. Sobre cómo lo hace para llegar a todo, detalla entre risas que no recomienda su vida: «Sé que mi ritmo no es el habitual, pero yo me manejo así y a mí me funciona», sentencia.

En el 2019 se estrenó en el que hoy es su trabajo principal, el de ingeniera en Navantia. Actualmente es responsable de la oficina técnica y se dedica principalmente a la gestión de contratos de proyectos y obras, desde la fase inicial con la detección de la necesidad hasta la final, con la puesta en marcha del activo.

No todo ha sido fácil para ella. Dentro de esta burbuja productiva y vital, ha vivido momentos de mucho estrés que le pasaron factura y afirma que ha tenido que aprender «a veces a base de golpes» a distinguir lo que le hace bien de lo que no. «En este mundo en el que vivimos, en el que todo va tan rápido, me acostumbré a seguir corriendo en la rueda sin dedicar mucho tiempo a mirar hacia dentro y un día el cuerpo me dijo «hasta aquí»», rememora.

Debido a este momento de transición, actualmente opta por mantener un equilibrio «dentro de lo que soy y analizar si el balance es positivo». «Creo que todos deberíamos hacerlo, preguntarnos cuántas de las cosas que hacemos en automático en nuestro día a día realmente nos sientan bien. Quédate con lo que te aporta y suelta lo que no», recomienda, a la vez que insiste en que, basándose en su propia experiencia, «aprender a soltar es importante».

Siguiendo esta premisa, confirma que ella misma está inmersa en ese camino de aprendizaje también. La última década ha estado muy vinculada al yoga y fueron sus amigas y familia quienes le animaron a formarse como instructora, pero ella sentía que no era su campo, hasta que apareció el barré y lo cambió todo. Hizo la formación y se certificó para impartir clases. «Me lancé sin pensarlo mucho en el 2024 y me grabé a fuego la frase de que “No hay que ser bueno en algo para empezar, hay que empezar para ser bueno en algo”». Subraya lo clave que es para ella el movimiento, algo que le aporta tener cuerpo y mente sanos.

Sobre su propia marca de complementos, Grelo Studio, revela que surgió «casi sin querer». Explica que nació literalmente de su inquietud por aprender cosas nuevas partiendo de las clases de costura a las que comenzó a acudir. Empezó haciendo totebags y neceseres, y de pronto sus familiares y amigas empezaron a pedírselos, una demanda que transformó en oportunidad.

Las ganas de reinventarse y divertirse le dieron el empujón y ahora la marca ya está asentada. Con la ayuda de su hermana crearon el logo y la identidad, y desde entonces todo ha crecido de manera muy orgánica, «sin imposiciones ni expectativas, siguiendo mis propios ritmos», dice. El curioso nombre tiene una historia, de la que la ingeniera da pocos detalles, pero añade que «fue algo espontáneo y natural como todo lo que hago».

HECHO A MANO

Los productos son hechos a mano a base de telas compradas en el comercio local. Todo esto lo muestra en la cuenta de Instagram de la marca, lo que ella presenta como «mi otro mundo», aunque matiza que también podría llamarse «mi forma de vida». Acerca de cuando parar, defiende que no cree que «haya un momento exacto para bajar la marcha». «La vida me irá llevando por donde tenga que ser, y así me gusta pensarlo. Prefiero dejar que las cosas fluyan, sin forzarlas», asegura.

Tiene claro que si un día siente que «hasta aquí llegué», mirará atrás «con cariño y orgullo por haberlo intentado, y sobre todo, por todo lo aprendido en el camino». Su máxima es disfrutar cada momento, vivir el presente, rodearse de mi gente, conectar con la naturaleza y mantener la ilusión. Pero por encima de todo «seguir disfrutando y mantener en pie los proyectos que hoy me llenan».

A la hora de tener una pausa en este día a día frenético, el poco tiempo libre que le queda lo emplea en «dejar de hacer». Le gusta pasar vacaciones en entornos en los que esté en contacto con la naturaleza y cerca del mar, dando paseos por la orilla o simplemente tumbada al sol sin centrarse en nada más que en eso. Pero, sobre todo, se centra en pasar tiempo de calidad con familia y amigos, lo que considera «el mayor regalo».