Ellas dejaron su trabajo para hacer vino: «Cuando venían a la bodega, querían hablar con mi marido antes que conmigo»
VIVIR A CORUÑA
La sumiller Sonia Molero dirige este viernes una cata en Garra Espacio Creativo, en A Coruña, con propuestas de tres bodegueras gallegas
25 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El propio cuerpo habla cuando una persona está haciendo algo que no le gusta, que no le llena. Ansiedad, insatisfacción o procrastinación son solo algunas de las señales que envía para impulsar el cambio. Eso les pasó a las bodegueras Ana Gadín e Iría Otero, que dejaron hace décadas su trabajo de abogada y farmacéutica, respectivamente, para emprender y montar una bodega. Probar una pequeña parte de esta historia es posible este viernes en la cata que la sumiller Sonia Molero dirige en Garra Espacio Creativo. Una experiencia gastronómica en la que también participarán los vinos de María Falcón y Cristina Yagüe, expertas bodegueras en Anónimas Viticultoras. Un plantel de mujeres vinateras con «garra», título del evento.
Ana Gadín fundó la bodega Atrium Vitis en el año 2012. Era abogada en A Coruña, pero se animó a emprender en el sector del vino, uno de sus hobbies y de su familia. «El cambio ha sido fenomenal, la verdad. Desde este punto tengo posibilidad de crear, de aportar; todavía hay muchas cosas que descubrir en el mundo del vino en Galicia. Me siento una privilegiada, cada día descubro algo nuevo», afirma.
En este camino ha estado acompañada de su marido, Javier, un apoyo clave que supo ocupar su lugar. «Cuando yo tomé las riendas del proyecto y alguien se acercaba a la bodega, pues querían hablar con mi marido. Y entonces, él casi se tenía que esconder para que hablaran conmigo. Entendían que el hombre de la casa es el que mejor les podía atender. Cambiar eso costó un poquito».
Superados los primeros compases, Atrium Vitis produce 20.000 botellas al año. Su propuesta son vinos de parcela, en el geoparque Montañas do Courel, en Quiroga. «Es una zona donde la riqueza geológica es muy importante. Nuestras parcelas tienen suelos muy diversos. Nos podemos encontrar pizarras, cantos rodados... Aprovechamos eso para hacer vinos diferentes», explica. Este factor diferencial se suma a las variedades de uva. «Nos gusta trabajar con uvas autóctonas ancestrales, las de antes de la filoxera, como son sousón, brancellao o caíño», explica.
En blanco también trabajan treixadura y albariño. Sin embargo, la apuesta de Atrium Vitis es por los vinos tintos gallegos. «A mí me encantan los blancos de aquí, pero los tintos tienen mucha singularidad. Y viendo la inercia que tiene el mercado ahora, me voy a pronunciar como firme defensora de los vinos tintos gallegos. Es obligación mostrar todo lo que podemos llegar a hacer. El tinto gallego tiene mucho futuro porque las variedades que tenemos aquí son únicas y están por descubrir por el gran público», asegura. Así, su propuesta para la cata es un monovarietal de sousón.
Esta apuesta por el tinto gallego también la comparte Iría Otero, de las bodegas Iria Otero. La también enóloga coruñesa abandonó su profesión de farmacéutica para montar en 2015 en Leiro, Ourense, una bodega que recuperase la esencia del Ribeiro. «Esta es una zona en que tradicionalmente se ha elaborado vino tinto; lo que pasa es que, con la reconversión de la viña de los años sesenta, se fue más a blanco, se arrancó mucho viñedo y se plantó mucho treixadura», explica.
Desde esta bodega hacen unas 10.000 botellas al año de tinto y defienden que la región ofrece muchas alternativas: «Es una zona que, por climatología y suelo, es muy buena para elaborar tinto. Hay dos cosas que son muy interesantes. Una es que hay muchas variedades diferentes y se pueden hacer vinos muy estructurados o más ligeros, depende un poco de la variedad. Luego también hay tres valles muy distintos, que son el Miño, el Arnoia y el Avia, y en cada uno de ellos los vinos resultantes son diferentes».
La tierra no es la única defensa que Otero hace en sus vinos. Decidió poner su propio nombre a la bodega como una defensa del trabajo de la mujer en el mundo, que las hay y muchas, pero siempre en segundo plano. «El mundo del vino es bastante masculinizado. Hay muchos más hombres dando la cara que mujeres. Pero sí que hay muchas mujeres en bodegas y muchas enólogas, pero que no ponen su nombre en el vino. Por eso yo decidí ponerlo, para reivindicarlo», afirma.
El reconocimiento del trabajo de las mujeres en la viticultura
Ese mismo argumento es el que esconde el nombre de Anónimas Viticultoras. María Falcón y Cristina Yagüe, fundadoras de la bodega en 2016, se animaron a llamar así al proyecto para rendir un homenaje a todas esas mujeres que no fueron representadas y valoradas por la sociedad. Las mujeres siempre estuvimos ahí, pero en segundo plano», explica Falcón. Sin embargo, confiesan que en su caso el desarrollo de la bodega fue más sencillo porque ambas llevan trabajando en el sector desde siempre.
La propuesta que María y Cristina han llevado a la cata de Garra Espacio Creativo no es ni un blanco ni un tinto. Es un rosado que elaboran con un 80 % de uva caíño, otra variedad autóctona. «Es un vino que elaboramos de manera muy artesanal, con muy poca intervención, de bajo rendimiento. En cata tienen un abanico aromático muy chulo, con frutos rojos, matices tostados y especiados, y tiene un paso por boca fluido y fresco, salino», describe Cristina.