Vigo arropa a Alejandro Sanz en una noche de corazones partíos

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

AL SOL

Óscar Vázquez

El cantante arrasa en el parque de Castrelos ante un mar de gente infinito

28 jul 2023 . Actualizado a las 07:36 h.

No hay costumbre más viguesa que echar la tarde, una tarde de verano, en las gradas del parque de Castrelos, frente al escenario, cuando hay algo que vale la pena. Incluso cuando no se sabe si la valdrá, pero... ¿qué se pierde teniendo tiempo y ganas? Cuando está claro, como por ejemplo, con la comparecencia de anoche, la de Alejandro Sanz, entonces, la tarde comienza pronto. Se adelanta el proceso de empezar a sacar toallas, bocatas de mortadela y chorizo y bolsas de pipas. Muchas ganas de pasarlo bien es lo que se necesita para imbuirse en esa comunión armónica, un cachondeo vecinal que a veces se rompe cuando llegan los de última hora con la pretensión de hacerse un hueco. Este jueves se lio varias veces, pero no llegó la sangre al río (Lagares). Alejandro Sanz, que está acostumbrado a ir por la vida con un reguero de admiradores, contó este jueves entre su público con dos de los más excepcionales: sus hijos Alexander y Manuela. El joven hasta subió al escenario para saludar junto a su padre lo que desató el entusiasmo de las fanes. Esas que luchaban por agarrarse a la valla frente al escenario, ese abismo de tres metros de ancho que las separa del artista, pero que se rompe cada vez que «si tú me miras». Y las miraba. Salió entre vítores, tras la inevitable arenga del alcalde, a por todas y parapetado tras unas gafas de sol para que las luces de Vigo no le deslumbraran.

El cantante madrileño podía autoplagiarse este jueves con rigor literal: «Eres tanta gente, que, dime ¿Con quién hablo ahora?». No lo dijo, lo cantó, y habló con todos y cada uno de los presentes a través de su música, una batería de temas conocidos, una apoteosis karaoke en la que una canción se solapaba con la siguiente, de La fuerza del corazón a Amiga mía; de Corazón partío a Cuando nadie me ve; de Viviendo deprisa a El alma en el aire; de Mi soledad y yo a No es lo mismo. Y es cierto que no lo es. Cada vez es distinto. Y su noche en Castrelos fue una noche diferente. La estrella de la música, que lleva 30 años carretando éxitos entre España y Miami, sigue teniendo detalles de principiante.

En su cuenta de Instagram compartía una historia colgada por una seguidora impaciente, en la cuenta atrás para encararse con un auditorio donde el público se convierte en un mar del que no se atisba el final. Vale parafrasear su discografía: ¿Lo ves? «Pues yo no veo nada», podrían decir unos cuantos miles que lo atisbaron desde el último árbol de los que rodean la carretera que atraviesa el parque. «Mi Cádiz», como dijo el lunes Pablo López, con guasa, señalando lejos al contemplar el panorama de aquel gentío. Con su colega Sanz se diría que el espacio se hizo aún más inabarcable. Muchos no lo vieron. Alejandro Sanz era una figura pequeñita a lo lejos, que se creía en las pantallas. Cerca no estaba, pero lo sintieron a su lado como cada una de las cientos de veces que han escuchado sus canciones. Sanz, en su tercera visita a Vigo, se hizo más riquiño todavía. Arropado por una enorme banda de diez músicos con los que lleva dando vueltas al planeta desde el año pasado, dejó a su público en Vigo y se despidió tras más de dos horas de recital, muchas complicidades y cerca de una veintena de canciones. Las sensaciones tienen que durar para la próxima vez que vuelva, que según las estadísticas (2001, Balaídos, 2010, Ifevi) debería ser dentro de otra década.

Concierto de Alejandro Sanz
Concierto de Alejandro Sanz M.Moralejo

Compartía también Sanz una historia en sus redes en la que hacía un barrido en el camerino de Castrelos, por las decenas de regalos que le habían llegado. Y un montón de tarros con títulos de canciones. ¿Mensajes para no comerse el tarro?