«Las chicas de oro», igual de polémicas 40 años después: «Fue un tipo de feminismo que calaba poco a poco»
YES
El 14 de septiembre de 1985 fue el día de la primera emisión de esta comedia, que marcó una época. En ese momento, nadie sabía que iba a tratar temas como el VIH o la homosexualidad
24 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La tarta de queso más famosa de la televisión cumplió 40 años este 2025. La servían cuatro mujeres que, contra todo pronóstico, adelgazaron los prejuicios antes que las calorías: Dorothy, Rose, Blanche y Sophia. Los personajes de The Golden Girls protagonizaron un tipo de feminismo en prime time sin consignas, sin hashtags y con hombreras. Una reivindicación social que se practicaba a cucharadas, entre confidencias y sarcasmos en una cocina de Miami. Ese espíritu —a la vez combativo y doméstico— es el que reivindica hoy Las chicas de oro (Dos Bigotes, 2025), el primer libro en castellano sobre la serie, escrito por Pedro Ángel Sánchez.
El proyecto de esta obra surgió casi por casualidad, durante una conversación de Pedro con sus editores. «Estábamos promocionando mi anterior trabajo, la biografía de Raffaela Carrà, y surgió la típica conversación: “¿Qué serie estás viendo?”», recuerda Sánchez. La coincidencia fue inmediata: todos estaban viendo Las chicas de oro, ahora disponible en diversas plataformas, como Disney+. «Así surgió la posibilidad de escribir sobre la serie», explica. El libro anterior de Sánchez trató sobre Raffaella Carrà. Entonces, lo entendió como un paso natural: ambas obras giran en torno a mujeres que, sin pedir permiso a nadie, hablan de sí mismas, de su libertad y de sus contradicciones.
Mujeres sin pelos en la lengua
El autor vio la serie por primera vez de pequeño y admite que entonces no le llamó tanto la atención como en el momento en que la revisionó. «Recuerdo que me hacía gracia, pero no era una serie que me atrapara. Ahora, con perspectiva, entiendo todo lo que significaba», confiesa. Lo que hizo a esta serie atemporal es su capacidad de tratar temas complejos —acoso sexual, VIH, eutanasia, racismo, menopausia— con humor, sensibilidad y una naturalidad que hoy sigue sorprendiendo. «Lo que más me impactó es cómo hablaban de asuntos tan delicados con respeto y al mismo tiempo hacían reír», subraya.
Uno de los episodios más recordados, de hecho, es aquel en que Rose teme haber recibido sangre contaminada con VIH. Un tema peliagudo pero que se trató sin complejos gracias a la risa. El humor en esta serie, explica el autor, funcionaba como un vehículo para la empatía y la información. Lo mismo ocurre con episodios que abordaban el matrimonio igualitario o la aceptación de la homosexualidad, temas que en los años ochenta aún eran tabú en muchas sociedades. Sánchez recuerda: «Al final de cada capítulo, el espectador terminaba comprendiendo al que era diferente. Ese era su mayor acierto».
El libro también analiza por qué la serie ha envejecido tan bien. Hay algún chiste sobre el físico que hoy resulta chocante, pero la esencia se mantiene. Así, The Golden Girls nunca se rio de sus protagonistas, sino con ellas. Eran cuatro personajes que servían para mostrar la sociedad desde diferentes puntos. Dorothy era la inteligencia sarcástica; Rose, la ingenuidad que escondía una fortaleza insospechada; Blanche, la sensualidad sureña con sus contradicciones; Sophia, la sabiduría irreverente que no necesita demostrar nada.
Todas eran complejas y entrañables, y eso no se improvisa: fue fruto de un equipo creativo en estado de gracia. Así, la serie sirvió para romper esquemas: mostraba a mujeres maduras como seres deseantes y activos, con derecho al amor, al sexo y a la autonomía. Ahí estaba Blanche Devereaux, con sus camisones estratégicos y su catálogo de amantes, demostró que la tercera edad podía ser audaz y provocadora. «Ese fue uno de los grandes logros de la serie: mostrar que la vida no termina a los 40 ni a los 50», comenta Sánchez.
Versión española
En España se intentaron varias adaptaciones, pero ninguna logró capturar la magia del original. La primera fue a mediados de los noventa bajo el título Juntas, pero no revueltas. Posteriormente, en el 2000, José Luis Moreno produjo una nueva versión con Concha Velasco, Lola Herrera y Carmen Maura, un reparto impresionante. «Le pusieron mucho esfuerzo… incluso con la primera versión, Disney, que tenía los derechos, estuvo muy encima de la serie. Absolutamente todo: reparto, guiones, horarios», explica Sánchez.
Aun así, ninguna adaptación funcionó. «Aunque tuvieran prácticamente el mismo escenario, nombres similares y cuatro mujeres mayores, no enganchaba. Creo que Las chicas de oro contaba con algo especial, algo auténtico que no se podía copiar», añade. La serie estadounidense logró que las protagonistas fueran figuras empáticas y complejas; las versiones españolas, por más bien producidas que estuvieran, se percibían como impostadas. Sánchez detalla: «En el caso de Concha Velasco hubo buena audiencia en los primeros capítulos, pero luego bajó porque no transmitía lo mismo. La química del equipo original era irreemplazable».
El autor señala además que la serie original ya había funcionado bien en España porque se remitió en múltiples franjas horarias, incluso en prime time, debido a su popularidad. «La llevaron de la mañana, a mediodía, a la una, la dos… y funcionaba siempre muy bien», comenta. Esa flexibilidad demuestra la fuerza de The Golden Girls, que conseguía conectar con públicos muy diferentes: jóvenes, adultos y mayores, algo difícil de replicar.
Más allá de las chicas de oro
Esta serie mítica comenzó, además, una nueva saga de producción de televisión que vendrían en la década de los noventa y en el actual siglo. Sin Las chicas de oro no existirían otras creaciones como Sexo en Nueva York, Mujeres desesperadas o muchas otras con cuartetos femeninos en la pantalla. Sánchez explica que surgió «la regla de las cuatro protagonistas femeninas con energías distintas». Se convirtió en un modelo para generaciones de guionistas. En cambio, no todas han envejecido igual. «Es cierto que Sexo en Nueva York es divertidísima, pero no tenía la valentía de tratar temas como lo hicieron Las chicas de oro», reconoce Sánchez.
El libro también resalta el impacto social que tuvo la serie en el momento de su emisión. «Se convirtió en refugio LGTBI, atrajo a estudiantes universitarios, y demostró que la tercera edad podía ser protagonista de historias atractivas y actuales». Además, cuenta el autor, puso encima de la mesa otros temas de plena actualidad como es dar valor a la noción de familia elegida, que da nombre al subtítulo del libro: «Vivían solas, pero creaban vínculos de amistad y cariño que reemplazaban muchas veces a la familia tradicional. Hoy esto es incluso más relevante», apunta Sánchez.
Al final, resume el autor, fue una serie feminista, que entró de lleno en millones de casas en todo el mundo: «Era un tipo de feminismo de ese que calaba poco a poco y que lo hizo de forma muy tranquila. Eso también es muy importante», dice Pedro Ángel. Quizá por ello, él se queda con el personaje de Dorothy como uno de sus favoritos. «Me parecía que era una mujer muy atractiva, muy sensata siempre que hablaba. Una personalidad que quizá también tenía la actriz que la interpretaba». No obstante, en cuestión de humor, su predilecta era Sophia: «Como decía uno de los guionistas de la serie, era la máquina de chistes del elenco», concluye.