El veraneante y su rebequita

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Los turistas en Galicia presumen de usar esta prenda popularizada por Hitchcock

02 sep 2019 . Actualizado a las 07:58 h.

En A Baldosa, ya no está la bola del mundo, pero siguen viéndose turistas con rebequita. La bola del mundo estaba en un escaparate precioso con la leyenda «Lloyd Norte Alemán» grabada al ácido. Era una bola de madera elegante y decadente que reproducía el mundo como era entre el Congreso de Viena y la Primera Guerra Mundial, es decir, en los mejores tiempos de Vilagarcía, la época de la Armada Inglesa y los trasatlánticos prusianos.

En esa bola del mundo, aparecían Tanganika, Zanzíbar, Camerún y Namibia como posesiones alemanas, reflejando la época de Memorias de África. Después vino la Gran Guerra y el mundo cambió. Llegó la Segunda Guerra Mundial y el mundo volvió a cambiar. Pasó Franco, cayó el Muro de Berlín, se instauró la democracia, derribaron las torres gemelas y el mundo seguía cambiando, pero el globo terráqueo de la Lloyd Norte Alemán seguía ahí, impertérrito, recordándonos en A Baldosa las esencias de Vilagarcía.

El verano pasado, los turistas con rebequita se paraban a admirar aquella bola de madera. Parecía como si quisieran entrar en aquel decorado de la Belle Époque, tan vintage que pasaba por moderno. Pero la bola ha desaparecido de A Baldosa y en la ciudad ya quedan pocos atractivos para los turistas interesados por el pasado glorioso. Si acaso, el Club de Regatas, que sigue siendo la entidad social con más encanto de Galicia y el único club del mundo del que me haría socio. También es muy vintage el mapa de Vilagarcía que entregan en los hoteles, con la leyenda «Arosa Bay» en grandes letras nombrando la ría. A los turistas, que son casi todos españoles, les llama la atención que para orientarse en la ciudad tengan que leer los nombres de las calles en inglés.

La intuición del veraneante

Aunque a los veraneantes les dan lo mismo los mapas y los idiomas, ellos prefieren guiarse por el móvil, por los comentarios de Trip Advisor y, sobre todo, por el olfato y la intuición. No sé qué tienen los viajeros que, cuando llegan a O Salnés, enseguida adivinan dónde se come bien y a buen precio. Dicen que el equipo de baloncesto Alba Berlín viene a jugar al torneo EncestaRías ACB porque a su entrenador, Aíto García Reneses, le pirran los percebes del Farturas. La Taberna no sale muy bien parada en las redes sociales, pero a los forasteros les da lo mismo: saben que si quieren comer buen marisco sin arruinarse han de pasar por allí y no fallan.

Son felices sentados ante grandes bandejas de nécoras, centollas y percebes, haciendo mil fotos que suben inmediatamente a su Facebook, los mayores de 30, y a su Instagram, los veinteañeros, porque lo importante no son los comentarios de Trip Advisor, sino la foto fundamental de agosto: una mariscada en toda regla que certifica la calidad de tu veraneo, rubricada por tu sonrisa entre camarones con la rebequita colgada al cuello.

Y los miércoles, empanadillas. El veraneante de Vilagarcía aprende nada más llegar que los miércoles, en la calle Arzobispo Andrade, en la panadería A Despensa, Clarita y su hermana Eva celebran el Día de la Empanadilla: dos por el precio de una... Y allí los ves, los miércoles, en la cola, con la rebequita, atentos para que nadie se salte el turno, no vaya a ser que se queden sin ninguna de las 2.000 empanadillas que Clarita saca a la venta.

La rebequita: símbolo fundamental del turista del norte, señal preclara de que la apuesta por el veraneo septentrional merece la pena: en el sur están asegurados los días de playa, pero en el norte están aseguradas las noches fresquitas. La chaqueta de punto conocida popularmente como rebeca o, más finamente, dependiendo del grado de pijería, como cárdigan, es una prenda sin cuello que se abrocha por delante, con el primer botón a la altura de la garganta, y que recibe el nombre de rebeca porque en la película Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock, la protagonista, Joan Fontaine, vestía una chaqueta con este corte. Lo de cárdigan viene del británico Conde de Cárdigan, que dirigió la suicida Carga de la Brigada Ligera en la Guerra de Crimea. El temerario conde, que condujo a una muerte segura a 400 soldados ingleses, vestía durante el combate una chaquetilla de lana que desde entonces se llamó cárdigan hasta que se estrenó la peli de Hitchcok.

Nunca de noche sin ella

Los turistas de Vilagarcía no salen nunca por la noche sin su prenda estrella, convertida en emblema de una forma de vacación superior por elegante e inteligente: el veraneo de rebequita. Lo más cool es llevarla al cuello, con las mangas anudadas sobre el pecho. Lo más discreto es atarla a la cintura, cayendo la prenda por detrás como una falda. Lo más snob es llevarla al estilo italiano: enrollada y ajustada cual cinturón. También se puede llevar en la mano o reposando en un hombro, pero mola menos. Sea como fuere, esta prenda es motivo de orgullo veraneante y recurrir a ella es la mejor manera de humillar al cuñado, al compañero de oficina y al colega de pádel. «¿Qué tal, Manolo?, ya he visto en el Telediario que estáis a 40 grados... Pues yo, ya ves, paseando por Vilagarcía con la rebequita».