
Galicia oscura, Finisterre Vivo La ermita de San Roque de Corcubión fue inaugurada en 1929 y costeada por un antiguo emigrante. Pronto acabó en ruinas
03 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.A mediados del 1927 los vecinos de varios lugares inmediatos a Corcubión, todos de la parroquia de A Redonda, rogaban a los albaceas testamentarios del filántropo Santiago Domínguez que procediesen a la edificación de la capilla de San Roque. Y el edificio fue inaugurado en 1929 y costeado por disposición testamentaria del filántropo, un antiguo emigrante corcubionés en Cuba, sin hijos, que había dejado toda su fortuna para coadyuvar a las cargas de sostenimiento del Asilo de Ancianos, creado por mandato de la familia Riestra, y para la edificación de la capilla dedicada al Apóstol Santiago, en el llamado campo de San Roque. Generosidad y filantropía.
La ermita, construida por los albaceas del indiano —el párroco de Corcubión, Francisco Sánchez Gómez de Adanza; el comerciante Jesús Castro Rey y el profesor de la Fundación Fernando Blanco de Lema Samuel García—, fue inaugurada con una santa misión muy concurrida, celebrándose en ella durante años, y conmemorando la festividad de san Roque todos los 30 de junio, solemnes funciones religiosas a las que acudían numerosos devotos, la mayoría vecinos de la parroquia de A Redonda: concretamente de los lugares de Vilar, A Amarela, A Oliveira y del núcleo rural de la propia A Redonda. Y también de la parroquia de San Marcos de Corcubión. Sin embargo, mal diseñada y peor construida —algo tuvieron que ver el arquitecto y el constructor, Ramón Lema, maestro de albañiles—, esta capilla de San Roque no duró en pie ni cincuenta años, sin que en su momento nadie moviese un solo dedo para salvarla de la ruina y del derrumbe. Ni los sucesores de aquellos vecinos que en 1927 urgían iniciar las obras, ni las autoridades religiosas o civiles de la época, nadie ayudó para salvarla.
El caso es que cada día que pasa hay menos gente que la recuerde. Y el cruceiro existente en aquel campo, es un cruceiro antiguo que antes estuvo anejo a la desaparecida capilla de San Amaro; un cruceiro simple, atípico y quizás de mal granito, datado sobre el año 1700, y que fue ligeramente desplazado de su antigua ubicación.
Interventor de rentas
Gabriel Salvador, natural de Redia (Valencia), administrador de unas fábricas de salazón en el playal de Quenxe, que ejercía también, y de forma paralela, de Interventor de Rentas, falleció de un ataque al corazón en 1854 al mismo lado de este cruceiro de San Roque, desde el cual se disfruta de una preciosa panorámica del mar y del promontorio fisterrán, unas vistas que, en días de sol, resultan imponentes.
En este campo de San Roque, paisaje natural y escenario humano y social, en el que plantaron 100 árboles alrededor del espacioso atrio de la citada capilla, después desaparecido, también se celebraban desde tiempo inmemorial las Verbenas o parrandas de San Juan y San Pedro. Sus orígenes parece que proceden de la enemistad entre las dos poderosas casas de los Altamira y los Maceda —¿Trastámara?—. Y correspondía a la primera la jurisdicción de la mitad de la villa hacia el Sur, teniendo el símbolo de su poder en el Campo del Rollo. Y la otra mitad del pueblo, al de Maceda, cuyo palacio daba frente a la plaza. La villa se dividía en dos bandos: uno del Sur y el otro del Norte, y se les denominaba Bando de Granada, al primero, y Bando de Río Seco, al segundo. Pero todo esto ya está fuera de nuestro inicial interés.
Si dibujamos el trazo último de esta historia, en este campo de San Roque hace ya bastantes años que se construyó un grupo escolar, ahora reconvertido en albergue en el camino xacobeo a Fisterra. Y de la capilla costeada por la fortuna del filántropo Santiago Domínguez, ni rastro. Queda, eso sí, el viejo cruceiro.