María Fornet, psicóloga feminista y escritora: «Cuando esperas una hija aún te dicen: ¡Qué bien, te va a cuidar!»

Patricia Blanco
Patricia Blanco CARBALLO/ LA VOZ

VIMIANZO

Ha ayudado a miles de mujeres a preguntarse quiénes eran y hacia dónde querían ir. Creadora de un auténtico imperio literario, charlará en unos días sobre mentalidad expansiva en el foro «Alza voz de muller», en Vimianzo. «Perseguir sueños es duro», advierte también

01 jun 2025 . Actualizado a las 00:08 h.

Andaluza, hoy residente en Málaga, a María Fornet (1983) le gusta tanto Galicia que en su día eligió la Costa da Morte para casarse. Volverá a ella en unos días, pero por un motivo diferente, participar en el primer Foro de Liderado Feminino no Rural Alza voz de muller, el 6 y 7 de junio en Vimianzo. Un encuentro pionero, máxime desde un núcleo que no es una gran ciudad, con entradas a la venta: «Son pasos importantísimos, simbólicos, pero con gran fuerza estructural». La de esta psicóloga feminista, escritora, madre de dos niños, es una de las voces más esperadas.

—Hablarás de mentalidad expansiva.

—Sí, de esa herramienta tan maravillosa que tenemos, la mente. Cómo podemos, sin recurrir a pensamientos mágicos, remar a favor de ella, desbloquear un universo de posibilidades, aun teniendo las mujeres muchas dificultades estructurales. Alejarnos de ese mensaje de que una tiene que ser realista y aprender a creer y a confiar en nosotras, como yo digo, más allá de lo razonable. Soñar por encima de nuestras posibilidades, me gusta decir.

—¿Adiestrando la mente una puede cambiar un poco su vida?

—Esa es la idea. Tengo la suerte de haber acompañado a miles de mujeres en este proceso, y cuando una coge las riendas, aprende psicoeducación, a manejar su mente, la vida puede cambiar muchísimo. Quién soy, qué quiero en la vida, qué es lo que se me da bien.

—En Vimianzo las mujeres mostrarán su voz, su día a día, sus problemas. ¿Sueñan poco las mujeres o es que se les pone más frenos para soñar?

—Se nos pone muchísimos más frenos. Los datos hablan y son demoledores. Se está dando un cambio, cada vez vemos más foros de este tipo, hablamos más de estas cosas, pero la realidad es que se nos enseña menos a soñar, se nos permite menos, aún se nos sigue socializando como las segundas de a bordo. Directoras de nuestro hogar y familia, pero somos pocas las que estamos en la primera fila de las fotos oficiales. Desde niñas vemos eso en el sistema y es el marco mental con el que configuramos el mundo, aprendemos a mirarnos así, la discriminación se interioriza.

—Si un niño y una niña nacen sin nada adquirido, ¿qué los lleva a posiciones tan distintas en el ámbito laboral?

—El tema da para mucho, y podríamos empezar hablando de la política sexual. Somos nosotras las que nos reproducimos, y eso ya crea un desbalance. Esa reproducción implica períodos de nuestra vida en los que vamos a estar en desventaja. Ser madres es una columna, un faro, que tenemos ahí desde pequeñas. Nos preguntamos si podremos conciliar o no con tal o cual profesión. Nosotras somos las que nos podemos quedar embarazadas y eso responde a la materialidad biológica, no a ningún sentimiento. Por tanto, ya no nacemos exactamente iguales. Se nos socializa diferente desde que estamos en el útero, los comentarios son distintos, es lo que se conoce como expectativa de género. «¡Qué bien que vayas a tener una niña, que cuidará de ti. Qué bien que vayas a tener un niño para jugar al fútbol!». Parecen comentarios inocentes, pero imponen una serie de expectativas que limitan el desarrollo de la personalidad.

—¿Por eso la necesidad de la perspectiva de género en todos los ámbitos?

—Es imperativo. Cuando no trabajamos con perspectiva de género, las intervenciones no son efectivas. No hay modo de llegar al fondo de los problemas si no miramos con perspectiva de género, si no entendemos que esta diferente manera de socializarnos termina afectando a básicamente todo en la vida.

—«Abundancia femenina» o «Feminismo terapéutico» son algunos de tus libros. El feminismo nos ayuda a ser mejores, a mujeres y hombres.

—Sin duda. El feminismo es la base reguladora, la que vuelve a poner en equilibrio algo que de manera natural no ha ocurrido. Tenemos que desaprender, darnos cuenta de que vivimos en un sistema injusto con las mujeres y que tanto en ellas como en ellos pone expectativas que terminan generando problemas.

—¿Qué te llevó a la psicología y qué te llevó después a dejarla por el imperio literario que ahora tienes?

—A ella me llevó, supongo, mi propia historia. En Feminismo terapéutico hablo de algo que llamo «el calambre», ese dolorcito que sentimos desde pequeñas, esa sensación de rabia e injusticia a la que no sabemos ponerle nombre. Todas las personas que han estudiado psicología en algún momento han sido las grandes ayudadoras, otra extensión del rol femenino, hay muchas más psicólogas que psicólogos en la carrera. Yo me enamoré de la idea de poder ayudar a muchas mujeres, es un privilegio. ¿Por qué lo dejé? Porque no podía llevar dos carreras a la vez, consideré que lo literario era el mejor modo de servir en base a los talentos que tengo. Yo tenía claro que lo mío era escribir, ofrecer este conocimiento que también es mi pasión. También escribo novelas.

—Tú naciste en Dos Hermanas, Sevilla, como Melody. Viendo lo que hemos visto con ella..., ¿por qué cuesta menos criticar que apoyar?

—Las mujeres recibimos críticas muy duras cuando estamos en posiciones de liderazgo, no se ve connatural al género femenino. Cuando una se expone, cuando es vista, es criticada. Pero la crítica al final dice mucho de lo que tenemos dentro, dice más de la persona que critica que de la criticada. Vivimos en una cultura cruel. Hoy desde el anonimato podemos decir lo que nos dé la gana a quien nos dé la gana. Hace veinte años, este acoso online era impensable.

—«Azul capitana» o «Las mujeres de la familia Medina» son algunas de tus novelas, y en ellas está el empoderamiento femenino. ¿Tuviste algún referente que te llevase a este camino?

—Mi madre ha sido mi gran referente. Educada con las expectativas de su época, tuvo sueños y ambiciones. Cinco hijos, que se dice pronto, y lo compaginó todo; nadie se lo puso fácil, mi padre enfermó pronto, y siempre se sobrepuso. Hay una frase de Ana María Matute que asocio a ella: «La vida hay que inventársela». Tenemos que construir peldaños que nos suban. Yo empecé a escribir novelas porque quería encontrar más formatos para hablar de lo mismo: la vida de la mujeres, sus dificultades, cómo se las arreglan... Empecé a escribir temprano, y en un mes saldrá mi siguiente novela, la sexta o la séptima.

—Como «coach» has ayudado a miles de mujeres. ¿Hacia dónde las llevaste?

—Estuve en Inglaterra muchos años, y fue en Londres donde me formé como coaching psychology. Trabajé con mujeres de distintas partes del mundo. Quién soy, qué quiero ser: ahí las acompaño. En infinidad de ocasiones, no han tenido ni tiempo ni oportunidad de planteárselo. A muchas les da miedo o vergüenza imaginar cómo sería su vida ideal.

—¿Por qué algunas biografías dicen de ti que eres la «coach» mejor pagada?

—[Ríe]. Mi proyecto como coaching pschylogy fue muy bien. Era ambicioso y aun así lo dejé, sabiendo que, si siempre es difícil dejar algo, más cuando va bien.

—¿Crees que el público de Vimianzo verá en el tuyo un testimonio de éxito?

—Me gusta más presentarme como vehículo que como faro. No quiero dulcificar nada. Perseguir sueños es muy duro, y hablamos poco de esto. Las mujeres han entrado en el mercado laboral sin que los hombres entrasen en casa.

—¿Qué es el éxito? ¿Y a qué éxito debe aspirar cada mujer, o toda mujer?

—¿A qué éxito debe aspirar cada mujer? Lo tengo clarísimo: a la libertad. Si me preguntas qué es la felicidad, te diría que el progreso, pero si me preguntas qué es el éxito, diría que la libertad, la antítesis de lo que hemos tenido. Ser y expresar lo que quieras, escoger profesión, ser madre o no, sueños... Eso, en general, y luego cada una tiene que definir particularmente qué es el éxito para ella. Es una pregunta cardinal, pero no se nos ha educado, y menos a las mujeres, para hacérnosla. Es un alto muro. Podemos empezar por preguntarnos qué es para nosotras un buen día.