Los testigos del atropello múltiple en Vilanova: «Unha mulleriña colleume a man e non paraba de dicirme ''axúdame, axúdame''»

VILANOVA DE AROUSA

Martina Miser

Cinco minutos antes del accidente ella y su nieta, embarazada, estaban en el lugar en el que se produjo la colisión. «Vi pasar el coche a toda velocidad. Era como si le hubiesen puesto una piedra encima del acelerador», cuenta otra persona que vivió el accidente. El campo de la fiesta de San Miguel de Deiro, en Vilanova de Arousa, pasó anoche de la celebración a la tragedia en apenas unos minutos. Poco después de las once, cuando la orquesta París de Noia se encontraba en plena actuación, un pequeño automóvil irrumpió en una de las carpas instaladas para el desarrollo del festejo

09 may 2023 . Actualizado a las 18:35 h.

A Rosa se le inundan los ojos de lágrimas en cuanto empieza a hablar. A la sacristana de la parroquia de San Miguel de Deiro, en Vilanova de Arousa, no se le va de la cabeza que solo cinco minutos antes del terrible accidente registrado en el campo de la fiesta, ella y su nieta, que está embarazada, estaban en el lugar en el que un coche chocó contra la carpa, tirando una parte de ella, y luego contra un árbol situado junto a la barra de la comisión de fiestas. «A miña neta quería beber algo, así que nos achegamos ata aquí. Estabamos xusto no sitio, pero había moitísima xente e decidimos movernos un pouco», explica la mujer. El lugar estaba abarrotado: la París de Noia es una orquesta que mueve multitudes y ese domingo lo había vuelto a hacer. «Ao principio non me enterei moito. Había tanta xente por todos lados que cando a miña neta me berrou que estaba caendo a carpa, non entendía moi ben o que pasara. Pensei que había unha pelexa de rapaces e no que eu pensaba era en apartala a ela, para que non lle pasara nada», relata.

Sin embargo, en cuanto la gente comenzó a apartarse, ante ella se desplegó un drama bien distinto. Vio el coche estampado contra el árbol. Vio gente tirada por el suelo. «E de repente unha mulleriña colleume a man e non paraba de dicirme,'axúdame, axúdame'. Eu non sabía que había de facer, non teño coñecementos médicos. Collinlle a man e empecei a berrar para que chamasen as ambulancias. Estiven con ela ata que a levaron».

A Rosa la voz se le acaba de romper cuando habla del niño de catorce años que resultó herido de mayor gravedad. «Tiña un ferro clavado no abdome, estaba tiradiño no chan...». Cuando su nieta oyó que lo llamaban por su nombre se puso mucho más nerviosa de lo que ya estaba. «É o nome que lle quere poñer ao seu fillo», cuenta Rosa. Tras apartar a su nieta de la marabunta, Rosa intentó echar una mano en todo lo que pudo. No le resultó fácil.

Esta mañana se levantó temprano y fue a poner unas velas a la iglesia. «Non fago máis que pedirlle a San Miguel que mire polo rapaciño. Iso é o que máis me preocupa, o rapaciño». 

Esta mañana, el campo de la fiesta en el que ocurrió todo, amaneció cubierto de una extraña mezcla: papeles, confeti y restos de fiesta, con algunas de las mantas térmicas utilizadas la noche anterior para cubrir a las personas heridas. En el murete de piedra que protege al árbol y contra el que colisionó el coche finamente, había abandonado un zapato negro, de señora. «Eu onte, cando xa levaran a toda a xente, estiven recollendo o que atopei tirado por aí. Había gafas, había un montón de chaves tiradas», comenta Rosa, que no acaba de asimilar lo ocurrido. «É certo que puido ter sido moito peor. Se en vez de unha orquestra houbera dúas, podería ter habido mortos», recalca. Y con un gesto traza la trayectoria del coche. «Alí, onde estaba aparcado, xa levou por diante a un grupo de xente».

En ese grupo estaba Tucho con su familia. Su nuera  y la hija de esta, explica, fueron golpeadas por el pequeño vehículo. «En nuestro caso, por fortuna, el susto fue más grande de lo que pasó realmente», señala. El recuerdo de lo ocurrido es confuso. «Estábamos dentro del campo de la fiesta, cerca del primer árbol y de donde estaba aparcado el coche». Él apenas lo vio venir. «Yo estaba al lado de mi nuera y de la niña, me giré un instante... Y ahí pasó todo. Vi pasar el coche a toda velocidad. Era como si le hubiesen puesto una piedra encima del acelerador», relata. Lo primero, para él, fue atender a sus familiares. El vehículo había golpeado a la niña en un brazo, y su nuera había caído y se había llevado un buen golpe en la cabeza. «Cuando las vi en el suelo empecé a gritar y a pedir ayuda», recuerda con un punto de angustia en la voz. Tras saber que tanto madre como hija estaban bien, dentro de las circunstancias, se acercó hasta el vehículo que había desatado aquel infierno. «Había chocado contra la carpa y había tirado una parte de ella, y luego chocó contra el murete de piedra que rodea a un árbol. Si no fuese que paró ahí, se habría empotrado con la barra, y a saber qué desastre habría sido», reflexiona. En el interior del coche ya no estaba la conductora, pero en el asiento del copiloto estaba el marido de esta, Luis Falcón, un octogenario que «tenía la mirada fija, perdida, como si estuviese hipnotizado». 

Todas las personas que este domingo por la noche estaban en el campo de la fiesta tienen la extraña sensación de que el desastre, pese a su magnitud, podría haber sido mucho peor. Luis, que es voluntario de Protección Civil, había salido esa noche con su familia, dispuesto a echar unos bailes y pasar un buen rato. «Tardei en saber o que pasaba», relata. Él estaba delante, cerca del palco, cuando se produjo el accidente y el cantante de la orquesta advirtió de que se había caído una parte de la carpa y pedía al público que extremase las precauciones y colaborase con los servicios de emergencias. Luis no se lo pensó dos veces: se dirigió al lugar del problema, se puso el chaleco y comenzó a trabajar. «Era horrible. Había moita xente ferida que precisaba axuda», dice este veterano de las emergencias. Se congratula de que este domingo la fiesta incluyese solo la actuación de una orquesta: de haber dos, la zona del siniestro hubiese estado completamente a reventar de gente. También se felicita de que la carpa aguantase la embestida del coche: únicamente cedió el robusto pilar contra el que chocó el vehículo; el resto de la estructura se mantuvo erguida, lo que sin duda evitó una tragedia.

«O coche tiña que ir a moita velocidade, porque facer o que lle fixo a ese poste non é fácil», explica otro Luis, el responsable de la instalación de la carpa. Esta está sostenida sobre numerosas columnas de robusto metal y ancladas al suelo con varias varas de hierro de más de dos centímetros de grosor. 

La comisión de fiestas de San Miguel ha declinado realizar declaraciones sobre lo ocurrido. El alcalde de Vilanova, Gonzalo Durán, asegura que la organización había hecho todo bien: la zona estaba cerrada al tráfico y convenientemente señalizada, según explicó el regidor. «A xente da comisión estivo en todo momento ao pé do cañón, pendientes de axudar en todo», decían algunos de los vecinos que esta mañana se dieron cita en el campo de la fiesta.