






Inmigrantes africanos en la Costa da Morte cuentan cómo viven el ramadán este mes
23 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Este marzo es bien especial para los creyentes del islam. Es su mes sagrado. Este año coincidió por estas fechas el noveno mes lunar del calendario musulmán en el que se lleva a cabo el ramadán, un período de treinta días que destaca por el ayuno total, incluso de agua, que llevan a cabo los seguidores de esta religión desde que sale el sol hasta que se pone, entre otras acciones. Sirve para conmemorar el momento en el que, según las escrituras, Alá reveló el Corán al profeta Mahoma, pero significa mucho más. «Ayunamos pensando en la gente que no tiene para comer», comentan varios inmigrantes africanos en la Costa da Morte, que a su vez destacan que es un período «bonito», que los «une» y del que salen beneficiados. En buena parte de los países del continente africano impera el islam.
En el Bergantiños hay un caso curioso, pues son hasta tres los jugadores que esta temporada comparten el ramadán. Se trata de los jóvenes Omar Ouhdadi, natural de Marruecos; Lassine Keita, de Mali, y Tijan Sonha, con raíces en Gambia.
Todas las personas consultadas comenzaron a practicar el ramadán cuando tenían unos 16 años, por lo que dicen estar acostumbrados. Coinciden en señalar que en este 2025 están sobrellevando esta experiencia mucho mejor debido a que el tiempo acompaña.
«Después de los partidos, se sufre un poco más», comenta Omar, que destaca que gracias a sus compañeros no se siente solo en esta cuestión ya que se apoyan los unos a los otros. En cualquier caso, el ramadán no es algo que condicione su situación a la hora de entrenar o jugar, asegura. «Me veo bastante mejor cuando hago el ramadán», señala su compañero Keita, quien destaca que el clima de Carballo también ayuda en esta etapa.
«No es nada malo, al contrario»
«Es un mes de paz y tranquilidad, para honrar y respetar. Sirve para acercarte a Dios y debes tener un buen comportamiento. No es nada malo, todo lo contrario: de aprendizaje y para cambiar los malos hábitos. Conozco a muchos que dejaron de fumar gracias al ramadán», dice Ouhdadi, a lo que añade: «Un mes no es nada. Nos encanta. En Tortosa [Tarragona, donde tiene a su familia], nos reunimos todos y vamos a la mezquita».

En el equipo del Paiosaco, Bilal Belkalcha, marroquí asentado en Arteixo, también es musulmán. Comenta que, a partir de los 18 años, esta tradición es de obligatorio cumplimiento salvo en casos de enfermedad u otras excepciones que, aún así, deberán de compensarse con obras de caridad o recuperando los días tan pronto como se pueda. «Los primeros días te puede costar un poco, pero tras la primera semana, el cuerpo ya se adapta», apunta. En su caso, lo realiza con su familia. «Nos une más y a toda la religión», considera. Sobre las seis y media de la mañana dejan de comer, y hasta las siete y media de la tarde no se vuelven a sentar a la mesa. «Lo llevo bastante bien porque como antes de ir a trabajar y entrenar», manifiesta. Hacen un pequeño bufé con sopa, pizza y empanadillas, por ejemplo. «Tampoco puedes mantener relaciones sexuales en ese horario y el alcohol se considera una falta de respecto», añade. También reza bastante en la mezquita local: «Es un plus que te puede ayudar. Con todo lo que hagas bien te irá mejor», apostilla. Bilal cree que al estar en Galicia, con el ramadán acercan más esta religión a otras personas. El fin a los treinta días de abstención lo festejará como es habitual, en su caso, con un desayuno con creps, «pastelitos» y café y felicitaciones familiares.
En A Laracha, la también marroquí Joudia Boudlal, de 39 años, apenas habla español. También vive con su familia en la localidad. Antes de que salga el sol, desayunan dátiles, ya que según los escritos, el profeta Mahoma rompió su ayuno con este fruto. Al término lo celebrarán con salsa picante magrebí y dulces y rezos, aunque en menor medida que si estuviesen en Marruecos. «El islam es importante en nuestra vida, el ramadán es bueno para la oración y la lectura del Corán», explica.

Ya en Malpica, el senegalés Ibra Faye, de 36 años, trabaja como marinero de artes menores. «Siempre después de terminar el ramadán me siento mejor de salud. Es un deber más del islam», afirma de entrada. «El mar me da sed, pero sé que no puedo y tengo que aguantar», se confiesa. Los rezos más importantes son el de la mañana y el del atardecer, según traslada. «La fiesta del fin del ramadán es de las más importantes de nuestra cultura», sostiene.