El bus del teatro llega a Catoira

J. R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El auditorio vikingo se convierte en residencia teatral y ya ha vivido su primer preestreno

09 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando el autobús de Teatro Tragoi llegaba a Catoira, la autoridad cultural lanzaba bombas de palenque, los amantes del drama y la comedia se ponían las ropas de los días especiales y el pequeño salón de actos se llenaba para ver a los cómicos. Eso sucedía en los 80 del siglo pasado y sigue sucediendo ahora, cuando la autoridad cultural del concello vikingo ha decidido convertir su auditorio en residencia artística para el teatro gallego tras firmar un convenio con el Centro Dramático.

En aquellos tiempos del bus de los comediantes y las bombas de palenque, Catoira no tenía auditorio, sino una casa de cultura con una sencilla sala multiusos. Con el paso de los años, de muchos años, se levantó un espacio digno de alto nivel, un formidable auditorio que, como tantos en España, tras las primeras emociones de la inauguración y el orgullo local, planteó un problema serio y caro: cómo llenarlo de actividad. Se consiguió que tuviera cierto contenido, pero ha sido este convenio lo que ha convertido el auditorio de Catoira en un caramelo cultural que atraerá a compañías teatrales, como sucede con otras experiencias semejantes que existen en España.

Raúl Gómez, concejal de Cultura del equipo de Xoán Castaño (BNG), anunció el pasado 25 de enero que el auditorio será «un dos novos epicentros do teatro na Galiza: converterase en lugar de residencia artística para que as compañías galegas realicen alí os ensaios das súas obras». A cambio del uso del auditorio, las compañías realizarán un preestreno en el auditorio.

Estas salas-residencia se basan en esa interacción ensayo-preestreno. A veces, la sala tiene también unas viviendas que utilizan los actores para vivir durante los días de ensayo en una especie de retiro teatral. Las hay que ofrecen becas a jóvenes talentos de la zona para que puedan montar sus obras. Un auditorio-residencia es, en definitiva, un germen de cultura, un agitador creativo y una inteligente y práctica manera de llenar de contenido una sala de espectáculos.

Precisamente el pasado domingo, se recogieron los frutos de la primera experiencia del auditorio-residencia artística. El grupo Ibuprofeno Teatro, que ensayó en Catoira desde principios de enero, representó su obra Reconversión en el auditorio de Catoira a las siete de la tarde. Fue un preestreno con entrada gratuita hasta completar aforo. La obra, escrita y dirigida por Santiago Cortegoso, «céntrase na peripecia vital do pai do autor, que traballou no estaleiro Ascón durante 30 anos. Nesa figura sintetízanse as vivencias de toda unha xeración, que sufriu o paro e viviu as mobilizacións dos anos 70 e 80 do século pasado», según detallaba La Voz días atrás. Tras el preestreno, Reconversión ya está en el mercado teatral y comenzará su gira por Galicia y el resto del estado.

Bety Busto y el vestuario

En este grupo teatral trabaja una vecina de Catoira, Bety Busto, responsable del vestuario. Cuando el autobús del teatro llegaba a Catoira hace exactamente 40 años, también viajaban en él actrices de Catoira como Militos y Begoña, que regenta el Galeón Vikingo con su pareja, un establecimiento que no es un auditorio, pero se ha convertido en una especie de improvisada residencia invernal y cultural de músicos de las mejores orquestas gallegas, que realizan allí inesperadas jam session la mar de sugerentes.

Las catoirenses Militos y Begoña actuaron en la primera obra teatral de Woody Allen traducida al gallego y representada en Galicia. Se trataba de Aspirina para dous, una versión de Sueños de seductor. El grupo de teatro se llamaba Tragoi y había nacido en el Instituto de FP de Fontecarmoa. Tragoi recorría Galicia en aquel autobús del teatro de la empresa Pereira. En realidad, era un microbús muy aparente con un maletero donde viajaban el vestuario, los focos y la escenografía. Todo muy artesanal y muy emocionante.

Ha pasado tanto tiempo de aquello que las subvenciones que permitían montar las obras teatrales llegaban desde la Diputación de Pontevedra y las entregaba en mano Mariano Rajoy. Una mañana, eran citados en la Diputación los grupos de música, teatro y danza subvencionados con 300.000 pesetas (1.800 euros), el representante de Tragoi accedía al despacho del presidente, firmaba un papel, Rajoy le entregaba el cheque y le estrechaba la mano y con ese dinero se montaban obras como Aspirina para dous o A incrible historia de Don Mexilón e Don Calamar, una representación infantil que dio pie a una anécdota emotiva: permitió que Gonzalo Torrente Ballester pronunciara el pregón de las fiestas de A Ramallosa, un pueblo situado entre Nigrán y Baiona.

Teatro de guerrillas

Resulta que Tragoi actuaba en la plaza de A Ramallosa con motivo de sus fiestas y lo hacía después de que Torrente Ballester diera el pregón (los pregones no se pronuncian, se dan). Pero surgió un problema. La comisión no había reparado en que era necesario un micrófono y unos bafles para que el escritor dijera unas palabras. Estaban desesperados y don Gonzalo, ya mayor, no tenía la voz para hablar a gritos. La solución se la imaginan: llegó Tragoi en su autobús, cedió su equipo de sonido y hubo pregón. Eran tiempos en que no había auditorios en Catoira ni en casi ningún sitio y el teatro era cosa de guerrilleros. Sigue siendo un arte de guerrillas, pero casos como el del auditorio-residencia teatral de Catoira lo dignifican.