Por cada coruñés que nace, mueren «1,4»

Alberto Mahía LA VOZ / A CORUÑA

A CORUÑA

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El año pasado se produjo un saldo vegetativo negativo de 721 personas, el más alto registrado

24 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El año pasado nacieron 1.811 coruñeses y murieron 2.532. Eso supone un saldo vegetativo negativo de 721. El más alto del que se tiene constancia. Jamás el Instituto Galego de Estatística (IGE) había registrado una diferencia tan grande. Durante el primer semestre del 2017, las cifras, publicadas recientemente por el INE, parecen calcadas a las del 2016. Así que todo sigue igual. La población envejece a un ritmo muy superior en A Coruña que la media española.

La última vez que en la ciudad se produjeron más alumbramientos que muertes fue en 1989, cuando vinieron al mundo 2.021 nuevos vecinos y se fueron 1.981. Desde aquel año, el saldo siempre fue negativo. Incluso, lo fue, aunque por poco, en aquel 2008, cuando había bonanza económica. Entonces, los hospitales coruñeses registraron 2.259 alumbramientos de niños empadronados en A Coruña, la cifra más alta que tiene registrada el IGE en la ciudad. Nunca se incorporaron tantos nuevos vecinos como aquel año. 438 más que ahora, que de los 1.811, 894 fueron niños y 917 niñas.

Luego llegó la crisis económica, que fue de la mano de la crisis demográfica y todavía no se han soltado una de la otra. De hecho, la recuperación monetaria en los dos últimos ejercicios no supuso un mayor número de nacimientos. Todo lo contrario. Si en el peor momento de la crisis, en el 2012, vinieron al mundo 2.098 coruñeses, en el 2014 fueron 1.891 y 1.907 en el 2015.

Como dato llamativo, en todo el año pasado solo hubo en la provincia coruñesa cuatro nacimientos con madres que superaban los 50 años. Y fueron 861 las madres que tuvieron un bebé entre los 40 y los 49.

Lo único que salva a un saldo vegetativo negativo es la inmigración. El catedrático de Sociología de la Universidade da Coruña, Antonio Izquierdo, atribuye el crecimiento de la población en España al saldo migratorio positivo, es decir, que en el último año establecieron su residencia en el país más personas de las que se fueron al extranjero. El experto precisa que no es tan importante que la población crezca o decrezca, sino que esté equilibrada. «Lo importante no es la cantidad, el volumen de población, sino que esta tenga una distribución por edades equilibradas», manifestó recientemente el catedrático.

Indicadores inquietantes

Ninguna provincia escapa a este panorama tenebroso, aunque los indicadores siguen siendo más inquietantes en las más envejecidas: Ourense y Lugo. En Pontevedra, el IGE computó el año pasado 802 defunciones más que nacimientos. Ese saldo negativo se dispara hasta 2.882 en la provincia de A Coruña, que es la que suma más alumbramientos (6.075), pero también la que tiene un mayor número de decesos (8.957). Aunque sus indicadores parciales son los peores de Galicia en términos absolutos, la repercusión es mucho mayor en Lugo y Ourense, las provincias menos pobladas y más envejecidas, con saldos vegetativos en rojo que las mantienen a la cola de España y Europa.

En Lugo fallecieron en los tres primeros trimestres del año 2.065 personas más de las que vinieron al mundo. Y en Ourense las defunciones superaron en 1.831 a los nacimientos en ese mismo período que centra el análisis del IGE.

«No fue una niña buscada pero nos llevamos una alegría»

Sofía es la primera hija de Manuel y Patricia. Nació la semana pasada en el Materno Teresa Herrera. El mismo día, vinieron al mundo en el mismo centro cuatro bebés más. «Son pocos», cuenta una de las enfermeras, que aún recuerda cuando en los ochenta «nacían muchos más. Había días en que los niños que nacían aquí superaban la docena». Manuel se convirtió en padre a los 38 años y su esposa en madre a los 34. Cuentan que no fue un nacimiento planificado o buscado, «pero cuando nos enteramos del embarazo, nos llevamos una gran alegría, una felicidad inmensa». A estos padres primerizos les hubiese gustado tener a su bebé siendo más jóvenes, pero «por circunstancias de la vida fue pasando el tiempo, hasta ahora». Elena también es madre primeriza. Acaba de cumplir los 31 años y su esposo se encontraba ayer trabajando. «Ahora con un bebé no va a poder descansar ni los domingos», dice, porque «los gastos que vienen son muchos». Cuenta que antes de quedarse embarazada llevaban seis meses intentándolo. Hasta entonces, el trabajo que tenía ella no era fijo y tenían miedo a quedarse con un único sueldo y uno más en la familia. Así que esperaron mayor estabilidad laboral. Las mujeres coruñesas cada vez retrasan más su maternidad. De los 25,2 años de edad media para tener el primer hijo de 1975, a los 30,6 de 2017, la evolución es imparable.