
Edu Lastra asume la resurrección, la transformación, de un local mítico de la noche vilagarciana que ha reabierto sus puertas
08 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Si José Luis Alvite hubiese bebido en Vilagarcía, sus Historias del Savoy hubieran sido las Historias del Travolta, «un poco de luz a oscuras en medio de la gran ciudad por el que desfilan tipos corrientes y fulanas pasmadas, coristas, matones, músicos y actrices y, sobre todo, esa clase de hombre para quien la muerte no es más que una mala postura con la que matar el rato», describía. En el Savoy, en el Travolta, «el ambiente estaba tan cargado que casi no se veía el humo. Muchacho, suprimirle el humo sería como limpiarle la sangre a Cristo y convertirlo en un surfista hawaiano». Y en esas está Edu Lastra. No en limpiarle la sangre a Cristo, que es una tarea que ni siquiera el Ernie de Alvite podría afrontar, si no en quitarle el humo, el aroma a local maldito, aunque pelear contra una leyenda sea tan absurdo como intentar atrapar tu sombra.
«Me metí porque pensé que era una oportunidad», comenta el nuevo gestor del espacio, refiriéndose al local como un «localazo» y destacando su excelente ubicación. La oportunidad surgió tras una conversación con el anterior propietario, quien llevaba tiempo considerando dejar el negocio. «Ya tiene una edad y le había dicho que si en algún momento lo dejaba, que me avisara».
El proceso de transformación del local ha sido progresivo. Con una inversión inicial centrada en el aislamiento acústico —«en las paredes, el techo, fue en lo que más gasté»—, el objetivo ha sido adecuar el espacio sin perder su esencia. «Más adelante, si la cosa funciona, haré más cambios».
La propuesta de Studio 51 combina varias apuestas: por un lado, mantener una programación deportiva en pantalla grande; por otro, ofrecer un ambiente más musical conforme avanza la jornada. «Mi idea es poner todos los deportes que haya, desde fútbol hasta motos, coches o tenis. Y por la noche, música. Algo más tipo pub», explica. Ay, la música. «Sinceramente, a mí lo que me sugiere el renacimiento de la música latina es un análisis de sangre. A Ricky Martin no hay que analizarlo como un fenómeno musical, sino como una erupción cutánea, como una eyaculación, como el resultado de una raza que no entró exactamente en razón sino en metástasis», escribió Alvite hablando de lo que sucedía en el Savoy. Y ese renacimiento es algo que Edu Lastra tiene muy claro: «Hay muchos colombianos, dominicanos, venezolanos… y hay que poner lo que la gente pide», razona, aunque apunta que el rock seguirá siendo el primer mandamiento.
El nombre
Toca hablar del nombre, que merece una explicación. «Pensé en el Studio 54 de Nueva York, pero me parecía demasiado. Aquí estamos en el número 51 de la calle. Me gustó la idea y quedó así», explica. En definitiva, una mezcla entre homenaje cultural, casualidad numérica y adaptación personal. No hará muchos experimentos tampoco Edu en lo que respecta a la barra, aunque se está planteando alguna innovación. «Estoy pensando en poner un cóctel diferente cada semana o cada 15 días. Algo sencillo, pero que marque la diferencia. Si hay tiempo y no estamos hasta arriba, se pueden hacer bien. Si no, es un lío», razona.
La leyenda, esa pesada losa que lo puede complicar todo. El Travolta vivió una resurrección inédita cuando el sepulturero le había tirado encima media tonelada de tierra encima del féretro. De repente, se convirtió en un fenómeno casi chic que sacaba los ojos de sus órbitas a los clientes habituales. Afortunadamente, a Tourís, su anterior propietario, no se le dio por ampliar la carta de desayunos en el menú a algo más que un sobrio gintónic y el humo impedía que los móviles de nueva generación retratasen poco más que las almas perdidas de los que por allí penaban, pero estuvo cerca de convertirse en una tontería más de Instagram. Y un local que tuvo a sus puertas una vez a un caballo esperando al amanecer a su jinete merece mucho más que ser tendencia en Instagram.
Para soportar la leyenda no queda otra que apostar por el orden. «Voy a cumplir estrictamente con el horario de pub. Si tengo la licencia de pub, cierro como el resto. No hay otra», afirma Edu de manera tajante. Y, por ello, la leyenda pervivirá o no, pero lo que sí ha muerto es la puerta de atrás. «Solo se abrirá para meter mercancía. Nada más».
La otra gran duda que se cernía cuando en Vilagarcía comenzó a sonar el runrún de la reapertura de tan mítico espacio era la permanencia del billar de setas, que reinaba en el centro del Travolta. Y sí, seguirá. Algo desplazado a un lado, ajado y maltrecho, pero asegura Edu que su intención es arreglarlo y que pretende hasta aprenderse las normas del juego. En mejor estado que el billar está la noche vilagarciana, asegura Edu. «La noche sigue funcionando. Es verdad que ahora el tardeo tiene mucho tirón, pero la noche no ha muerto, ni mucho menos», afirma.
El Savoy no tenía billar, pero sí un piano. Vilagarcía también tuvo un local con piano y si aquellas paredes cantaran, escucharías La Traviatta en menos de lo que dura un trago, pero esa es otra historia, muchacho. Toca celebrar la llegada de Studio 51.