Bum de flores secas, preservadas y artificiales en A Coruña: «Todo el mundo quiere tener plantas en casa, pero no hay tiempo para cuidarlas»

VIVIR A CORUÑA

Fran Núñez, de Amodiño Arte Floral.
Fran Núñez, de Amodiño Arte Floral. EDUARDO PEREZ

Las alternativas a los ejemplares frescos ganan terreno en la decoración por su durabilidad, estética y bajo mantenimiento. Una tendencia al alza que desafía los prejuicios del pasado.

17 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante años, las flores y plantas artificiales arrastraron una fama difícil de sacudir: eran sinónimo de decoración anticuada, materiales de baja calidad y un aspecto irreal. Sin embargo, en los últimos tiempos, el mercado ha experimentado una transformación silenciosa pero firme. La irrupción de flores preservadas, secas y artificiales de alta gama ha cambiado la percepción del consumidor. Ya no se trata solo de una opción económica o duradera, sino de una alternativa estética y sostenible que se adapta al ritmo de vida actual, donde el tiempo y el mantenimiento escasean. Eso sí, la calidad se paga. Detrás de estas composiciones hay procesos técnicos complejos y una apuesta clara por el diseño floral. Fran Núñez, de Amodiño Arte Floral, lleva años trabajando con flor preservada y es testigo directo de este cambio de mentalidad. En esta entrevista, desvela cómo funciona este mercado en auge, qué tipos de flores existen y por qué cada vez más personas —y floristas— se suman a esta tendencia.

—¿Qué tipos de flores se pueden encontrar ahora en el mercado?

—En cuanto a tipos de flor, hay tres grandes grupos: la flor fresca, la flor seca y la flor preservada. Luego ya entraríamos en la parte artificial, que sería de tela, de papel o de plástico.

—Tú estás especializado en preservada, ¿cómo se consiguen?

—Se tratan con productos químicos; normalmente suele ser glicerina. Aunque cada día se intenta ser lo más ecológico posible con el proceso y, de hecho, los tintes que le ponen suelen ser anilinas, entonces son naturales, e intentan llevarlo un poco al lado ecológico. Ahora mismo creo que están muy al día en eso. Luego, en países como Ecuador o Colombia, se llevan a cabo procesos de inmersión y control de temperaturas y humedad. El resultado son flores que casi no se diferencian de las frescas.

—¿Es una técnica que se puede llevar a cabo en casa?

—Sí, se suele ver mucho en las redes sociales. Se hace bajo la técnica de la absorción. Primero se deja secar un poquito la flor, se deshidrata un poquito para luego volver a hidratarla, pero con glicerina o mezclando agua con glicerina.

—¿Utilizas otro tipo de flores más allá de las preservadas?

—El 90 % de lo que trabajo es preservado. El resto es seco y solo lo uso más como complemento, sobre todo porque es más económico y ayuda a abaratar costes. Las flores secas simplemente se dejan secar con determinadas técnicas para que queden mejor. Además, hay algunas que se pueden tintar.

—¿Las preservadas tienen mayor durabilidad?

—Digamos que el preservado es lo más caro que tienes en la flor. Pero también es lo que más amortizas si se tiene en cuenta el tiempo. La flor preservada, bien cuidada, puede durar entre uno y tres años. La seca se vuelve quebradiza con el tiempo; incluso en uno o dos meses ya puede empezar a romperse. Sirve para decoraciones puntuales, pero tiene una vida útil más corta.

—¿Son mucho más caras? Por ejemplo, las hortensias frescas, que ahora están de temporada, pueden costar unos euros. ¿En preservado cuánto sería?

—Depende del tipo y del color. Los colores más claros, como blanco o rosa pastel, son más caros porque llevan un proceso de coloración más costoso. Pero se pueden encontrar hortensias desde 15 hasta 40.

—¿Te planteas trabajar también con flor artificial?

—Sí, ya lo estoy considerando. Hay campañas grandes, como la de Todos los Santos, y ahí la artificial es más económica. Un centro bonito de flor fresca te puede durar una semana, mientras que uno preservado puede durar seis meses o más.

—¿Y ves que el cliente se está abriendo más a este tipo de flor, ya sea artificial o preservada?

—Muchísimo. Yo llevo tres años y el cambio ha sido enorme. Tanto clientes como floristas están entrando más en este mundo. Desde que empecé he notado un crecimiento del 200 %. Pero sigue habiendo cierto recelo hacia este tipo de flor, especialmente la seca, que culturalmente tiene mala fama. En algunas culturas es símbolo de mal augurio. Pero poco a poco va cambiando. Cada flor tiene su momento: la fresca, la preservada, la artificial... ninguna es mejor que otra.

—¿Cómo explicas este cambio?

—Sí. Ahora todo el mundo quiere tener plantas o flores en casa, pero no siempre tienen tiempo para cuidarlas. Las flores frescas duran una semana, y eso si las cuidas bien, cambiándoles el agua todos los días. Y una planta puede morirse si te vas unos días. El ritmo de vida actual es más acelerado y no siempre se puede estar pendiente. Aquí el preservado gana mucho terreno.

—Esta tendencia también está llegando a los ejemplares de gran formato.

—Sí, especialmente el artificial. He hecho murales en artificial que quedan muy bien. Ahora empiezan a hacerse jardines verticales en preservado. El problema es que el preservado, si coge humedad, pierde la glicerina y se pudre. Pero se están haciendo cosas muy interesantes también con papel, con flores gigantes, etc. Todo lo que no requiere mantenimiento diario está ganando terreno.