San Lucas

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

MONDOÑEDO

PEPA LOSADA

14 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Vuelvo a donde solía y recupero la memoria de otros días cuando han transcurrido ochocientos sesenta y siete años, desde que el obispo don Martín, el Calígrafo, festejó la catedral de Mondoñedo, aquel 18 de octubre, con unas grandes ferias que aún hoy sobreviven.

Y vuelvo a escribir acerca de las san Lucas mindonienses, ferias del ganado caballar, de los potros menudos y trotones que los engendra el viento de las tierras de Miranda, y cuyas greas cabalgan al anochecer las viejas rúas de la sede episcopal galopando hasta que amanece por los Remedios, hasta el campo de la feria. Y según mi señor Cunqueiro, cuya prosa de las maravillas se oculta tras este artículo, bien de mañana en torno a la fuente vieja, los campesinos del valle ofrecen su mercancía de hierba fresca, golosina para terneras y xatos que desde lejos ya han llegado a la ciudad capital del otoño.

Mondoñedo huele a tahona y a latines, a pan caliente, a hogaza recién horneada y a las oraciones que en la vieja «lingua madre» regalan los seminaristas al evangelista Lucas. Es un olor caliente que se queda a nuestro lado para siempre. Memoria de pan fresco, hosanna civil de las grandes, de las ultimas ferias de Galicia. Yo, como don Álvaro, fantaseé con comprar una navaja de Taramundi, pequeña de hoja y con cacha de boj, decorada con una flor de invierno grabada con los colores de la primavera. La adquirí allí donde se instalan los herreros, pero pronto la perdí pero nunca la olvidé. Y en mis recuerdos, que otros han vivido, están los vendedores de espejuelos, ópticos de corredoira, los vendedores de mantas zamoranas, los contadores de historias, falabaratos con acento francés, los ciegos violinistas recitando los crímenes mas horrendos, buhoneros de exóticas fantasías, fabricantes de elixires, magos y músicos de fortuna que alegran las verbenas de la noche y Barriga Verde, con su teatro de todos los prodigios, matando «o demo, porque se acabó la peseta». Vuelvo donde solía, al país de la magia donde habita el resto del año el silencio que se escucha mientras el aire de la tarde, de todas las tardes, es rojo, y es de oro. Es el silencio mindoniense. En otoño, después de las san Lucas, Mondoñedo se recoge sobre sí mismo, y llueven remolinos de agua, y el frío del invierno transforma el viento jugando con las hojas muertas de los abedules.