
























En Paradela todo se hace a lo grande, como el pantagruélico bollo cuyo traslado exige un tractor y veinte personas a pulso
28 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Todavía no se habían acallado los ecos de su Pascua escenificada, asediada esta primavera por la lluvia, cuando los vecinos de Paradela desempolvaron ayer sus mejores galas para desplegar en el campo de la fiesta de A Boca la fenomenal celebración que cada año organizan a mayor gloria de San Gregorio. En su primera acepción, el diccionario de la Real Academia Galega define fenomenal como algo «que sorprende pola súa singularidade, por ter un tamaño desmesurado ou por presentar unhas calidades extraordinarias, fóra do normal». Todo ello se ajusta como un guante a lo que ese domingo se desarrolló en la parroquia de Meis bajo un sol de justicia, en un día de esos que de vez en cuando hacen que dé gusto estar vivo. Para muestra, un pantagruélico botón: el motivo central de la parranda es un descomunal bollo en cuya elaboración intervienen 6.200 huevos donados por devotos de toda la redonda.
De elaborarlo se encarga la Panadería Paradela, que emplea cinco horas en su cocción. «E entre quince e vinte persoas para darlle a volta no forno, porque pesa moitísimo i é tan grande que hai que facelo en dúas quendas», subraya un miembro de la comisión organizadora mientras le mete mano al segundo puntal sobre el que se levanta la fiesta: la tonelada de churrasco de cerdo que chisporrotea sobre unas brasas también fenomenales. «En realidade facémolo en catro veces», precisa el parrillero. En esto, las cosas claras. Los restaurantes podrán hacer lo que quieran, pero el manual receta un kilo de costilla para cada dos personas. Así que el banquete de Paradela está calculado para dos mil comensales. Al ritmo en que las mesas comienzan a ser ocupadas, es probable que aquí no sobre nada.
Es casi la una y el bollo hace su irrupción. Trasladado a lomos de un señor tractor y acompañado por la Banda de Música da Vértula, el enorme confite es depositado frente al escenario en el que se desarrollará la misa de campaña, oficiada por un cura entusiasta. Como si del solista de una orquesta se tratase, el párroco reclama de su público un «alabado sea el señor» más alto aun, «que se escuche en Ribadumia».
Dominan la escena las tallas del propio San Gregorio, flanqueado por la Virxe do Carme y Santa Margarita, que por un día son extraídas de la capilla en la que acostumbran a descansar. Los fieles van depositando un donativo a sus pies. A cambio, reciben estampas que previamente se deslizan sobre el manto del santo, poblado ya de billetes. ¿Y el bollo? Sencillo. Será distribuido entre los comensales como parte de su ración. Como dios manda.