Jueves, 27 de Noviembre 2025, 12:50h
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Hasta ahora todas las filiaciones y calificaciones políticas se hacían desde el discernimiento del propio interesado y se conjugaban en primera persona. Se aseveraba con orgullo o resignación: «Yo soy conservador», o socialista, o liberal, o comunista, o lo que fuera… Pero desde hace algún tiempo ha surgido una calificación nueva que no se conjuga en primera persona, sino en segunda o tercera. «Fulanito es un fascista», se dice; o bien, imprecatoriamente: «¡Eres un fascista!». Ya no se trata de una declaración que hace el interesado, sino una suerte de diagnóstico que nos llega desde fuera, como si nos dijeran: «Fulanito tiene cáncer» o «Usted es diabético». Uno estaba en Babia, desprevenido, y entonces llega alguien que, sin analizarnos la sangre ni hacernos una biopsia, sin tomarnos la temperatura ni olernos siquiera el aliento, dictamina infaliblemente que somos fascistas, sin comerlo ni beberlo.
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